jueves, 14 de mayo de 2015

Noches de castidad a distancia.

Juan es el esclavo de la señora María. Ha vivido como si su pene fuera de su propiedad desde hace casi dos años. La señora María disfruta manteniendo en castidad a Juan. Ya han pasado diez meses desde su último orgasmo. El ha aprendido a no pedir a su amante cuando ella le permitirá a correrse. La cuestión sólo le hace ganar una bofetada en la cara y la promesa de que su siguiente orgasmo tardará más de lo que había planeado. La señora María salió de viaje por Asia con unas amigas hace una semana. Ella estará en Japón durante casi un mes. Ella había estado preocupada por Juan, cómo mantener su castidad bajo control y que no hiciera ninguna travesura durante su ausencia.
Aunque la supervisión a larga distancia de un hombre en castidad es posible, María no sentía que eso fuera adecuado. Y le preocupaba. Juan es muy inmaduro. Y si tuviera demasiada libertad sería malo para él. Justo cuando ella comenzó a aceptar las limitaciones que tendría tuvo una inspiración.
En su propio barrio, una pareja de lesbianas a las que conocía podrían estar dispuestas a mantener a Juan en castidad.
Hacer vivir a Juan con ellas durante un mes les resultaria un coste.
María habló con las dos mujeres que estuvieron encantadas de ayudar a cambio de un suplemento económico. Para Juan ya ha pasado la primera semana.
Las dos mujeres lo ven con indiferencia.
Durante el día, él debe guardar silencio y apartarse del camino de las señoras.
Se sintió agradecido cuando le ordenaron fregar el suelo.
Así al llegar Juan a la nueva casa, se encontró con que la pareja no tenia un cuarto para él.
Juan debe que dormir debajo de la cama de la pareja todas las noches.
Las dos mujeres tienen su libido muy alta y están profundamente enamoradas. Para Juan cada noche oye sus gemidos, y tiene puesto su cinturón de castidad, la sensación de negación es más intensa. Esa no es la intención de las mujeres. Se olvidan de que existe. Sabiendo eso, el ego de Juan resulta más humillante. Escuchar a ellas como hacen el amor aumenta su desesperado anhelo de correrse.
Juan se pone tan excitado que le resulta difícil resistir la eyaculación.
Su castidad nunca ha sido tan forzada y difícil para él como ahora.
Y continuará así todas las noches durante las próximas tres semanas.

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