Cinco camisas para el aburrido trabajo de oficina entendía que debían estar bien planchadas.
La diferencia era evidente.Le había traído las camisas muy arrugadas y acartonadas por haber estado tendidas demasiado tiempo. Ahora se escrutaba en cada costura, se fijaba en cada arruga, y en las cuatro camisas más que le quedaban para la plancha y un traje por si había posibles problemas que pudieran surgir. Por supuesto, la parte más aterradora de la tarea era el juez. Estaba acostumbrada a su señora que controla su trabajo, pero su novio Bernardo, era una incógnita. Iba a ser él más estricto? ¿Encontraría fallos sólo para demostrar su poder sobre ella? Iba a insistir en llevar a cabo el mismo castigo? Ella intentó concentrarse en la plancha tratando de olvidar a Bernardo. Sin embargo, el ancho de la camisa sirve como un recordatorio de sus anchos hombros, y lo difícil que podría ser si la castigara.
Los sonidos de la pasión sin fin llegan desde el piso de arriba dejado claro que iba a tener que poner la máxima atención para no recibir una sesión de corrección a fondo.
Lo único que podía hacer era concentrarse en los detalles. Si tan sólo pudiera dejar de temblar y terminar esta primera camiseta sin arrugar continuamente la tela, pero es que está tan seca que le cuesta horrores.
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