Orgasmo vs. Sumisión
Aportación para el blog de C.O.
El hombre sumiso vive en
constante e irresoluble tensión.
Como sumiso, su tendencia sexual
lo impulsa a prolongar indefinidamente el estar en la cima de su sentimiento de
sumisión y, si es posible, acrecentarlo. Eso implica descartar (o ir
posponiendo) el alivio sexual del orgasmo.
Pero el sumiso es un hombre
y, como tal, el mecanismo psicofisiológico que la evolución le ha deparado
tiende irremisiblemente a obtener ese alivio.
Cuánto menos orgasmos más
sumiso y cuánto más sumiso más desea el orgasmo y seguir, al tiempo, en el clímax
de la sumisión.
Nadie que se encuentre ante
una tensión dialéctica de esta envergadura puede llegar a gestionar
adecuadamente el conflicto. En sí mismo el sistema no tiene recursos para
mantener el equilibrio y la solución. Hay que incardinar ese “sistema” en uno
de superior que lo abarque y lo supere. Solo se puede decidir eficientemente la
tensión poniendo sus polos al servicio de otra causa.
El hombre sumiso la necesita
a ella. La sexualidad de la mujer es ese sistema superior, integrador,
superador. Ella es esa otra causa sublimadora. Ningún hombre como el hombre
sumiso depende tanto de la mujer, ya no solo como sujeto sexual y relacional,
sino para resolver el dilema crónico de su propia vida.
La esposa de un marido sumiso
ha de saber que sin que ella asuma la gestión de la estructura sexual de su
marido, éste, de forma irremediable, errará persistentemente, torpemente, en la
resolución de su conflicto vital. Y, por consiguiente, no acertará en su
participación en la vida sexual y convivencial de la pareja.
O la esposa asume el control
o el fracaso será total.
Poner los polos al servicio
de otra causa, incardinar el sistema en uno superior, no es otra cosa que
decantarlos decididamente al servicio de la sexualidad y el placer sexual de la
esposa, sustituyendo ésta totalmente a su esposo como instancia gestora y
decisoria de su propia sexualidad.
La esposa sí puede resolver
el conflicto. Siendo ella, precisamente ella misma, el norte de a confluencia
de la tensión. La esposa será, por tanto, guía (marca el camino) y norte (es la
finalidad).
Decíamos que cuánto menos
orgasmos más sumiso y cuánto más sumiso más desea el orgasmo y seguir, al
tiempo, en el clímax de la sumisión. El criterio es romper el círculo en ese
punto: cuando ella impera y procura para sí misma el desarrollo de la sumisión,
sustrayendo al marido toda capacidad de decidir sobre su orgasmo, que él acepta
gustoso como la excelencia de la expresión de su sumisión, el conflicto se ha
solucionado y la tensión se resuelve en la forma más eficiente. La esposa
obtiene la máxima dedicación y solicitud de su marido, y éste consagra su
tendencia sumisa liberado de las decisiones masculinas evolutivas que lo
atenazaban en contra de sí mismo.
Puede ser que una esposa no
quiera asumir ese control, puede ser que la confesión de sumisión de su marido
sea tardía... Puede ser que la esposa se incline a pensar que ese es un problema
que tiene él y que él lo ha de solucionar. Tiene razón, pero ha de saber que él
es totalmente incapaz de solucionarlo. Por mucho que quiera, nunca sabrá cómo y
aunque lo supiera no podría llevarlo a cabo. Pueden ser muchas cosas... Pero la
realidad es tozuda y esa es la situación. Está en juego la felicidad
matrimonial.
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