viernes, 11 de noviembre de 2016

Memorias de un sumiso criada. 11. El club

Relato enviado por colaboración
En los siguientes días, mi mayor deseo era poder hablar a mi Señora Teresa de lo que estaba significando para mí la castración. Pero fue imposible porque en ningún momento me permitió dirigirle la palabra. Cada vez que yo, de rodillas al terminar mi trabajo, alzaba la mano tímidamente, ella me contestaba algo así como:
-No tenemos nada de qué hablar, Andrea. Ahora todo marcha perfectamente, ya tengo la criada que quería.
Efectivamente, yo ya era su fiel criada, a la que apenas tenía que decir nada, pues yo sabía perfectamente qué hacer y cómo comportarme en todo momento. Pasaron varias semanas, y mi rutina se hizo bastante fija, con mi tiempo dividido entre el instituto y el servicio a mi Señora, y a Maruja, que de las colegas que conocían mi condición fue la más entusiasta, y cada dos o tres semanas, iba a su casa un sábado o un domingo a dejarla de punta en blanco. Incluso todas parecían haber llegado a un acuerdo para dejarme en paz, con excepción, claro, de mi trabajo de sirvienta. Alberto había dejado el instituto, por fin, y eso significaba mucha más paz allí, menos, claro, el miedo que tenía de que mis compañeras cualquier día tuvieran ganas de jugar y se les ocurriera algo.
Pero yo insistía en levantar mi mano, no siempre, pero sí a menudo, porque cada vez se me hacía más penoso seguir así. Todo era demasiado triste y nunca había tenido tantas ganas de dejarlo todo, con las consecuencias que fueran.
El viernes antes del puente de los santos me preguntó:
-¿Estás segura de querer hablar conmigo? ¿No estás a gusto así? No hay castigos, ni humillaciones. Haces lo que más te gusta: ser una sumisa criada vestida de mujer.  ¿Qué quieres, que te mande el instituto con un vestido?
-No, Señora. En realidad, quería hablarle de eso.
-Pues habla, que ya me tienes intrigada.
-Durante todo el año pasado, servirla vestida de mujer, ser humillada, todo lo que tuve que hacer, tenía una compensación para mi, porque todo eso me excitaba. Y cuando me ponía un camisón en casa para dormir, me sentía bien, pero ahora, castrada, nunca me siento bien.
-¿quién necesita que tú te sientas bien?
-Es que, Señora, perdóneme el atrevimiento, cada día siento más deseos de dejarlo todo, de poner la excedencia, de desaparecer por completo.
Yo le hablaba de rodillas, con las manos atrás y la cabeza inclinada, todavía en uniforme, pero ya preparada para cambiarme e irme a casa a terminar el día.
-Sabes que te voy a castigar por tus palabras. Desnúdate.
La voz de mi Señora, enérgica y furiosa, y tranquila, todo a la vez, me asustó. Me desnudé en un momento, mientras ella salió.
Al volver se puso detrás de mí, y me ató las muñecas y los codos con varios pañuelos, con todas sus fuerzas, hasta hacer muy dolorosa la postura.
-O sea, que la perra ya se ha olvidado de sus promesas.
-No, Señora.
Se puso delante y me dio un par de bofetones.
-¿Te he preguntado algo?
-No, Señora.
-Hoy dormirás aquí.
ZAsS, ZASSS
-Has elegido mal el día para quejarte. O yo muy bien.
ZAASSS, ZASSS
-Verás, yo me voy de puente hasta el martes, y tú también. Claro que no vamos al mismo sitio. Podías haber tenido estos cuatro días libres, pero la señorita no puede callarse.  A tu cuarto.
Caminé de rodillas hasta mi cuarto, donde ella colocó la silla de tijera como la otra vez, apoyada contra la pared y sujeta a un clavo.
-Vamos, a la "cama".
Me acerqué a la silla y ella, de un empujón, me aplastó contra los palos, para atarme brazos, piernas y cuello hasta dejarme dolorosamente inmovilizada. Me tiró una sábana por encima, apagó la luz y se fue, candando la puerta por fuera. Ni la posibilidad de los cuatro días libres me afectaba.
Dormí a ratos, y al amanecer ya ni eso. Simplemente sufría todo tipo de dolores por todo el cuerpo, por lo que me alegré cuando sentí abrirse la puerta. Me desató de la silla, pero me dejó las manos atadas atrás. Me puso una bata por encima y abrochó todos los botones.
-Vas a ser castigada como mereces, pero si haces cualquier tontería, multiplicaremos el castigo y en vez de cuatro días, serán cuatro semanas.
Me empujó hacia la puerta de la calle.
-No creo que nos encontremos a nadie a estas horas.
Bajamos al garaje. Abrió el maletero de su coche.
-¡Adentro!
Fue un viaje largo, de dos o tres horas.
Cuando se abrió de nuevo el maletero, mi Señora estaba acompañada de dos hombres. Tiraron de mi para ponerme de pie. Me desnudaron, me desataron las manos y me empujaron al suelo.
-A cuatro patas, perra.
Me pusieron un collar de perro que se ajustaba con un candado de combinación.
-Vendré el martes a por ella. Hasta entonces, hacer de ella una buena puta. Pero eso sí, claro, prefiero que no se la folle ningún tío.
-Lo intentaremos. Ya nos conoces.
Mi señora desapareció y a mi me arrastraron a una habitación donde sólo había un par de sillones contra una pared y una alfombra mugrienta en el suelo. En la pared opuesta a los sillones había una argolla con una cadena colgando de ella. Me empujaron hasta allí y me ataron el extremo de la cadena al collar, cerrando todo con un candado. Me dejaron sola. La cadena me permitía moverme por la alfombra, sin llegar a los sillones.
Al cabo de unas horas, volvió a aparecer uno de los que me habían llevado allí. Me soltó y me tiró una bata de gasa rosa, de media manga, con adornos de encaje en el pecho. Me la puse y cuando iba a abotonarla y atar el lazo, me dio un manotazo.



-Las putas trabajan con todo a la vista, no me digas que no lo sabes.
Quedaba abierta por delante.
-Esto es un club y nos gusta que esté bien limpio. Tú te encargarás de la limpieza mientras no te esté usando algún cliente. Vamos, a gatas.
De un empujón me puso como quería, a gatas. Y así, humillada, esclavizada, con la bata rosa que solo servía para humillarme, porque no tapaba nada, y sin saber qué iba a ser de mí, sentí una punzada de excitación, como antes de mi paso por la residencia, algo corría por mi pene, y pensé que a lo mejor...
A patadas en el culo me condujo a cuatro patas hasta una especie de club o pub con varios grupos de hombres que tomaban copas, y mujeres en ropa interior entre ellos. Al verme llegar, las conversaciones cesaron y tras unos segundos estalló una carcajada unánime. Bajé la cabeza, no quería ver a nadie ni que nadie me viera.
De encima de la barra mi acompañante cogió un folio plastificado, con un cordón en uno de sus lados largos.
-Atentos todos, que vais a asistir a un milagro: una perrita que sabe leer. Claro que me han dicho que esta perrita es también profesor. ¿Entras así a clase, perrita, a gatas y en ropa interior de mujer?
Más risas acompañaron la broma.
-Vamos, lee.
Leí:
-Perrita. Puta en prácticas. Mamadas gratis.
Me colgó el cartel del cuello.
-De rodillas y a limpiar. No te quiero ver parada. recoge todo lo que veas por el suelo, y muy atenta con los deseos de los clientes.
Empecé mi peregrinaje por el suelo del club, con mi bata rosa alrededor y mi cartel colgando anunciando mi oferta. Me dieron un cubo pequeño para ir depositando todo lo que encontraba, y otro con agua y una bayeta para ir fregando. Pero antes de empezar, ya me llamaron.
-Perrita.
Un hombre sentado en un sillón, con una puta a su lado que lo acariciaba, me hizo una seña. Me acerqué a gatas.
-Quiero probar esas mamadas gratis.
-Llévalo a tu cuarto, perrita, que todavía no estamos tan mamados como para hacerlo aquí.
Me volví a gatas a mi cuarto, con el cliente y su puta. Se sentó en un sillón, con la otra al lado. Se abrió de piernas y yo inmediatamente busqué en su bragueta y un instante después tenía en la boca la primera polla de una larga lista.
-Y no me gusta correrme deprisa, así que tómate tu tiempo.
La tenía dentro, hasta la garganta, y al oírlo la fui sacando, sin dejar de lamer, hasta tenerla fuera del todo, y chupar cuidadosamente toda su polla y sus huevos.
-Susy, trae esa fusta que tenéis por ahí, que esta perra tiene que aprender a hacerlo bien.
No sabía qué quería, rápido, lento... volví a tragarme la polla
-Dale fuerte.
La puta me subió la bata hasta dejarme el culo al aire y empezar a castigar con saña. Zassss ZASSS zassss
-despacio, perrita, pero la polla siempre dentro.
ZASSS ZASSS
Con la polla dentro y mientras recibía una paliza, lo hice lo más suavemente que podía. Y debió de gustarle, porque los azotes cesaron mientras yo seguía mamándosela.
-Ya te diré yo cuando me quiero correr. Tráeme una copa, Susy. Y a este, ¿no se le pone tiesa nunca?
-Está castrado, es un eunuco.
Oírlo fue como un latigazo. Efectivamente, no sentía ningún placer, solo dolor, humillación, y pensé que lo de antes era sólo una ilusión. Solo estaba trabajando de la peor manera posible. Si en algún momento fantaseé con arrastrarme por un puticlub, en bata de mujer, limpiando, chupando pollas gratis, y eso me había excitado, ahora ya no. Y lo peor, estaba realmente prisionera, de allí no podía irme aunque quisiera. Qué lejos quedaba mi vida en el instituto, las humillaciones, que ahora parecían inocentes, de mis compañeras, incluso de mi ama.
No sé el tiempo que tuve que estar con aquella polla dentro, hasta que el hombre me dijo que terminara de una vez.
Salió del cuarto, y yo fui detrás de él, a gatas, hasta entrar de nuevo en el bar, con la idea de llegar a mis cubos, de que nadie se fijara en mí. Imposible. Comentarios groseros, risas, carcajadas llovían a mi alrededor.
Inmediatamente me llamó otro. Y luego otro, y otro más. alguno me ordenó comerle el coño a la puta que estaba con él, lo que fue un respiro maravilloso, y otro me llevó al servicio para limpiarle el culo con mi lengua después de cagar, lo que fue una guinda horrorosa. El alcohol agitaba su imaginación.
En un reloj había visto que eran las siete de la tarde cuando llegué a aquel lugar, y a las ocho de la mañana siguiente seguía limpiando y fregando.
-Id a vestirla para los clientes de la mañana.
Ni siquiera sabía si se referían a mí, hasta que dos putas, una por cada lado, me ayudaron a incorporarme, me llevaron a un servicio donde me desnudaron, me ducharon, yo siempre a gatas, y luego a la habitación de antes. Me pusieron un sujetador de encaje, con relleno, unas bragas a juego y unas medias de liga con encaje, una combinación blanca hasta las rodillas, y un vestido también blanco, de raso el corpiño, cerrado atrás hasta el cuello con una fila de pequeños botones, y de gasa las mangas y la falda, por debajo de las rodillas, "cuida la ropa, porque toda la vas a pagar". Me pintaron los labios de rojo y me peinaron cuidadosamente. Después de lo pasado eso era un sueño. volví a sentir algo de electricidad. Me sacaron a un jardín donde había varias personas, dos de ellas con cámaras de vídeo con pinta de profesionales.
-Disfruta de esta mañana, y si se acerca alguien, recuerda que eres una puta de lujo. Hoy grabaremos la primera parte de una película.
Hay una mesa con un servicio de café. Me acerco, me siento y no sé si debo... pero me han dicho que disfrute. Me pongo un café, cojo una tostada.
Entra un hombre bien vestido, trajeado, que se me acerca. Dejo el café y empiezo a acariciarle a través de los pantalones. El culo, la picha erecta. Se desabrocha la bragueta y allí está, toda para mí. Me arrodillo ante él, con cuidado de no manchar mi vestido, y me meto en la boca su polla. Unos minutos después, cuando va a correrse, la saca y se corre en mi taza de café. Se va.
No tengo dudas de lo que se espera. vuelvo a sentarme, cojo la tostada y la meto en la taza de café con "leche". Me la voy comiendo, bebo unos sorbos.
Y la escena se repite. Ahora es un viejo que apenas puede llegar a donde estoy, apoyado en un bastón. Me acerco corriendo a él, para facilitárselo. busco su picha, que cuelga flácida. Empiezo a masturbarlo y apenas sube, mientras lo acompaño a una silla. Se sienta en ella y yo de rodillas delante alterno manos y boca, hasta conseguir que crezca y, por fin, que se corra en mi boca.
Recoloco su bragueta y como veo que le cuesta levantarse, le ayudo, y lo acompaño a la puerta, yo lo sujeto por la cintura, él lleva su mano en mi culo.
Vuelvo al café, y todavía hay un tercer hombre. Este se corre en mi cara, y yo, con los dedos y la lengua, recojo su leche y me la llevo a la boca.
Luego termino de desayunar.
-Llevadla a su cuarto, le dais algo de comer y que descanse hasta la hora de limpiar.
Me llevaron al cuarto de antes, me desnudaron, me ataron a la cadena, me dejaron un cuenco en el suelo con restos de comida y agua, todo mezclado y se fueron. Y yo, que me parecía que al final había superado aquello agotada, comí lo que pude y me quedé dormida en el suelo en un instante, supongo que paralizada por el horror de saber que estaba allí atada, secuestrada, humillada, y que seguirían haciendo conmigo lo que quisieran.
Me pareció que acababa de dormirme cuando vinieron a buscarme. Me pusieron la misma bata del día anterior y me llevaron al piso de arriba, donde estaban las habitaciones que seguramente utilizaban las putas. Un cepillo, un cubo, una bayeta y los pies con unos grilletes que me obligaban a dar pasos muy pequeños cuando no estaba arrodillada fregando. A mi alrededor las putas se preparaban para trabajar.
Y cuando llegó la hora, me llevaron de nuevo al bar, me colocaron el cartel de perra puta en prácticas y volví a ver pasar las horas casi siempre con una polla en la boca. Era la noche del domingo y había menos jaleo que el día anterior. Al final me dio tiempo a fregar varias veces el local, hasta que me devolvieron a mi cuarto a dormir otro poco en el suelo y atada.
Me despiertan poco después y me llevan, vestida como el día anterior, al jardín. Apenas me da tiempo a ver que está todo preparado para otra película, cuando me tiran en el centro. No sé qué quieren, pero me quedo allí tirada. Se me acerca el que parece mandar allí y me dice:
-La película de hoy se llama Violación, y estoy seguro de que te meterás bien en tu papel. Acción.
"violación", me lleno de miedo al oírlo.
Quiero caminar hacia la mesa donde está el café, como el día antes, pero antes de que me dé cuenta, se ha acercado otro con un látigo y empieza a azotarme por todas partes. Caigo, intento levantarme y escapar, pero los latigazos son más fuertes. Me enrollo en posición fetal soportando el castigo y gritando que paren por favor.
Y paran, pero inmediatamente unas manos poderosas tiran de las mías. Me desnudan a tirones, destrozando la ropa. Me acercan a un árbol y atan mis brazos alrededor del grueso tronco a una rama que queda más arriba. Quedo prácticamente de puntillas para soportar otra tanda de latigazos. Me sueltan y caigo al suelo, e intento huir no sé a dónde a gatas, pero me agarran entre dos y me llevan a una especie de armazón de columpio, pero sin columpio y me cuelgan, boca arriba. Primero las manos, que siguen atadas, y después las piernas, separadas todo lo que pueden, y más arriba que el resto del cuerpo, con lo que mi culo queda abierto y expuesto, y la cabeza colgando. Una de las putas se acerca a mi cabeza, me obliga a abrir la boca y me va derramando en ella un líquido blanco, que sé que es lefa de clientes, ¿de cuántos clientes? Pero no me da tiempo a pensar en eso, porque siento que alguien se mete entre mis piernas abiertas, tira de mi culo hacia arriba y lo llena de vaselina. ¡Me van a violar también por el culo! La puta, mientras tanto, ha terminado con lo que traía en el vaso y me ha obligado a tragarlo todo cerrándome la boca con su mano. Todo con la cámara dando vueltas a mi alrededor. Un tipo se acerca a mi cabeza, caída hacia atrás, y me mea en ella, apuntando sobre todo a la boca y a la nariz. Creo que me voy a ahogar en meada. Otro me levanta el culo hasta tenerlo a la altura deseada, pone su polla en mi esfinter y empieza a empujar. Siento que me rompen por completo. La polla entra a empujones, hasta sentirme completamente invadido, pero todavía puede empeorar. Otra polla se acerca a mi boca y empieza a jugar dentro de ella.
-Traga y chupa, puta.
Trago y chupo, y chupo. Solo quiero que termine, me da igual lo que pase, lo que hagan, pero que termine.
No sé el tiempo que pasa. Yo ya no siento nada. Estoy rota.
Terminan, me desatan y me quedo en el suelo, rota y dolorida.
-ducharla y llevarla al bar directamente, allí comerá algo, que se está haciendo tarde y tiene mucho que limpiar.
La ducha es muy breve, pero al menos veo que el látigo no me ha hecho sangrar, aunque sí tengo el cuerpo lleno de verdugones.
Me pongo la bata y ya camino a gatas hacia el bar.
Hay un cuenco en el centro, que no quiero ni ver, al lado de los cubos y las bayetas. hay pocos clientes pero sé que se va a llenar porque es víspera de fiesta.
-Llevarla a su servicio.
Al lado del servicio hay otra puerta. cuelgan en ella el cartel de mamadas gratis, la abren y me empujan dentro. Es apenas poco más que un armario, de metro y medio de largo por uno de ancho. Está vacío, excepto dos cadenas con grilletes que cuelgan a los lados en la pared de enfrente. Me ponen de rodillas con la espalda contra la pared, y me encadenan las muñecas.
-Si tenemos una queja, probarás de nuevo el látigo.
Y empieza mi tarde, y mi noche. Los tíos entran casi seguidos durante horas. simplemente entran, se sacan la polla de la bragueta y yo me la llevo a la boca. Mamo pollas como quién se come un chupachups, ya todo me da igual.
cuando hay algún paréntesis, supongo que cuando hay menos clientes, me sueltan para que salga a fregar. Luego vuelvo a mi servicio.
Y yo friego, recojo mierda, y mamo pollas, y como del cuenco lo que hay allí, que no quiero ni saberlo, y los oigo reírse.
Me da tiempo a pensar: no me he sentido nunca tan deshumanizado como ahora, y sin ningún placer. Estoy cada vez más decidido a abandonarlo todo, a dejar esto, irme a otro sitio, buscar otro trabajo.
-Llévatela y que descanse contigo -le ordenan a la puta llamada Susy.
Me agarra del collar y tira suavemente.
-Ven conmigo, perrita.
La acompaño hasta el servicio. Me desnuda y paso a la bañera, siempre a gatas. Me ducha con agua caliente, con mucho jabón mientras me acaricia con una esponja. Me da miedo porque me siento muy bien y temo lo que pueda venir. ella parece adivinar mis pensamientos.
-No estés tensa, ni nerviosa. No va a haber más laltigazos ni golpes, ni violaciones. Sólo amor.
Salgo de la ducha, de rodillas, ella me seca despacio con una toalla enorme y suave. Me seca el pelo y me peina. Me da crema en las señales del látigo y me perfuma. Me lleva a una habitación con una cama. Me pone un camisón de seda muy largo, no sé hasta donde porque siempre permanezco a cuatro patas o de rodillas.
 Me pone un cuenco delante con una crema de pescado que me sabe a gloria. Y otro con leche tibia. A gatas, como y bebo con hambre de varios días. Abre el embozo de la cama y me ayuda a subir. Me arropa. Se desnuda y se acuesta a mi lado.
Me acaricia con mucha suavidad mientras me susurra:
-Duerme tranquila, mi perrita, descansa que ya ha pasado todo.
Y le creo, supongo que por necesidad. De repente todo es hermoso, incluso aunque siga siendo su perrita. Es tan hermoso que hasta me parece sentir algo parecido a lo que era la excitación sexual. Me duermo profundamente mientras siento que ella me susurra algo que no llego a entender.
-Perrita, perrita.
Me despierta susy con delicadeza. Ya es de día y me siento demasiado bien, siento miedo.
-Hay que vestirse.
Me lleva a la ducha y repetimos lo de por la noche. Limpia, curada y perfumada, me da un sujetador y unas braguitas, y una combinación corta, con la que puedo moverme a gatas sin arrastrarla.
Me pone la correa y me lleva al jardín y yo empiezo a temblar, pero allí casi no hay nadie más que unas putas sentadas a la mesa.
Susy se sienta en una silla y me deja a su lado. Me baja un cuenco con leche y galletas.
Termino mi desayuno y me tumbo en el suelo, al sol, al lado de Susy, a quién ya adoro. Me quedo adormilado. Me despierto con el hocico de un perro oliéndome, pero no hay nada agresivo en él. Me incorporo a cuatro patas y dejo que el perro se frote conmigo. Susy se agacha y me mete su mano en las braguitas.
-Vaya con el eunuco.
Entonces me doy cuenta de que siento algo ahí, sobre todo porque la mano de Susy no se ha apartado, sino que acaricia mi polla y la siento con ganas de crecer. ¿se me irá pasando ya el efecto de la dosis? Y entonces deseo con todas mis fuerzas que no me pongan otra, que me dejen sentir el placer de la sumisión, de la humillación.
Saca su mano y se da golpecitos en las piernas.
-Ven, putita, sube, ven.
Subo mis brazos sobre sus piernas. Lleva una falda muy corta que me deja casi toda la piel para mí. La miro a la cara, que la acerca a la mía.
-A ver esos morritos de perrita buena.
Le enseño los labios y ella se acerca y los besa.
-Muy bien, mi perrita.
Coge una barra de carmín rosa y me los pinta.
Vuelve a meter su mano y me siento en la gloria. Al fin y al cabo, me recuerdo a mí mismo, soy un hombre, soy hetero, soy sumiso y esta mujer me está tratando como más me gusta. Desde antes de ir al internado no sentía nada ni remotamente parecido a lo que ahora estoy sintiendo.
-Lo siento, perrita, pero yo no lo hago con otras putas, por muy adorables que sean, como tú, pero puedes seguir ahí
Deja mi picha, sube mi combinación por la espalda, y mete su dedo húmedo en las braguitas, por detrás, para rozarme el culo.
-Pero a lo mejor quieres algo aquí.
No quiero, quiero seguir con ella, y gruño un poco, y hago un mohín con los labios rosas. No quiero apartarme de ella, que se ríe. Aplasto más mi cabeza, huelo sus bragas, su sexo.
-Como quieras, perrita -una mano acaricia mi pelo, la otra sigue en mi culo-, pero confía en mí. Te va a gustar, no te vas a separar de mí. Hazme ese favor, di que sí y no te arrepentirás. ¿Me crees?
Y asiento, pero solo porque ella me lo pide así, y porque no me voy a apartar de ella, y la creo.
-Ven.
Me lleva de la correa hasta el centro, se sienta en una piedra baja y me coloca otra vez con  mis brazos sobre sus piernas, y me mete la cabeza entre ellas, cerca del pubis, y lo huelo más y quiero comérmelo. Ella debe sentir mi lengua lamiendo sus bragas, y se deja hacer.
Me acaricia los muslos mientras me baja las braguitas y me da crema en el culo. Llama al perro, que se acerca corriendo, y lo coloca suavemente a mi lado, "mastúrbalo un poquito, que yo no voy a tocar esa picha", con una mano alcanzo su polla y la acaricio. Enseguida noto cómo crece. Ella recupera mi mano y coloca al perro detrás de mi, me da golpecitos en la espalda para que él se suba, y nada, nada de todo eso me importa porque ella tiene una de sus manos en mi polla y me da igual que lo que sienta en mi culo sea la picha de un perro, que se mueve para colocarla, y de repente la tiene dentro de mí. Ella lo calma para que se mueva poco, no me hace ningún daño, al contrario, la combinación de tener el culo lleno y la picha en sus manos es brutal. Me siento llena, y llena de ella, de su olor, de sus palabras. el perro se mueve más deprisa.
Nada ha sido así desde que yo recuerde, nada. Por fin, disfruto con una penetración, con la piel de Susy, con el olor de su cuerpo, con el perro, sí, con el perro, que sigue follándome y yo siento que puedo correrme en cualquier momento, y tengo miedo, porque no sé si debo. Ella se inclina más sobre mí, con lo que mi cabeza se encaja en su regazo, con la faldita totalmente subida, con una mano acaricia y acompaña el movimiento del perro (¿con cuántos tíos y tías lo habrá hecho?), dentro, fuera, dentro, fuera, suavemente, y con la otra mano agarra mi picha.
-Córrete, perrita, córrete sin miedo.
En un momento, acelera, y su mano también, y se corre el animal, y me corro yo, ¡me corro!. Y me siento mejor que nunca, después de tantos meses, y después de otros muchos donde nunca me podía correr alegremente.
Ella se limpia la mano y me limpia la picha. La miro con todo el agradecimiento del mundo, y ella sonríe.
Se levanta y tira de mi correa hacia la zona de los árboles.
-Querrás hacer un pis.
Levanto mi rodilla contra un árbol y meo con verdadero placer. Si quiere que sea su perrita, lo seré, lo que ella quiera. Quiero quedarme allí toda la vida.
Me pone las braguitas y volvemos a la silla donde ella se sienta y yo me acurruco a sus pies, y vuelvo a adormilarme. Estoy cansada. Y feliz.
Al cabo de un rato me suelta la correa.
-Ve, perrita, ve a jugar con los perros mientras preparamos la comida.
Estoy contenta, ladro feliz y me sorprendo a mí misma jugando con los dos chuchos y con un balón, mientras las putas desaparecen en el interior. Estoy vestida de mujer, pero no atada. Podría buscar una salida e intentar irme pero sigo jugando a gatas con el balón.
Sale Susy y vacía unas latas de comida en los cuencos y vamos hacia allá.
-No, tú no, perrita. Tú ven conmigo.
Me lleva a un comedor donde hay varias personas comiendo y coge un par de cazos de paella que deja en un cuenco limpio, a los pies de la mesa.
-Hala, perrita, come, que te tienes que preparar para marcharte.
Marcharme. La miré suplicante. Ella sonrió y me empujó con delicadeza la cabeza hacia el bol.
Cuando terminé, me llevó a la habitación primera, me desnudó.
-Hala, perrita, a tu sitio.
Caminé a gatas hasta la pared con la cadena, a la que me ató.
-Adiós -dijo-. Ha sido agradable.
-Por favor -se me escapó.
Me miró, pero su gesto había cambiado en un instante. Ahora era severo. Se acercó, levantó mi cara y me dio un sonoro bofetón.
-Las perras no hablan. Ya, ya sé que te ha gustado estar conmigo, pero no te equivoques, esto solo era un trabajo. Dios, ¿no te habrás creído que podía sentir alguna atracción por ti? Un pervertido que le gusta ser perra, que se arrastra por todo el club a gatas con una bata de mujer, limpiando y chupando las pollas de cualquiera. Que folla con perros. De todos los tíos que han pasado por aquí eres, sin duda, el último con quién me quedaría. Mírate, a gatas y con un collar de perro. No sé ni como te aguanta tu ama. ¡qué asco!
Salió de mi vida dando un portazo, y me dejó más hundido en la miseria de lo que ya estaba.
Un rato muy largo después, entró el hombre del primer día. Me levantó casi mareándome,  y me quitó el collar.
-Vístete y vas al bar
Dejó encima de un sillón la ropa y salió.
Miré la ropa. Me iba a vestir de mujer. Bragas, sujetador, medias... Una blusa blanca de raso, y un traje chaqueta con la falda con algo de vuelo y la chaqueta entallada, de mi talla. Me sentí guapa. Y mi picha reaccionó ante aquella ropa. Era lo que me gustaba. ¿qué querían de mí? Me arreglé el pelo y me dirigí al bar.
-Andrea, ¡cuánto tiempo! Y qué mona estás -mi señora estaba allí tomando una copa, y yo me postré de rodillas ante ella, con la cabeza inclinada-. He visto las películas que has rodado. Geniales. Y me han dicho que hoy te lo has pasado en grande. Enhorabuena. Ponte de pie, que tenemos que hablar.
La obedecí.
-A ver, no me he olvidado de por qué estamos aquí. Tu impertinencia ha sido castigada, y también has visto que no siempre tiene que ser tan duro. Pero ya sabes que yo no te quiero llevar a la fuerza a nada. Tú eliges. Por una parte, tu sumisión, tu humillación, tus ropas de chica, tu trabajo de criada, este traje que ahora llevas puesto, tan de señora..., por otra parte, nos olvidamos de todo y te vas. Y fíjate si estoy segura de qué vas a elegir que te lo voy a poner más fácil. Si te vas, no pienso utilizar las grabaciones que tenemos. Bueno, claro, las películas de este fin de semana son otra cosa, yo sobre eso no tengo poder, pero bueno, no está tu nombre en ningún sitio y no es fácil que lleguen a manos de nadie que te conozca. Eres libre de irte,  y eres libre de quedarte. Estabas deseando irte, y esta es tu oportunidad. Tienes estos instantes para pensártelo bien. Ya sabes, volver a vestirte de chica en casa, fantasear, masturbarte en solitario y pensar que todo lo tenías y que lo dejaste. O seguir siendo mía, ser realmente la sumisa que tu cuerpo te pide, y poder tener momentos como los de esta mañana, esos momentos que no vas a conseguir de ninguna otra manera, o como los de ahora, travestida delante de todos. ¿Te imaginas? Vestida con un camisón, con tu picha palpitando delante de la cámara suspirando porque te ordene, sí, porque te ordene correrte. O vestida de criada en casa de cualquier compañera, haciendo sus trabajos, recibiendo sus órdenes y sus castigos, algo que todavía no has probado con la excitación que ahora mismo estás sintiendo... ¿Quieres ser una sumisa de verdad, con un Ama de verdad, o quieres ser un triste y solitario pajillero? decide tú, porque tu picha ya veo lo que quiere. Mira cómo se pone bajo la falda solo de pensar en ser la sumisa criada de tus compañeras de instituto.
Me quedé sin palabras. No me esperaba aquello, y tenía toda la razón. Ese último día, maquiavélico último día, me había devuelto al principio, a cuando le juraba que quería ser su esclava toda la vida y esperaba nervioso el momento de correrme delante de ella, tragarme mi leche y trabajar con mis ropas de mujer.
-Nunca te he mentido, no me hace falta, y ahora tampoco te mentiré. Si quieres seguir conmigo recibirás una nueva dosis, más pequeña, y serás eunuco unas semanas más, pocas, un mes o así, hasta formalizar tu relación con León, porque a partir de ahí quiero que disfrutes sexualmente como una perrita, porque así te tendré más contenta y trabajas mejor cuando estás contenta. No creo que haya más dosis desde entonces, aunque nunca se puede asegurar que de este agua no beberé. Pero estás tan guapa así vestida -mientras lo decía me apartaba la chaqueta y sentía sus manos por encima de la blusa y el sujetador-, ¿no es esto como un sueño para ti? Vamos, ¿quieres seguir en mis manos, ser mi esclava y mi perra, mi criada, como ahora, y gozar como y cuando yo te lo ordene?
-Sí, si quiero.
-Y aquí, delante de todos estos testigos, estás de acuerdo con que yo, que seré tu dueña, ponga tus vídeos y películas en la red, con tu nombre, cuando quiera?
-Sí, si Señora.
-Me alegro. Te voy a poner tu dosis.
Me puso de lado, y pude ver la sonrisa de Susy mientras mi Señora me quitaba la chaqueta, desabrochaba un par de botones de la blusa y me la bajaba por un lado hasta descubrir parte del brazo, donde me clavó una jeringuilla.
Volvía a ser su esclava eunuco, y además, voluntariamente.
-Ya me ha contado Susy lo que has disfrutado esta mañana, aunque creo que estaba algo enfadada.
-Enfadada, un poco, pero sobre todo asombrada de que se puedan tener gustos tan pervertidos. Imagínate que tenía su cabeza prácticamente en mi coño, con la boca chupando mis bragas, y con mi mano en su picha, y en vez de seguir ahí y correrse como un hombre, ¿qué hizo? suplicar que la follara un perro por el culo.
No era así, pero yo no podía intervenir para contradecirla: accedí al consolador por miedo a que si no lo hacía ella parara, pero desde luego era Susy la que me tenía encandilada.
-¡Prefería correrse con un un animal, como una buena perrita puta! Pues allá él. O ella. O lo que sea. Que se dedique a lo que mejor sabe: a fregar y a mamar pollas.
-Ya lo has oído, Andrea. Quiero verte trabajando aquí mientras me tomo otra copa. Sin esa ropa, claro. Anda, ponte ahí en medio y haznos un streeptease.
Hubiera sido demasiado bonito que mi Señora me tuviera a su lado vestida de chica.
Me aparté hasta el centro del bar, con bastantes más clientes de los que me hubiera gustado, y volví a quitarme la chaqueta, que dejé en una silla.
-No seas sosa, andrea. Bailando, por favor.
Y bailando, con las risas y carcajadas de putas y clientes como única música, me quité la blusa y la falda, luego las medias, el sujetador y las bragas, apareciendo mi pito medio erecto, porque entonces sí reaccionaba ante estas cosas. Susy dejó el cubo a mi lado y me tiró la bata rosa que había llevado esos días cuando trabajaba en el bar, y con ella puesta, me puse a gatas en busca del cubo y la bayeta. Dejaron de mirarme. Fregaba el suelo entre mesas, sillones o banquetas, procurando no molestar a los que estaban por allí.
-¿Y las mamadas gratis? -gritó uno de los clientes.
-Se terminaron las prácticas, se siente. Aquí, su dueña, es la que decide.
-Que decida Susy -dijo mi Señora.
Susy se sentó a horcajadas en mi espalda, tirándome del pelo.
-Una copa para mí, una mamada de la perrita.
-Eso está hecho. Acércate y que te vayan poniendo la copa.
A tirones del pelo, Susy me llevó hasta donde estaba sentado el cliente, harto de alcohol, que no perdió tiempo y ya tenía la picha flácida fuera y preparada cuando llegamos.
-A trabajar, perrita.
Me la metí en la boca y Susy empezó a moverse como si cabalgara, mientras con sus manos agarrando mi pelo me movía la cabeza arriba y abajo.
-La fusta, que perrita no corre bien.
Más risas y alguien le pasó la fusta, así que con una mano seguía empujando mi cabeza y con la otra me azotaba las nalgas. Así sentí crecer aquella picha dentro de mi garganta, al tiempo que notaba como crecía la mía, para mi vergüenza y regocijo de los demás, hasta que me llenó la boca de semen.
-¡Mirad como disfruta de su alimento!
Con Susy encima y a fustazos, di un par de vueltas por todo el bar. Luego se bajó y siguió pegándome para dirigirme al servicio.
-A lavarse esa boca, que tienes que irte, perrita.
Cuando volví, todavía a gatas, me puse cerca de mi Señora.
-Vístete con esa ropa que has dejado ahí.
A nadie se le ocurrió que lo hiciera bailando, así que terminé enseguida.
Bajamos al garaje, y ya al lado del coche, mi señora me ató las manos atrás, y me vendó los ojos con un pañuelo.
-Hoy viajarás conmigo, andrea, pórtate bien. Cuando estemos lejos de aquí te quitaré el pañuelo.
Me ayudó a subir al asiento delantero, y luego ella se sentó a conducir. Antes de arrancar me tocó las piernas. Un latigazo de placer, sobre todo por lo inesperado, me sacudió al sentir su mano en mis medias. ¿Qué significaba ese gesto? No lo supe hasta muchos minutos después, en la carretera, cuando me dijo:
-Aunque te haya castigado por tu impertinencia, no creas que no he pensado en lo que dijiste. Ahora ya sabemos cual es tu límite, y vamos a respetarlo. A lo mejor es que me voy ablandando, o que te estoy cogiendo algo de cariño, como criada y perrita, no pienses otra cosa. Y me ha gustado que desees seguir siendo mía. Si haces las cosas bien, yo no querré que te vayas, aunque no dudes ni por un momento que cumpliría lo pactado, y tú no te arrepentirás.
Un rato largo después, mi Señora me quitó la venda de los ojos, y puso su mano sobre mi falda, encima de mi picha.
-Te gusta estar vestida así, eh.
-sí, Señora.
Mi polla también contestó.
-He pensado que ya va siendo hora de que vistas siempre de mujer, siempre.
Mi picha contestó por mi.
-Y no te asombres de que tu miembro reaccione, porque lo que te inyecté no era más que un placebo. Era una prueba: te llevé a tu límite y aceptaste. Tendrás que comprarte ropa adecuada, porque no vas a ir a trabajar con vestidos, pero hay ropa de chica que puedes llevar: vaqueros, camisas y blusas sobrias, que simplemente tendrán los botones en el lado femenino y una forma también femenina, camisetas, jerseys... hay mucha ropa que puedes llevar. En seguida tendrás fama de mariquita, pero eso es lo que queremos que seas: un mariquita travesti casado con un perro. Y no hace falta que digas nada, porque ya siento como crece eso que tienes ahí.

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