Leer el prologo.
Leer la primera parte
Leer la segunda parte
CUARTA
PARTE
Siempre
me ha encantado probar cosas nuevas en la cama, de verdad. Pero si yo
era cerrado de mente para algunas cosas, Ella aún lo era más. Por
eso me extrañaba tanto que ahora me animara a lamerla, habiéndolo
tenido prohibido durante tanto tiempo.
- Sé que me he negado muchas veces, pero no sé, quizás no me relajaba o no me he tomado el trabajo para guiarte. Creo que ha llegado la hora de que vayas aprendiendo y que yo te enseñe. Así disfrutaremos los dos. Si te portas bien, te daré un premio al final...
¿Un
premio? ¿Cómo habían cambiado tanto las cosas como para que no
pudiera ponerla en la postura del misionero y penetrarla, eyaculando
dentro como siempre? Pero estaba demasiado desesperado como para
poner trabas, y al verla bajándose la bragas y empujando mi cabeza
bajo su vestido ancho, me dejé hacer. Ella fue indicándome, arriba,
abajo, un poco más allá, ahora chúpame las tetas, ahora vuelve
abajo. Tomó el control totalmente, sintiéndolo especialmente cuando
juntaba sus muslos fuertemente o me tiraba del pelo, dando pequeños
gemidos de placer. Nunca la había visto en ese estado de excitación.
Sudaba, resoplaba y apretaba la almohada. No me cabe duda que todo
aquello fue una mejora para Ella.
Cuando
acabé y salí de allí, desnudo y empalmado, me dirigí corriendo al
cuarto de baño a lavarme la cara. Estaba totalmente sudado, incluso
extenuado, sin saber cuanto tiempo había estado allí. Apenas me
estaba secando, cuando noté como Claudia, juguetona, tomaba mi
miembro desde atrás y lo comenzaba a bombear. Apreté los dientes.
- ¿No vamos a follar?
"Shhh...
- decía mientras tiraba de mi pene, sacándome del baño, hasta que
llegamos a su cuarto. - Ponte a cuatro patas en la cama, anda...
¿A
cuatro patas?
Me
ha encantado antes cuando te he visto, me pone a cien, ¿lo harás
por mi verdad?
Me
sentía un poco humillado de nuevo, viéndola a Ella totalmente
vestida, y estando yo desnudo, con un calentón y a cuatro patas.
- Mira, Javi – dijo acariciándome la cabeza estando Ella de pie – A mi ya no me apetece seguir, pero voy a ser buena y voy a hacerte un favor, dejando que te corras, ya sabes que no lo tienes que hacer muy a menudo...
¿Un
favor? Venga ya...
Si
quieres lo dejamos para la semana que viene.
No,
noooo, por favor, lo haremos a tu manera.
Eso
está mejor, espera que traiga algo para que no se manche la colcha.
En
un instante volvió con una especie de bol de perro que estaba dando
vueltas por el piso.
- Por lo visto, se lo dejaron unos antiguos inquilinos y como no hay mascota lo usaremos para esto. Eso sí, luego lo friegas, ¿vale?
Claro,
Claudia.
Muy
bien. Quédate tal y como estás, no te muevas. Hoy vamos a probar
cositas nuevas, ya hacía tiempo que no te hacía una paja, pero
sabes que odio pringarme...
A
través del espejo que tenía en la cabecera de la cama podía ver
como comenzaba a colocarse unos guantes de látex de esos desechables
que utilizaban en el laboratorio, se untaba una crema con lubricante
y se acercaba a mi. Noté como me indicaba que abriera las piernas,
estando yo a cuatro patas, y desde atrás, tomó mi pene y comenzó a
bombearlo hacia el cuenco.
- Así lo tendremos que hacer a partir de ahora, no quiero ensuciar nada, ¿has entendido?
Si,
Claudia.
Uy,
uy, uy qué bien te ha ido la castidad, no te veo nada respondón. -
decía mientras iba bombeando - ¿Sabes que no quiero que te toques
más tú solo, verdad? ¿A qué sientes mucho más después de este
periodo de castidad? ¿Me juras que jamás lo volverás a hacer?
Síiii,
lo juro...
Bien,
nene. Otra cosa, quiero decirte mientras estamos con las manos en la
masa... - siguió bombeando pero bajando el ritmo al ver que me iba
a correr rápido. - Sería mejor que durante la semana que viene no
nos viéramos. Verás, Lucía lo ha dejado con su pareja y está
algo “depre”, le he prometido que íbamos a dar una vuelta por
ahí para animarla, ¿no te importa, verdad?
Noooo...
- dije mientras la voz se me iba
Así
me gusta, cariño.
De
pronto estallé. La mente se me puso en blanco y sentí como 3
orgasmos a la vez. Ufff qué intenso, comenzaron a temblarme las
piernas. Para terminar, me dio un pico que me dejó más atontado
aún.
Tras
limpiar el plato y ordenar su cuarto (cómo me había pedido que
hiciera cada vez que viniera al piso), me fui escaleras abajo. Una
vez en el coche, pensé en todo lo que había ocurrido. No tenía
lógica, no lo entendía, pero me había excitado de sobremanera,
¿cuál era la causa? ¿Habría sido por la semana en castidad?
¿Quizás por la humillación y el inesperado carácter dominante de
Claudia? Por aquel entonces no había aceptado aún mi lado sumiso y
me creía un mero pervertido. Pero el futuro me depararía nuevas
sorpresas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario