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Cambio de rumbo. Cuarta parte.
Cambio de rumbo. Quinta parte.
Cambio de rumbo SEXTAPARTE
DÉCIMA
PARTE
Seguía
en la habitación de Lucía, a cuatro patas, delante de Ella.
- Entiéndela, es muy inocente. Quiere experimentar, y es totalmente libre de hacerlo, ahora que tiene un novio como tú, tan dócil y sumiso...como debe ser. - dijo acariciándome la cara.
- Pero no te preocupes por ahora sólo está tonteando por Internet, luego se lo preguntas si quieres...yo te he traído aquí por otra cosa...
Lucía
se sentó en el pico de la mesa, y como semanas antes había hecho
Claudia, se bajó las bragas...¡No podía creérmelo! Cuando la
conocí, pensé que no era mi tipo, para nada. Pero después de dos
semanas en castidad, estaba como un perro en celo, no sabía ni lo
que me hacía.
- Llevo un tiempo en sequía, y la verdad, no creo que a Claudita le importe que te use para esto...puede ser nuestro pequeño secreto...otra cosa que no te había dicho es que me pones muchísimo tan sumiso y en pelotas por casa...mmm – dijo acariciándose los pechos - ¿Me vas a aliviar?
Mi
pene quería explotar, me dolía, no podía salir de su jaula. Me
resistí un poco, al fin y al cabo sería como ponerle los cuernos a
Claudia, pero no podía, de verdad, no podía resistirme. Ella tomó
mi cabeza, me empujó debajo de su falda y apretó mis labios contra
su entrepierna. Un olor penetrante, pero agradable me invadió. Perdí
el sentido de la realidad y comencé a lamer como un poseso, envuelto
en esa cúpula de tela, en semioscuridad, no podía pensar en otra
cosa. Ella comenzó a gemir y gemir.
- ¡Qué bien lo haces, cabrón! - Llegó a espetarme...y yo estúpidamente me sentí orgulloso
Parece
que se corrió en un par de ocasiones, estaba sudada y exhausta, pero
seguía pidiéndome más. De pronto, noté un fuerte golpe, y me
desplomé en el suelo, fruto del dolor intenso en la entrepierna.
- ¡Eres un cerdo! - Oí a Claudia gritar enfadada
Estaba
tan entusiasmado que no había escuchado la puerta abrirse tras de
mi. Me habían pillado con las manos en la masa...
- No te quise creer, Lucía, pero no hay ninguna duda, es un cerdo, como los demás.
- Ya te dije, Claudia, que todos son iguales. Ya se te puede caer la venda de los ojos. - dijo mientras se bajaba de la mesa y se subía las braguitas
- ¡Te mandaría ahora mismo a la mierda! Y yo preocupándome por lo que dirías de un par de conversaciones por el chat mientras tú aquí intentando hacerle algo a Lucía...
- De verdad, no era mi intención cariño, es la castidad que me vuelve loco...
- ¡Eres un mierda! - dijo Claudia saliendo del cuarto de Lucía.
En
ese momento Lucía me miró desde arriba con reproche y me ordenó
quedarme allí en silencio. Ella lo arreglaría todo, como siempre.
Las escuche discutir y gritar, unos llantos, pero pronto todo se
calmó y Lucía volvió al cuarto cogida de la mano de Claudia. Me
sentía fatal, apenas me había movido desde que había sido
descubierto.
- Javier, lo que me has hecho hoy no tiene nombre. He decidido perdonarte, pero entiendes que traerá consecuencias, ¿no?
No
podía articular palabra, ¿qué consecuencias?
- ¡Responde, gusano!
- Sí, Señora. - ¿me había llamado gusano mi dulce novia?
- Pues como castigo vas a estar dos semanas sin venir por el piso, no quiero verte el pelo. Y ya veremos en que acaba todo esto.
- Lo entiendo, Señora.
Claudia
se separó de Lucía y volvió a su cuarto. Una vez solos, Lucía
tomó mi cara y me secó el par de lágrimas que acababan de brotar
mis ojos me sentía fatal, hundido por haberla traicionado, yo que
justamente me estaba esforzando tanto en complacerla.
- Shhh, no llores, nene. Tienes que entender que está dolida. Dos semanas pasan volando, verás como te echa mucho en falta. El trabajo se te va a amontonar... -dijo con una sonrisa
Intenté
sonreír tontamente ante su aseveración.
- Pero ahora, debes irte. Yo te llamaré cuando las cosas estén más calmadas.
- Por favor, haga que me perdone. No ha sido mi intención.
- No te preocupes, para eso están las amigas, para arreglar todos vuestros líos. Vamos, vístete y márchate.
- Pero...una pregunta... - dije con audacia señalando mi cinturón de castidad
Lucía
marcó una sonrisa amplia y me indicó con el dedo que no habría
“liberación”.
- Ni te lo voy a quitar ni mucho menos ordeñarte, sabes que eso es trabajo de Claudia y Ella ahora no está para eso, bastante jodida la has dejado. Además, te servirá de lección.
¿Sobreviviría
a otras dos semanas en castidad encerrado en aquel endiablado
instrumento?
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