jueves, 16 de marzo de 2017

Cambio de rumbo. Novena parte.

NOVENA PARTE

Habían pasado un par de semanas, comenzaba a hacer frío, pero gracias a la calefacción del piso, podía deambular arriba y abajo desnudo, y vestido sólo con mi cinturón de castidad. Hacía un par de semanas, había sido mi cumpleaños, y aunque no habíamos celebrado ninguna fiesta, se habían empeñado en hacerme un regalo...

Yo me encontraba arrodillado y desnudo en el suelo, frente a Ellas, altivas y desafiantes, con sus brazos en jarra. No alzaba la mirada, tal y como me habían enseñado, y me contentaba con observar las de cintura para abajo. Lucía tomó la palabra y me alcanzó un paquete con un lazo rosa.

  • Aquí tienes, nene...para que luego digas que no somos buenas, te hemos comprado un regalito de cumpleaños, de parte de las dos.

Al recibir el paquete me sentí contento, quizás no fueran tan malas. Al abrirlo me quedé a cuadros: una pajarita que debería llevar a partir de ahora, un mandil negro para la cocina, guantes para fregar, trapos...¡¡era un kit de amo de casa!! Incluso un libro de masajes para que fuera aprendiendo...

  • Pero...
  • Je, je, ¿no te lo esperabas, eh Javi? Es el kit del buen novio. Al fin y al cabo, invertimos en tu educación.

Poco a poco me acostumbré a los fines de semana con ellas, aunque se iban incrementando las tareas. De alguna forma, con los “muy bien, nene.” o “ estupendo, cariño” empecé a sentirme orgulloso, por muy raro que suene.

Un día descubrí un asunto que me llamó mucho la atención. Terminé de fregar los platos cuando me percaté de un nuevo papel colgado de la puerta de la nevera por medio de un imán. En un primer momento pensé en una especie de planning para Ellas, pero al acercarme más pude percatarme de que se trataba de un gráfico semanal. Marcaba las que había hecho bien y las que no. Esto me hizo pensar que Elena, la tercera compañera de piso, estaba totalmente al tanto de mi situación, amen de alguna mirada o comentario salido de tono, en las pocas ocasiones que nos cruzábamos. Sin embargo, mi propio instinto de supervivencia me hacía tragar y callar, pero una sensación de miedo y vergüenza me invadió por dentro, ¿quién más sabía todo aquello? ¿Debía de servirla ahora a Ella también?

Un día comencé a comerme la cabeza por una cosa en la que, como en el resto, no tenía ni voz ni voto. Pero tonto de mi, creía que ya había tocado fondo y que las humillaciones se habían acabado. Como digo, un día, entrando en el cuarto de Claudia para retirar unos vasos, la encontré chateando por internet. Ella pareció no inmutarse y siguió con lo suyo. Sólo pude ver de soslayo la pantalla pero me pareció que se estaba hablando con varias personas en privados. No paraba de reír y de decir: oooh, mmm, etc. Parecía muy nerviosa.

Como odia que la interrumpan, salí al pasillo. Y fue allí cuando me encontré, al otro lado a Lucía, que entreabría su puerta.

  • Javi, ven aquí, anda. - dijo Lucía llamándome

Dejé las cosas que tenía en la mano y entre cabizbajo en su cuarto (Otra nueva norma era que nunca mirara directamente a la cara a una Mujer, sino al suelo, y ya me había costado unos cuantos días más en castidad el no acatar dicha regla).

  • Dígame, Señora.
  • Así no estamos, bien. - dijo Lucía viendo que yo, al ser más alto quedaba por encima. - Ponte a cuatro patas aquí – dijo señalando el suelo – Tengo que comentarte unas cositas...

Ya me puse a temblar...

  • Verás, vamos a hablar de tu relación con Claudita...mmm...como te lo podría decir...¿entiendes por qué te encerró en ese cinturón de castidad, verdad?
  • Sí, para no ir por ahí enseñándolo.
  • Enseñándolo e intentando usarlo. Puede que nadie te lo dijera, pero un pene...bueno...un micropene, como el tuyo no se puede usar para dar placer a una Mujer, es demasiado...pequeño, ¿obvio, no? - Lucía tenía un extraño poder de convicción – Pero siempre puedes usar la lengua para complacerla, ese será tu punto fuerte.
  • ¿Qué me está intentando decir? - el uso del “usted” se había implantado en todas mis relaciones en el piso
  • A ver...hiciste muy bien comprándole un consolador a Claudita...pero a veces le hace falta algo más...compréndela...necesita...un macho de verdad...que la penetre y la posea salvajemente...y de un tamaño comparable al de su juguete, que no dé risa.

Me puse a temblar, ¿estaba pensando en ponerme los cuernos? Aquello estaba yendo demasiado lejos...

No hay comentarios:

Publicar un comentario