jueves, 9 de marzo de 2017

Cambio de rumbo. Quinta parte.


Relato enviado por colaboración de David Tsuno.


Leer el prologo.

Leer la primera parte

Leer la segunda parte 

Cambio de rumbo. Cuarta parte.

 QUINTA PARTE

La historia avanza con cuenta gotas, ya lo sé, pero en las dos últimas semanas apenas había podido ver a Claudia en una ocasión, y encima para tomar un café. Por lo visto Lucía había quedado muy triste y ella hacía de mejor amiga para levantarle el ánimo, por lo que el fin de semana se había quedado en el piso con ella.

No sé si fueron sus gestos, su forma de comportarse, tan segura, y quizás un poco autoritaria, lo que me alertó. Su ropa había cambiado bastante, no sé, era como si fuera más sexy. Me decía, que ahora que todavía hacía buen tiempo (finalísimos del verano) prefería vestir así. Después de una semana y pico a pan y agua, no podía pensar...iba con un vestido rojo corto, por encima de las rodillas, que mostraba un sugerente canalillo. Uñas de un rojo pasión y unos zapatos de cuña, del mismo colo a juego. El pelo lo llevaba impoluto, planchado y cayendo en flequillo.

Esta conversación la tendríamos un lunes, dejándome la miel en los labios para que la visitara el viernes por la noche. Nada me hacía presagiar el espectáculo que iba encontrar a mi llegada al piso. Allí me encontraba yo, a pie de calle. No tuve que llamar al timbre, la puerta de las escaleras estaba abierta, y yo, todo emperifollado, subí oliendo a colonia.

Pero, no me esperaba para nada el glacial recibimiento. Al abrirse la puerta, pude ver a Lucía, su compañera de piso hippy, en pijama, mirándome fijamente con una expresión muy desafiante. Tenía el pelo recogido en una especie de cola. Aunque era delgada, su cuerpo no era nada atrayente, las curvas brillaban por su ausencia...

  • Hola, entra... - ¿está chica no sabía utilizar otro tiempo verbal que no fuera el imperativo? Pensé.

  • Hola Lucía...gracias...

  • Claudita está en su cuarto. - dijo señalando el final del pasillo. Me sorprendió que usara ese diminutivo.

Me fui acercando a su cuarto y tras llamar a la puerta, entré y la cerré sin estrépito. ¿Qué hacía allí Lucía? ¿No se marchaba a su pueblo los fines de semana? Pero aún tenía esperanzas. Me acerqué por detrás a su mesa de estudios y la besé en el cuello.

  • Hola Javi, je, je, ¿por qué no te quitas la ropa? - dijo juguetona

>> Pues sí que va a ver fiesta, jeje, al fin y al cabo. Qué fuerte empieza. <<, pensé. Hice como me pedía, y fui ordenando toda mi ropa bien doblada en un rincón como Ella me había pedido siempre. Salté encima de la cama y la esperé allí.

Cuando se giró, me pareció una Diosa. No sé si llegaba a temblar, pero estaba muy nervioso, me había costado sangre y sudores no tocarme en casi dos semanas y no podía ya ni pensar. Ella, que iba en un pijama muy sugerente y zapatillas, se sentó en la cama a mis pies, y me hizo acomodarme, sentándome a su lado, de nuevo desnudo...

  • ¿Sabes que estás muy guapo así? Ya podías quedarte así cada vez que vinieras a mi cuarto... - dijo arañando ligeramente mis muslos. Mi pene no cabía en su gozo y comenzó a babear un poco.

  • Pero hoy necesito hablarte seriamente... - dijo cambiando el tono de voz, una de cal y otra de arena. - Necesito que me prestes toda tu atención. - Me miró a los ojos intensamente.

  • Verás, Lucía me ha comentado que durante una temporada no va a marcharse a su pueblo los fines de semana...como comprenderás, esto cambia las cosas...

  • ¿A qué te refieres, cariño?

  • Me refiero a que no podemos tener, sexo, al menos no de la forma de siempre. Verás, a Ella le ofende un poquito la idea de que vengas aquí a comportarte como un mono, no sé, ¿no crees que es un poco violento y denigrante para una Mujer que llegues aquí, descargues y te marches? Por no hablar de Ella, que está pared con pared y se entera de todo...

Me quedé estupefacto.

  • Pero Claudita...

  • ¿Claudita? ¿Quién te ha dado permiso para llamarme así?

  • No sé, como Lucía...

  • No entiendes nada, eso es entre amigas, tú me debes llamar por mi nombre, Claudia.

  • Perdona, Claudia, no creía que te enfadaras.

  • Mira, dejaré las cosas claras de una vez. Si quieres seguir viniendo por el piso, tendrá que ser bajo mis reglas, o las tomas o las dejas.

  • No, te enfades, haré lo que haga falta.

  • Lo primero es que he decidido que no me penetrarás más. Estoy cansada de que me uses como una “funda”. A partir de ahora te centrarás en mi placer, que bien ganado me lo tengo. Y si te portas bien, ya veremos.

  • Pero Claudia...

  • Ni Claudia, ni nada. O lo tomas o lo dejas...

Reflexioné un poco en su proposición, pero por una causa o por otra no podía pensar. Al final, acepté lo que me propuso. Su sonrisa no tuvo precio, ni tampoco el orgasmo con el que acabó ese largo periodo de dos semanas de castidad en el que me había confinado.


No hay comentarios:

Publicar un comentario