domingo, 5 de marzo de 2017

Cambio de rumbo. Segunda parte

Relato enviado por colaboración de David Tsuno.




SEGUNDA PARTE

El sexo que tuvimos a continuación en su solitario piso fue de los mejores en tiempo, y Ella consiguió varios orgasmos en poco tiempo, cosa que no le ocurría muy a menudo. Al terminar me pidió que no me quedara a dormir, porque seguramente vendría el casero al día siguiente y no podía verme allí.

Mientras me vestía, encendió el ordenador, y en ropa interior (muy sexy, por cierto), sentada a lo indio, comenzó a navegar por Internet.

  • Javi, acércate, un momento, antes de que te vayas te quiero comentar una cosa... - dijo cerrando la tapa del portátil.
  • Dime...
  • Verás, he estado pensando en comprarme un vibrador...¿tú que opinas?

La verdad es que me quedé de piedra.

  • Me excita la idea, pero pensaba que esas cosas estaban pensadas para personas que no tenían pareja.
  • Para nada, je, je, je, no seas antiguo, sólo que... a veces me cuesta un poco llegar, y no hay ningún problema en que yo pueda disfrutar sola, ¿verdad?
  • Sí, claro.
  • Pues mira he elegido este... - dijo enseñándome el ordenador, ya abierto.

Aquí tengo que hacer una aclaración sobre el tema regalos. Como yo ya me había independizado y después de un año trabajando tenía un sueldo acomodado (aunque sin pasarse) y apenas tenía gastos, habíamos decidido que iba a ser yo quien pagara nuestros gastos de pareja, como regalitos, entradas de cine, etc, no por machismo ni nada, sino porque Ella, al fin y al cabo, seguía estudiando. Además fue Ella la que propuso la idea...

  • Buff 75 euros, espero que al menos sea bueno...
  • Muy bueno, de verdad, cariño. Si no me hiciera falta no te lo pediría... -ayyy eso me dolió, y más con esa voz de niña caprichosa que puso.
  • Está bien, págalo con mi tarjeta y no te preocupes, nena. - dije yo en plan machote dándole un pico. Ella sonrió con alegría.
Me levanté, y ya había tomado el picaporte de la puerta cuando me tomó por la cadera y me abrazó poniendo su cabeza contra mi espalda.

  • Otra cosa, Javi, antes de que te vayas, quería saber...¿tú te masturbas, verdad? - Otra vez me quedé helado...
  • Sí, lo sabes, te lo he dicho muchas veces... - dije yo con un poco vergüenza
  • Mmm, ¿a diario?
  • Uffff...sí...bueno no...depende – vaya marrón me había caído encima.

Me cogió de la mano, y me sentó en la cama, mirándome a los ojos. La verdad es que estaba buenísima en esa ropa interior negra con encajes blancos, sus pechos parecían querer liberarse y botaban a cada pequeño movimiento...

  • Verás, cariño...he pensado en ello, y creo que no es bueno que te masturbes tanto. No es bueno ni para ti, ni para mi...
  • ¿Qué quieres decir?
  • Hoy ha estado bien, pero...¿tenemos que hablar de todas esas veces que...perdóname...no has dado “la talla”?

De nuevo, blanco. Me sentí totalmente humillado, no creía que mi dulce chica inocente me estuviera diciendo aquello...pero lo más extraño es que mi pene comenzó a crecer, sin proponérmelo. Recé para que Ella no se diera cuenta.

  • Me dejas sin palabras.
  • Mira, lo único que te pido es que dejes de masturbarte. ¿Tenemos sexo semanalmente, no? Algunas veces hasta dos a la semana...¿realmente ves normal que estés todo el día tocándote y viendo películas guarras?
  • ¿Cómo sabes que...?
  • Cariño, el historial del navegador... - Ufff me ponía entre la espada y la pared. Me miró lascivamente.

Reflexioné un poco, y pensé que al fin y al cabo, tenía razón. Ella no le concedía tanta importancia al sexo y parecía lo más lógico. La verdad es que sí que estaba un poco salido, había llegado hasta a coquetear con otras mujeres, pero nunca le había llegado a poner los cuernos. Pronto caí en lo que había ocurrido justo antes...

  • ¿Y tu juguete, entonces?
  • Eso es otra cosa, como te digo, me cuesta mucho tener un orgasmo normalmente. Creo que es justo que si tu te vas a correr una o dos veces a la semana gracias a mi, yo tenga mis momentos de relax más a menudo. Date cuenta que estudio mucho y tengo que relajarme de vez en cuando, y tú no puedes venir a todas horas. Pero tienes que prometérmelo, no te tocarás más.
  • Yo te lo prometo, pero...
  • Nada de peros. - dijo Ella poniéndose mandona – Venga, nene, a casita que se hace tarde, dijo ya de pie y dándome un leve cachete en el trasero.

Imaginadme como me quedé, al cerrarse la puerta del piso a mis espaldas y quedarme mirando el hueco de la escalera. ¿Qué había pasado? Ya lo había prometido y no iba a dar marcha atrás. Si quería comprobar mi autocontrol, me lo tomaría como algo personal.


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