Una Historia de Amor
Capitulo I
Cuando
terminé mi universidad, varias mujeres habían pasado por mi vida sin
dejar mucha huella. No me enamoré y seguía pensando en ella con la
esperanza de encontrarla de nuevo. Fui contratado en una empresa como
jefe de personal y tenía un buen ingreso, con lo que me podía sentir
tranquilo, pero seguía solo, no había podido conocer a nadie como ella,
no podía sacarla de mi cabeza. Laura era diferente a todas las mujeres
que había conocido, a pesar de las diferencias que teníamos, de alguna
manera me sentía atraído demasiado por sus encantos, pues en ese
entonces yo aún era muy inmaduro y como todo adolescente solo pensaba en
tener mi placer sin preocuparme demasiado por que la mujer que estaba
conmigo se sintiera completamente satisfecha. Ahora era diferente pues
había aprendido a disfrutar del sexo brindando placer y sin centrarme
tanto en mí, con lo que le daba la razón a Laura tardíamente.
El
destino suele presentarnos la vida de una forma caprichosa pues
revisando algunas hojas de vida para un cargo que había quedado vacante
en la empresa, encontré la suya, mi corazón dió un brinco y poco faltó
para que saliera brincando por toda la oficina de la alegría que sentí.
Casualidad ??...
Obviamente
tomé mi teléfono y marqué su número para citarla a una entrevista, más
con la intención de poder ver a mi Laura de nuevo que para ofrecerle el
cargo.
Su
dulce voz me alegró el día y quedamos en vernos el día siguiente para
la entrevista después de charlar un poco, con lo que sentí que no había
rastro de resentimiento por lo que había pasado en nuestra adolescencia.
Lleno
de nervios y con las manos temblorosas por volverla a ver después de
tanto tiempo llegué a mi oficina a prepararme para el reencuentro con
Laura más que para la entrevista de trabajo. Atendí algunas candidatas
antes de ella, pues decidí citarla al final para tener más tiempo con la
que siempre fue la mujer de mi vida. Al principio el encuentro fue un
poco tenso, pues me sentía culpable por lo que había pasado en nuestra
relación y la forma en que le terminé, pero Laura seguía siendo la mujer
encantadora que recordaba, su cabello seguía volviendome loco y su
perfume me embriagó desde el momento en que entró a mi oficina. Su
mirada era una de las cosas que más recordaba, tenía un brillo especial
en los ojos que la hacía única, penetrando hasta el fondo de mi alma y
leyendo cada una de mis reacciones con cada palabra suya, ahora era una
mujer muy sensual y me sentí un poco intimidado por ella, tal vez por mi
sentimiento de culpa mezclado con la fuerza de su personalidad. Para mi
sorpresa, Laura no sé había casado y tampoco estaba en una relación, mi
corazón brincaba en el pecho lleno de esperanza. Corriendo el riesgo de
parecer poco profesional la invité a tomar un cóctel ese fin de semana.
El viernes salimos a un pequeño y discreto bar en la zona rosa, fue una
noche increíble en la que le conté todo lo que había pasado en todos
estos años y ella fue un poco más reservada con respecto a su vida,
aunque se veía feliz por nuestro reencuentro. Debido a que había un
proceso de selección para el cargo vacante en la empresa, decidimos
esperar algunos días antes de hablar de nosotros. La llevé a su casa en
las afueras de la ciudad, grande y con un enorme jardín, era una lujosa
construcción heredada de sus padres que habían fallecido hacía un par de
años en un accidente por lo que había quedado sola ya que era única
hija.
si era por el temor de perderla de nuevo o su sensualidad estaba logrando cambios en mí mente y mi forma de sentir placer. Prácticamente estábamos juntos casi siempre, en el trabajo Laura inventaba cualquier excusa para buscarme en mi oficina y provocarme alguna erección y luego dejarme con las ganas de que el día terminara en ese mismo instante para volver a casa con ella. Cada día nuestro amor se volvía más intenso, cada día ella tenía más orgasmos y yo cada vez menos, muy sutilmente fue llevándome a anular mi placer, espaciando cada vez más las noches en las que me corría penetrándola, algunas veces solo tomaba mi pene en sus manos y con gran habilidad me llevaba a un intenso orgasmo, gracias a que era algo muy escaso y a que realmente sabía cómo sacar lo mejor de ese momento. Como si de un niño pequeño se tratara, me iba conduciendo con cariño a centrarme en su placer, me hizo prometerle que no iba a tocarme si no estábamos juntos pues me quería entero para ella. Realmente me enamoré perdidamente de Laura, me convertí en un trozo de barro que ella sutilmente moldeaba a su gusto, y yo me dejaba llevar por el placer de tenerla a mi lado. Disfrutaba realmente con cada uno de sus orgasmos, ya no me centraba en el mío, se convirtió en una especie de droga que bloqueaba mi mente cada vez que estábamos juntos. Lentamente fui cayendo en un abismo, en el que ella gozaba como loca y yo disfrutaba causando su placer, pues el mío la mayoría de las veces era un placer en cuerpo ajeno. Fue tan fuerte nuestra relación que me propuso irme a vivir a su casa, por lo que dejé mi apartamento en alquiler y me fui a vivir con ella y compartíamos los gastos como cualquier otra pareja. Teníamos sexo casi que constantemente cuando estábamos en casa, bueno, si podemos llamar tener sexo a sus orgasmos proporcionados por mi lengua, cada vez más experta en estas lides. Al comienzo de nuestra vida juntos, compartíamos las obligaciones de la casa, algunas veces ella preparaba la cena y yo limpiaba la cocina después de cenar, pero Laura tuvo la idea de que yo debería aprender a cocinar pues así tendría la oportunidad de preparar algo cuando ella no estuviera en casa. Así comenzó por enseñarme algunas cosas sencillas, pues hasta ese momento apenas sabía preparar café. Luego, a medida que iba aprendiendo, fue descargando la responsabilidad de la cocina sobre mis hombros, ahora no solo limpiaba después de cenar, sino que también era el que siempre preparaba todo lo que llegaba a nuestra mesa. Tras algunas semanas en mi curso intensivo de cocina durante los cuales sólo me permitió un orgasmo, eso sí muy intenso, después de prepararle una deliciosa cena y como premio por ello, empecé a protestar por esta situación, no voy a decir que la estaba pasando mal, pero sí quería que tuviéramos un poco de equidad en nuestro placer. Entonces se quejó de que yo poco ayudaba en la casa, pues la cocina no era todo lo que debía hacerse para mantener la casa en pie. Me propuso que si quería tener más equidad en el sexo, debería comenzar por ayudar a limpiar la casa, como dije anteriormente, bastante grande, y si ella veía un cambio en ese sentido, me permitiría tener una noche de sexo bastante intensa. Como si fuera un niño al que le ofrecen un caramelo, accedí a involucrarme más con este aspecto de nuestra convivencia, por lo que tuve que aprender a limpiar pisos, ventanas, el lavado de la ropa, tanto la que se ponía en la lavadora como la que debía ser lavada a mano, aseo de baños y selección de basuras y lógicamente horarios de recolección de la misma. Casi sin darme cuenta, era yo quien hacia todos los oficios en la casa mientras Laura descansaba o charlaba con sus amigas para luego revisar el cumplimiento de mis actividades de limpieza y cocina estableciendo un sistema de premios o castigos según mi desempeño. Dichos premios eran obviamente un desahogo para mis huevos que estaban cada vez más llenos y deseosos de descargar mi placer, obviamente los castigos por algo que no fuera de su entera satisfacción, consistían en privarme por algún tiempo de un orgasmo, que muy pocas veces llegaba por medio de la penetración, pues, la mayoría de las veces Laura me masturbaba de una forma muy sensual. Ella me insistía mucho en que yo no debía masturbarme, pues de hacerlo se sentiría muy decepcionada e incluso traicionada, pues era muy importante para ella que mi placer fuera sólo dedicado a mi princesa, el amor de mi vida, y por tal motivo, acepté sus condiciones pues no quería perderla de nuevo y de todas maneras disfrutaba muchísimo provocando su placer, sus orgasmos me hacían sentir orgulloso de poder tener a una mujer tan hermosa e inteligente a mi lado y hacerla felíz. Al pasar de los meses, en los cuales tuve algunos momentos bastante placenteros, cada vez eran menos frecuentes mis orgasmos y mucho más intensos y frecuentes los suyos. La mayoría de las veces encontraba algún motivo para negarme mi premio, llegué a un punto en el cual ya me estaba empezando a desesperar por correrme, pero Laura me insistía que aguantara por ella, por nuestro amor y la hermosa relación que llevamos, me preguntó si era feliz con nuestra vida, y mi respuesta obviamente fue que sí, que era muy feliz a su lado. De alguna manera Laura sabía mantener viva la chispa que alimentaba nuestro amor. Sin duda la nuestra era una hermosa relación, tal vez poco convencional, pero muy intensa y sensual.
Llegué
a convertirme en prácticamente una criada de Laura en mi propia casa,
cada vez era más exigente y autoritaria, aunque cada vez más estaba más
deseosa de tenerme entre sus piernas y yo, aunque bastante cansado por
mi poco tiempo libre entre el trabajo en la empresa y la casa, más
dedicado a brindarle su placer. No sé de qué forma logro cambiar mi
mente y mi forma de sentir placer, pues disfrutaba tanto de sus orgasmos
que me conformaba con los escasos momentos de placer que Laura me
regalaba, incluso aquella noche en la que me propuso ensayar una técnica
de estimulación de mi próstata diciéndome que tendría un placer que no
había sentido nunca en mi vida, yo tuve mis reservas pues nunca había
explorado mi agujero pues no soy homosexual, ella me animó a hacerlo
pues el hecho de estimularme de esa forma no cambiaba mi condición de
hombre en todo el sentido de la palabra, era mi mujer, el amor de mi
vida quién estaría detrás de mí, así que no había nada que temer. Debo
decir que experimenté una sensación muy agradable, aunque esa noche no
pude correrme. Laura me dijo que tal vez era debido a que hacía solo una
semana me había vaciado los huevos. Entonces me dijo que deberíamos
esperar unas semanas más sin tocarme para que pudiera sentir el placer
de esta nueva forma de orgasmo, bueno, al menos nueva para mí. Este
'ensayo' me había dejado muy caliente y esa noche busque tener sexo
convencional con Laura, pero me dijo que no tenía ganas por ahora, que
si quería podía meterme entre sus piernas mientras ella se dormía, me
sentí un poco humillado, aunque accedí a sus caprichos. Cuando ella se
quedó dormida después de un intenso orgasmo, aún tenía un calentón muy
fuerte y de forma instintiva, casi sin pensar en lo que hacía, comencé a
tocarme el pene buscando aliviar un poco mi libido. Cuando estaba a
punto de correrme Laura despertó y me reclamó por lo que estaba
haciendo, se enfadó mucho y me ordenó, sí, como suena, me ordenó
detenerme en ese mismo instante. Nunca la había visto tan enojada y tuve
mucho miedo de perderla, además de un intenso sentimiento de culpa.
Llorando me dijo que se sentía muy decepcionada de mí y que tendríamos
que hacer algo al respecto, pues no iba a permitir que la engañase de
esa forma, entonces sacó de su mesa de noche algo que nunca había visto
en nuestra casa, no sé desde cuándo tenía unas esposas allí, me dijo que
me recostara dándole la espalda y pusiera mis manos atrás para
esposarme para que pudiera dormir tranquila y asegurarse de que no
volvería a masturbarme durante la noche, pues al día siguiente
tendríamos una muy seria conversación. Convencido de que era mi culpa
esta situación, muy apenado me dejé poner los anillos metálicos en mis
muñecas, ante lo cual mi pene reaccionó de una forma inesperada, algo
que no escapo a su observación, pues me dijo que no se imaginaba que yo
me excitara al estar restringido de esa forma. Interesante, dijo antes
de dormir.
Prácticamente
no dormí esa noche, sumando mis manos esposadas, el sentimiento de
culpa y su comentario sobre mí erección, así cómo las medidas que habría
que tomar para evitar que me tocase de nuevo. Después de esa noche temí
que nuestra relación cambiara y de nuevo sentí mucho miedo de perderla.
Entonces me dió un delicioso y sensual beso y luego de liberarme de las esposas, me entregó un pequeño candado cuyas llaves me pidió ponerlas en su collar, luego me ordenó cerrar la jaula de metal con el candado que tenía en mis manos. Dudé por unos instantes y de nuevo me miró fijamente a los ojos y me preguntó si estaba dispuesto a aceptar sus normas en la casa y en nuestra relación, de ser así debía cerrar el candado bloqueando el dispositivo, si no, ya sabía lo que eso significaba, terminar nuestra relación y nunca más volver a saber de ella. Una lágrima corrió por mi mejilla al pensar en la segunda opción y de inmediato tomé el candado y lo cerré en la jaula, ese click ha sido una de las sensaciones más fuertes que he tenido en mi vida. Nuestra historia de amor tomaba un nuevo sentido, mis orgasmos dependerían de la voluntad de Laura, solo ella era la dueña de mi placer, pero no era todo lo que cambiaba, los días siguientes, ella comenzó a profundizar su dominio sobre mí, de tal forma que tendría que proporcionarle un orgasmo con mi lengua cada nada si quería ganarme un premio relacionado con mi castidad, cómo disfrutaba Laura del sexo oral, era algo demasiado fuera de lo común y yo me convertí en todo un experto en el uso de mi lengua. Incluso en el trabajo, en el cual ella había ascendido vertiginosamente hasta llegar a ser jefe de su sección, me requería algunas veces y me ordenaba meterme bajo su escritorio y tras ordenarle a su secretaria que no la interrumpiera, le daba varios orgasmos que disfrutaba como loca, pero mi pobre y encerrado pene no la pasaba nada bien, mis huevos me dolían muchísimo por la tensión producida por la erección contenida por la jaula. Una noche, ya un poco desesperado por salir del encierro en el que estaba mi pene hacia ya demasiado tiempo, y después de hacerla gozar algunos intensos orgasmos, me puse de rodillas ante ella y le supliqué que me dejara tener un alivio, me respondió sencillamente y sin inmutarse que eso lo decidía solo ella , que yo había aceptado sus condiciones y que por el solo hecho de haberlo pedido estaría mínimo una semana más
Relato de Andy
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