domingo, 12 de marzo de 2017

Una Historia de Amor

Una Historia de Amor

Capitulo I

Mi vida siempre había transcurrido de forma muy normal, en la adolescencia tuve algunas novias con las que tenía relaciones sexuales como cualquier otro chico, nos dábamos nuestras escapadas de alguna fiesta y disfrutábamos de las delicias del sexo como lo hacían todos los chicos. Una de ellas, Laura, fue algo especial, una morena un poco más alta que yo, con un cabello negro y largo que me ponía loco y un cuerpo espectacular, le gustaba el sexo oral de una forma que a mí en ese entonces me parecía algo fuera de lo común, y, aunque lo disfrutaba mucho, me pedía centrarme muchísimo en su placer y algunas veces yo quedaba con ganas de más cuando me decía que estaba cansada y debíamos regresar a casa porque se hacía tarde. De mala gana aceptaba con el compromiso de que la próxima vez sería diferente y tendríamos los dos la misma satisfacción, pero cada vez era más el tiempo que dedicaba a complacerla y menos el tiempo en que yo recibía algún placer. Cansado de esto, después de varios meses, decidí cortar con la relación, ella me decía que me amaba y que no quería que nos dejáramos, pero yo estaba insatisfecho y no hice caso de sus palabras.

Después de eso tuve un par de novias, pero para ser sincero, extrañaba a Laura. Pasó un año y seguía pensando en ella por lo que fui a buscarla a su casa pero se había mudado a otra ciudad y le perdí el rastro. Era algo raro teniendo en cuenta las razones por las que decidí terminar mi relación con ella, pero tenía una extraña sensación de haber perdido la mujer de mi vida. Por mucho tiempo pensé en ella y traté de localizarla sin éxito.

Cuando terminé mi universidad, varias mujeres habían pasado por mi vida sin dejar mucha huella. No me enamoré y seguía pensando en ella con la esperanza de encontrarla de nuevo. Fui contratado en una empresa como jefe de personal y tenía un buen ingreso, con lo que me podía sentir tranquilo, pero seguía solo, no había podido conocer a nadie como ella, no podía sacarla de mi cabeza. Laura era diferente a todas las mujeres que había conocido, a pesar de las diferencias que teníamos, de alguna manera me sentía atraído demasiado por sus encantos, pues en ese entonces yo aún era muy inmaduro y como todo adolescente solo pensaba en tener mi placer sin preocuparme demasiado por que la mujer que estaba conmigo se sintiera completamente satisfecha. Ahora era diferente pues había aprendido a disfrutar del sexo brindando placer y sin centrarme tanto en mí, con lo que le daba la razón a Laura tardíamente.

El destino suele presentarnos la vida de una forma caprichosa pues revisando algunas hojas de vida para un cargo que había quedado vacante en la empresa, encontré la suya, mi corazón dió un brinco y poco faltó para que saliera brincando por toda la oficina de la alegría que sentí. Casualidad ??... 

Obviamente tomé mi teléfono y marqué su número para citarla a una entrevista, más con la intención de poder ver a mi Laura de nuevo que para ofrecerle el cargo.

Su dulce voz me alegró el día y quedamos en vernos el día siguiente para la entrevista después de charlar un poco, con lo que sentí que no había rastro de resentimiento por lo que había pasado en nuestra adolescencia.

Lleno de nervios y con las manos temblorosas por volverla a ver después de tanto tiempo llegué a mi oficina a prepararme para el reencuentro con Laura más que para la entrevista de trabajo. Atendí algunas candidatas antes de ella, pues decidí citarla al final para tener más tiempo con la que siempre fue la mujer de mi vida. Al principio el encuentro fue un poco tenso, pues me sentía culpable por lo que había pasado en nuestra relación y la forma en que le terminé, pero Laura seguía siendo la mujer encantadora que recordaba, su cabello seguía volviendome loco y su perfume me embriagó desde el momento en que entró a mi oficina. Su mirada era una de las cosas que más recordaba, tenía un brillo especial en los ojos que la hacía única, penetrando hasta el fondo de mi alma y leyendo cada una de mis reacciones con cada palabra suya, ahora era una mujer muy sensual y me sentí un poco intimidado por ella, tal vez por mi sentimiento de culpa mezclado con la fuerza de su personalidad. Para mi sorpresa, Laura no sé había casado y tampoco estaba en una relación, mi corazón brincaba en el pecho lleno de esperanza. Corriendo el riesgo de parecer poco profesional la invité a tomar un cóctel ese fin de semana. El viernes salimos a un pequeño y discreto bar en la zona rosa, fue una noche increíble en la que le conté todo lo que había pasado en todos estos años y ella fue un poco más reservada con respecto a su vida, aunque se veía feliz por nuestro reencuentro. Debido a que había un proceso de selección para el cargo vacante en la empresa, decidimos esperar algunos días antes de hablar de nosotros. La llevé a su casa en las afueras de la ciudad, grande y con un enorme jardín, era una lujosa construcción heredada de sus padres que habían fallecido hacía un par de años en un accidente por lo que había quedado sola ya que era única hija.

La semana siguiente transcurrió sin muchos sobresaltos, como habíamos acordado darnos una espera, sólo nos cruzamos un par de llamadas para un pequeño saludo y nada más. El proceso de selección terminó y un comité decidió que Laura ocupara la vacante, obviamente mi concepto fue determinante en su elección, pues no quería que se alejase de nuevo. A primera hora del lunes después de esa semana tranquila, la llamé para comunicarle que había sido seleccionada para ocupar el cargo en la compañía, me hizo saber que se alegraba muchísimo por su nuevo empleo y porque me tendría muy cerca, después me daría cuenta a qué se refería en ese momento. Ella trabajaría en una dependencia diferente a la mía, por lo que no estaría bajo mis órdenes directamente, así que teóricamente no habría problema en que pudiéramos tener una relación personal. Ese viernes la invité a tomar unas copas para celebrar en el mismo sitio donde nos encontramos dos semanas atrás. Después de un par de cocteles fuimos a su casa y vivimos una noche fantástica. Yo estaba absolutamente feliz, mi Laura estaba de nuevo a mi lado y mi vida había tomado sentido de nuevo. Tuvimos por espacio de un par de meses una relación bastante intensa aunque como en nuestra primera relación, Laura disfrutaba teniéndome entre sus piernas usando mi lengua por bastante tiempo, llevándola a tener múltiples e intensos orgasmos , pero cuando se trataba de mí, apenas si me daba la oportunidad de penetrarla, quedando yo muchas veces sin correrme. A diferencia de la primera vez, yo empecé a disfrutar con su placer y cada vez sentía que mi papel en la relación se acentuaba y mientras ella tenía dos o tres, incluso algunas veces más orgasmos por noche, yo alcanzaba a correrme una o dos veces en la semana y de alguna forma esto me hacía estar más unido a ella. No sé
si era por el temor de perderla de nuevo o su sensualidad estaba logrando cambios en mí mente y mi forma de sentir placer. Prácticamente estábamos juntos casi siempre, en el trabajo Laura inventaba cualquier excusa para buscarme en mi oficina y provocarme alguna erección y luego dejarme con las ganas de que el día terminara en ese mismo instante para volver a casa con ella. Cada día nuestro amor se volvía más intenso, cada día ella tenía más orgasmos y yo cada vez menos, muy sutilmente fue llevándome a anular mi placer, espaciando cada vez más las noches en las que me corría penetrándola, algunas veces solo tomaba mi pene en sus manos y con gran habilidad me llevaba a un intenso orgasmo, gracias a que era algo muy escaso y a que realmente sabía cómo sacar lo mejor de ese momento. Como si de un niño pequeño se tratara, me iba conduciendo con cariño a centrarme en su placer, me hizo prometerle que no iba a tocarme si no estábamos juntos pues me quería entero para ella. Realmente me enamoré perdidamente de Laura, me convertí en un trozo de barro que ella sutilmente moldeaba a su gusto, y yo me dejaba llevar por el placer de tenerla a mi lado. Disfrutaba realmente con cada uno de sus orgasmos, ya no me centraba en el mío, se convirtió en una especie de droga que bloqueaba mi mente cada vez que estábamos juntos. Lentamente fui cayendo en un abismo, en el que ella gozaba como loca y yo disfrutaba causando su placer, pues el mío la mayoría de las veces era un placer en cuerpo ajeno. Fue tan fuerte nuestra relación que me propuso irme a vivir a su casa, por lo que dejé mi apartamento en alquiler y me fui a vivir con ella y compartíamos los gastos como cualquier otra pareja. Teníamos sexo casi que constantemente cuando estábamos en casa, bueno, si podemos llamar tener sexo a sus orgasmos proporcionados por mi lengua, cada vez más experta en estas lides. Al comienzo de nuestra vida juntos, compartíamos las obligaciones de la casa, algunas veces ella preparaba la cena y yo limpiaba la cocina después de cenar, pero Laura tuvo la idea de que yo debería aprender a cocinar pues así tendría la oportunidad de preparar algo cuando ella no estuviera en casa. Así comenzó por enseñarme algunas cosas sencillas, pues hasta ese momento apenas sabía preparar café. Luego, a medida que iba aprendiendo, fue descargando la responsabilidad de la cocina sobre mis hombros, ahora no solo limpiaba después de cenar, sino que también era el que siempre preparaba todo lo que llegaba a nuestra mesa. Tras algunas semanas en mi curso intensivo de cocina durante los cuales sólo me permitió un orgasmo, eso sí muy intenso, después de prepararle una deliciosa cena y como premio por ello, empecé a protestar por esta situación, no voy a decir que la estaba pasando mal, pero sí quería que tuviéramos un poco de equidad en nuestro placer. Entonces se quejó de que yo poco ayudaba en la casa, pues la cocina no era todo lo que debía hacerse para mantener la casa en pie. Me propuso que si quería tener más equidad en el sexo, debería comenzar por ayudar a limpiar la casa, como dije anteriormente, bastante grande, y si ella veía un cambio en ese sentido, me permitiría tener una noche de sexo bastante intensa. Como si fuera un niño al que le ofrecen un caramelo, accedí a involucrarme más con este aspecto de nuestra convivencia, por lo que tuve que aprender a limpiar pisos, ventanas, el lavado de la ropa, tanto la que se ponía en la lavadora como la que debía ser lavada a mano, aseo de baños y selección de basuras y lógicamente horarios de recolección de la misma. Casi sin darme cuenta, era yo quien hacia todos los oficios en la casa mientras Laura descansaba o charlaba con sus amigas para luego revisar el cumplimiento de mis actividades de limpieza y cocina estableciendo un sistema de premios o castigos según mi desempeño. Dichos premios eran obviamente un desahogo para mis huevos que estaban cada vez más llenos y deseosos de descargar mi placer, obviamente los castigos por algo que no fuera de su entera satisfacción, consistían en privarme por algún tiempo de un orgasmo, que muy pocas veces llegaba por medio de la penetración, pues, la mayoría de las veces Laura me masturbaba de una forma muy sensual. Ella me insistía mucho en que yo no debía masturbarme, pues de hacerlo se sentiría muy decepcionada e incluso traicionada, pues era muy importante para ella que mi placer fuera sólo dedicado a mi princesa, el amor de mi vida, y por tal motivo, acepté sus condiciones pues no quería perderla de nuevo y de todas maneras disfrutaba muchísimo provocando su placer, sus orgasmos me hacían sentir orgulloso de poder tener a una mujer tan hermosa e inteligente a mi lado y hacerla felíz. Al pasar de los meses, en los cuales tuve algunos momentos bastante placenteros, cada vez eran menos frecuentes mis orgasmos y mucho más intensos y frecuentes los suyos. La mayoría de las veces encontraba algún motivo para negarme mi premio, llegué a un punto en el cual ya me estaba empezando a desesperar por correrme, pero Laura me insistía que aguantara por ella, por nuestro amor y la hermosa relación que llevamos, me preguntó si era feliz con nuestra vida, y mi respuesta obviamente fue que sí, que era muy feliz a su lado. De alguna manera Laura sabía mantener viva la chispa que alimentaba nuestro amor. Sin duda la nuestra era una hermosa relación, tal vez poco convencional, pero muy intensa y sensual. 

Llegué a convertirme en prácticamente una criada de Laura en mi propia casa, cada vez era más exigente y autoritaria, aunque cada vez más estaba más deseosa de tenerme entre sus piernas y yo, aunque bastante cansado por mi poco tiempo libre entre el trabajo en la empresa y la casa, más dedicado a brindarle su placer. No sé de qué forma logro cambiar mi mente y mi forma de sentir placer, pues disfrutaba tanto de sus orgasmos que me conformaba con los escasos momentos de placer que Laura me regalaba, incluso aquella noche en la que me propuso ensayar una técnica de estimulación de mi próstata diciéndome que tendría un placer que no había sentido nunca en mi vida, yo tuve mis reservas pues nunca había explorado mi agujero pues no soy homosexual, ella me animó a hacerlo pues el hecho de estimularme de esa forma no cambiaba mi condición de hombre en todo el sentido de la palabra, era mi mujer, el amor de mi vida quién estaría detrás de mí, así que no había nada que temer. Debo decir que experimenté una sensación muy agradable, aunque esa noche no pude correrme. Laura me dijo que tal vez era debido a que hacía solo una semana me había vaciado los huevos. Entonces me dijo que deberíamos esperar unas semanas más sin tocarme para que pudiera sentir el placer de esta nueva forma de orgasmo, bueno, al menos nueva para mí. Este 'ensayo' me había dejado muy caliente y esa noche busque tener sexo convencional con Laura, pero me dijo que no tenía ganas por ahora, que si quería podía meterme entre sus piernas mientras ella se dormía, me sentí un poco humillado, aunque accedí a sus caprichos. Cuando ella se quedó dormida después de un intenso orgasmo, aún tenía un calentón muy fuerte y de forma instintiva, casi sin pensar en lo que hacía, comencé a tocarme el pene buscando aliviar un poco mi libido. Cuando estaba a punto de correrme Laura despertó y me reclamó por lo que estaba haciendo, se enfadó mucho y me ordenó, sí, como suena, me ordenó detenerme en ese mismo instante. Nunca la había visto tan enojada y tuve mucho miedo de perderla, además de un intenso sentimiento de culpa. Llorando me dijo que se sentía muy decepcionada de mí y que tendríamos que hacer algo al respecto, pues no iba a permitir que la engañase de esa forma, entonces sacó de su mesa de noche algo que nunca había visto en nuestra casa, no sé desde cuándo tenía unas esposas allí, me dijo que me recostara dándole la espalda y pusiera mis manos atrás para esposarme para que pudiera dormir tranquila y asegurarse de que no volvería a masturbarme durante la noche, pues al día siguiente tendríamos una muy seria conversación. Convencido de que era mi culpa esta situación, muy apenado me dejé poner los anillos metálicos en mis muñecas, ante lo cual mi pene reaccionó de una forma inesperada, algo que no escapo a su observación, pues me dijo que no se imaginaba que yo me excitara al estar restringido de esa forma. Interesante, dijo antes de dormir.

Prácticamente no dormí esa noche, sumando mis manos esposadas, el sentimiento de culpa y su comentario sobre mí erección, así cómo las medidas que habría que tomar para evitar que me tocase de nuevo. Después de esa noche temí que nuestra relación cambiara y de nuevo sentí mucho miedo de perderla.

A la mañana siguiente seguía muy enfadada conmigo, ni siquiera el delicioso desayuno que le preparé pudo bajar un poco su enojo. Me prometió que no me iba a dejar pero que sí tomaría algunas medidas adicionales a dejarme esposado durante las noches. Una nueva Laura había despertado, mi Laura que había sido tan dulce, ahora se mostraba decidida a llevar un poco más allá la castidad a la que me tenía sometido con cariño. No sabía qué tenía en mente y tuve algo de temor por las medidas a las que se refería. De forma bastante autoritaria, me prohibió volver a tocarme, si lo hacía me prometió que lo pasaría muy mal, no me dejaría pero si cambiarían muchas cosas en nuestra relación. Sentí mucho temor de sus palabras y le prometí que no volvería a suceder. Al cabo de algunos días, sin tener alivio y en una completa castidad nuestra vida continuó igual que antes, mi lengua haciendo su trabajo y yo manteniendo en orden la casa. Una noche me dijo que me daría un premio por mi cambio de actitud y me pidió ponerme a cuatro patas sobre la cama, desnudo y muy caliente, pues tenía bastante tiempo sin correrme, me puso una gran cantidad de lubricante en mi culo prácticamente inexplorado y comenzó a meter uno de sus dedos con un guante, sus palabras fueron de ternura y comprensión para conmigo, de verdad me sentí recibiendo un premio por mi buen comportamiento. Al principio no sentí más que un pequeño dolor y algo de humillación, pero al pasar del tiempo que permaneció detrás de mí, comencé a sentir algo muy extraño, un placer que nunca había experimentado, aunqueue después de un buen rato de transcurrido el masaje a mi próstata no logré correrme, Laura me dijo que por ahora era suficiente, y me ordenó vestirme de nuevo. Un par de días después me sorprendió de nuevo con un juguete que compró, nunca había visto algo parecido, era una especie de consolador pequeño con una extraña forma, me dijo que se trataba de un masajeador de próstata y que el fin de semana podría tener un orgasmo si mi comportamiento esa semana era sobresaliente, nuevamente me sentí como un niño que se gana un reconocimiento por hacer muy bien su tarea. Yo prácticamente estaba enloqueciendo, solo deseaba tener un orgasmo, prácticamente mi mente no tenía otra cosa en qué pensar. Ese viernes, de solo pensar en lo que pasaría ese fin de semana si es que Laura decidía entregarme mi premio, no aguanté las ganas y discretamente me fui al baño de la oficina y sin pensarlo prácticamente comencé a masturbarme, no aguantaba más el calentón al que me tenía sometido mi hermosa novia, con tan mala suerte o tal vez eso era lo que ella estaba esperando, que Laura me descubrió con las manos en la masa, aunque yo no me enteré hasta esa noche en nuestra casa. Sin signos de enojo, me ordenó desnudarme y ponerme de rodillas ante la cama con las manos atrás, me sentí ante un pelotón de fusilamiento cuando me dijo que sabía lo que había hecho en el baño de la oficina y que no me daría explicaciones sobre la forma en que se enteró. Solo que estaba un poco decepcionada de mí, pero como me prometió, no me dejaría, solo tomaría ciertas medidas para que mi instinto no acabara con nuestra historia de amor. Hábilmente puso las esposas alrededor de mis muñecas así como también otro juego en mis tobillos y los unió con un candado, quedando totalmente indefenso ante Laura. Estaba a su merced, pero no sentía miedo, solo una gran vergüenza y decepción de mí mismo por haberle fallado. Con un rostro serio se puso frente a mi y me preguntó que si la amaba, a lo que obviamente respondí que sí, que era lo único importante en mi vida y le supliqué que no me dejara, que nunca más me iba a tocar sin su permiso, a lo cual me respondió que de eso estaba completamente segura. Me dijo que también me amaba y que no quería dejarme, por eso se veía en la obligación de hacer lo que pasaría a continuación. Sacó de una pequeña bolsa de tela aterciopelada un extraño artículo de metal con la forma de un pequeño pene precedido por un extraño aro, el cual comenzó a poner detrás de mis testículos luego de poner mucho lubricante en toda mi zona genital. Acto seguido empezó a poner mi pene dentro de ese tubo metálico y lo ajustó con el anillo que había puesto antes y me preguntó de nuevo que si quería seguir a su lado y aceptar sus condiciones, me dijo que en ese momento era libre de irme o quedarme a su lado. La suma de mi vergüenza por haberle fallado y el gran amor que siento por ella desde nuestra juventud decidieron el paso que di al prometerle que nunca la dejaría y aceptaba sus condiciones pues no me perdonaría perderla de nuevo.
Entonces me dió un delicioso y sensual beso y luego de liberarme de las esposas, me entregó un pequeño candado cuyas llaves me pidió ponerlas en su collar, luego me ordenó cerrar la jaula de metal con el candado que tenía en mis manos. Dudé por unos instantes y de nuevo me miró fijamente a los ojos y me preguntó si estaba dispuesto a aceptar sus normas en la casa y en nuestra relación, de ser así debía cerrar el candado bloqueando el dispositivo, si no, ya sabía lo que eso significaba, terminar nuestra relación y nunca más volver a saber de ella. Una lágrima corrió por mi mejilla al pensar en la segunda opción y de inmediato tomé el candado y lo cerré en la jaula, ese click ha sido una de las sensaciones más fuertes que he tenido en mi vida. Nuestra historia de amor tomaba un nuevo sentido, mis orgasmos dependerían de la voluntad de Laura, solo ella era la dueña de mi placer, pero no era todo lo que cambiaba, los días siguientes, ella comenzó a profundizar su dominio sobre mí, de tal forma que tendría que proporcionarle un orgasmo con mi lengua cada nada si quería ganarme un premio relacionado con mi castidad, cómo disfrutaba Laura del sexo oral, era algo demasiado fuera de lo común y yo me convertí en todo un experto en el uso de mi lengua. Incluso en el trabajo, en el cual ella había ascendido vertiginosamente hasta llegar a ser jefe de su sección, me requería algunas veces y me ordenaba meterme bajo su escritorio y tras ordenarle a su secretaria que no la interrumpiera, le daba varios orgasmos que disfrutaba como loca, pero mi pobre y encerrado pene no la pasaba nada bien, mis huevos me dolían muchísimo por la tensión producida por la erección contenida por la jaula. Una noche, ya un poco desesperado por salir del encierro en el que estaba mi pene hacia ya demasiado tiempo, y después de hacerla gozar algunos intensos orgasmos, me puse de rodillas ante ella y le supliqué que me dejara tener un alivio, me respondió sencillamente y sin inmutarse que eso lo decidía solo ella , que yo había aceptado sus condiciones y que por el solo hecho de haberlo pedido estaría mínimo una semana más
encerrado en aquella jaula de metal, yo miraba fijamente su collar del que aún colgaban las llaves, ella sonrió y me acarició suavemente la cabeza besando mi boca tiernamente, eres mío y me encanta tener el control sobre tu pene, me dijo con una sonrisa que nunca olvidaré. Esa semana se hizo eterna, yo acataba todas las órdenes que me daba Laura y ella se divertía haciéndome más difícil ganarme mi premio del fin de semana. Esa noche me puso las esposas en las manos y así tuve que dormir, con el efecto que esta situación tenía para mi pobre pene encerrado, Laura me dijo que no quería quejas si esperaba lograr algún alivio al cabo de esa semana, mis huevos me dolían mucho y no me atreví a mencionar el tema pues mi situación era ya un poco desesperada y de verdad solo pensaba en ganarme mi orgasmo el fin de semana. Al día siguiente cuando terminé de ducharme me pidió trabajar un poco con mi lengua, lo que hice gustoso y tuvo un intenso orgasmo. Cuando fui a tomar mi ropa para vestirme no encontré mi ropa interior y le pregunté por ella, me respondió que nunca le habían gustado mis pantaloncillos por lo que había decidido que no los volviera a usar, que por ahora iría sin nada debajo y en la noche buscaríamos alguna solución, nuevamente callé y obedecí, pues no podía perder mi oportunidad de tener un alivio. Realmente la amaba y no me podía dar el lujo de perderla de nuevo aunque eso supusiera algún sacrificio de mi parte, además había aprendido a disfrutar de este estilo de relación que me ofrecía Laura, el amor de mi vida, la única mujer que me había hecho disfrutar del sexo intensamente, paradójicamente en cuerpo ajeno, pero vivía solo para ella, solo quería complacerla aunque tuviera que luchar a brazo partido para obtener un poco de placer para mí. Efectivamente esa noche encontró una solución para mi ropa interior, si no quería ir sin nada debajo de los pantalones, ella con mucho gusto me podía prestar algunas de sus bragas que ya no usa, era mi decisión, por ahora. Por un par de días me sentí desnudo y no podía concentrarme en el trabajo por lo que decidí aceptar su ofrecimiento pues podría encontrar algunas bragas que fueran un poco parecidas a mi ya antigua ropa interior. Para mi sorpresa no fue así, pues Laura había seleccionado varias tangas brasileras y me dijo que se alegraba por mi decisión, la única por cierto desde el día del candado en la jaula de mi pene. Realmente me estaba poniendo a prueba explorando mis límites que cada día se extendían más allá en mi sumisión voluntaria a sus caprichos. Al día siguiente tuve que ir al trabajo estrenando mi nueva ropa interior, me sentí muy humillado, prácticamente no salí de la oficina, solo un par de veces que Laura me llamó a la suya para cumplir con mi cuota diaria de placer para ella y para ir al servicio, sentía que todos me miraban y hablaban en secreto sobre mis nuevas prendas de vestir, me quejé con Laura sobre esto y me dijo que no tenía nada que temer, pues solo ella y yo sabíamos de nuestro pequeño y pícaro secreto. Sin embargo me dijo que no esperaba que su regalo me disgustara y que eso tendría sus consecuencias, pues tendría que aplazar lo que tenía preparado para mi liberación de la jaula el fin de semana. Sentí ganas de llorar, pero ella me dijo que esa noche me haría una propuesta para tratar de salvar algo de placer para mí el fin de semana. Sobra decir que ese primer día con la ropa interior que Laura me regaló fue uno de los más difíciles en esta nueva etapa de nuestra relación.
Relato de Andy

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