lunes, 7 de agosto de 2017

Autobiografía. Historia real. Memorias y forja de un cornudo casto: Capítulo III. ¿…matrimonio? – Introducción (Parte I)

Autobiografía. Historia real. Memorias y forja de un cornudo casto:
Capítulo III. ¿…matrimonio? – Introducción (Parte I)
Ver capítulo anterior

(He cambiado los auténticos nombres para respetar la confidencialidad e intimidad de las personas aludidas, aunque son similares a los reales)

¿Que como definiría a mi esposa..? no es un bellezón pero resulta tremendamente erótica… ojos grandes, atractiva, aspecto de chica fogosa… delgada pero con grandes pechos que sabía utilizar enseñando lo justo, media melena lacia castaña casi rubia, piel muy clara, decidida y segura de sí misma… suplía su no muy elevada estatura con una estética elegante a la vez que sensual, independiente económicamente con trabajo seguro y bien remunerado… dos años mayor que yo… que tenía 25 y seguía VIRGEN cuando la conocí.

De novios nos veíamos solo fines de semana alternos debido a que vivíamos en provincias distintas aunque colindantes.

Quizá por esa circunstancia nos casamos muy rápidamente y desde ese instante como buen omega y potencial cornudo-casto, casi no llegué a cumplir con mis deberes conyugales por más que lo intentaba, apenas tres o cuatro veces en varios meses, (entendiendo “cumplir” solo con la penetración no con mantener una relación sexual completa plena, nunca conseguí que, ni remotamente, mi esposa alcanzara un orgasmo o quedara mínimamente contenta eróticamente hablando, era un visto-no visto)…

Tras una escasa y poco endurecida eyaculación precoz mi mujer se quedaba como antes de empezar… como consecuencia  directa al poco tiempo me echó de la cama de matrimonio, del dormitorio y casí de la casa… aunque la vivienda tiene cuatro alcobas, me tuve que instalar en el sofá del salón, me dijo que no era digno de dormir en una cama, así que cuando “me lo ganara” se lo replantearía (Tras una bronca monumental por su parte en la que yo, pasivo, me limitaba a  callar y no responder).
Ella mandaba, ordenaba y disponía lo que se hacía dentro y fuera de casa al encontrarme acomplejado por mi manifiesta “incapacidad” y mi escasa virilidad.

El hecho de  no ser capaz de satisfacerla, sumado a mi carácter apocado y pusilánime   infería como consecuencia que no le discutiera nada y solo buscara tenerla contenta en cualquier otro aspecto de la relación que no fuera el sexual, mi papel estaba meridianamente claro, no le cuestionaba ni la contrariaba absolutamente en nada…

No le replicaba, solo intentaba que no se molestara y obedecía instantáneamente cualquiera de sus deseos intentando no hacerla enfadar.  Cuando llegaba del trabajo hacía las tareas de la casa (barrer, fregar, polvo, comida, prepararle el baño…). Dada mi escasa hombría y nulo rendimiento en la cama, era buen conocedor del plano de inferioridad en el que constantemente me movía en esta relación y el papel subordinado en el que me encontraba en el matrimonio y a cualquier nivel respecto a ella, no estaba en posición de exigir nada ni hacerme el gallito, ni el valiente, ni el macho… ambos lo sabíamos.

Lógicamente mi esposa desde esos primeros momentos en que comenzó nuestra relación  buscó fuera lo que yo no era capaz de ofrecerle en casa, era lo más normal, lo más justo… aunque yo estaba ciego… o no quería verlo, deseaba estar ciego.
En esa época comenzó abiertamente a hablar de mí y de nuestro matrimonio (o falta de él) sin tapujos ni cortapisas ante amigos y conocidos (por supuesto daba igual que estuviera yo presente o no), ante compañeros de trabajo de ella o míos no perdía ocasión de anularme, rebajarme y dejar constancia de mi impotencia, de mi inservible e ínfimo pitito, mi eyaculación precoz… de lo “abandonada” que estaba… siendo indefectiblemente yo el causante y culpable último de todas y cada una de sus desdichas al no poder satisfacerla en lo más mínimo… estas aseveraciones emitidas en presencia de algún alfa tenía efectos colaterales, eran el embrión de mis cuernos… suponía una diáfana y explícita “declaración de intenciones” que  la “ponía en el mercado” sexual de los auténticos machos con buenos “estoques”, con duros, eficientes y certeros nabos…   enhiestos rabos ante los cuales yo no soportaba la mas mínima comparación, en esta confrontación siempre tenía las de perder… así que…

Eran las circunstancias óptimas para la entrada en escena de los corneadores profesionales especializados en follar propicias esposas de resignados impotentes…. mi mujer reunía los requisitos al completo, estaba casada ofreciéndose abiertamente como “disponible”, el apocado, inservible y cornudo del marido estaba presente y era consentidor (o lo parecía)…  así que se mi mujer se ofrecía abiertamente a los alfa con  “polvos” en bandeja… fáciles, seguros y sin compromiso…  sin posteriores vínculos afectivos ni sentimentales, nada romántico o problemático, solo buen sexo, un buen polvo sin contemplaciones ni complicaciones… otro trofeo erótico más que contar a los amiguetes en la barra del bar… a ella eso parecía no importarle o no era consciente… se dejaba querer, coqueteaba, … aunque yo no estaba autorizado física ni moralmente para reprobarle ni reprocharle nada a mi mujer… solo agachar la cabeza ofreciendo dócilmente mi frente para un buen “implante de osamenta”, la liturgia del cortejo se realizaba ante mis narices sin pudor.

Toda situación era idónea para humillarme  por el escaso tamaño de mis genitales e incapacidad de mantener una erección medianamente aceptable, por mi falta de hombría, mi escaso miembro o por el inexistente rendimiento en la cama por mi eyaculación precoz comentando sin reparos que solo “lo intentaba con ella” muy de tarde en tarde.

Por  temas económicos tampoco perdía ocasión de rebajarme…  por mi escasa nómina inferior a la suya (ella gana más)… Rápidamente los machos  comprendían  la situación general de mi matrimonio y la mía en particular,  no se cortaban un pelo en tirarle los tejos, piropearla,  incluso ligársela delante de mí… llegando alguno de “mano larga” un poquito mas lejos aún palpándole el culo delante del complaciente marido sin que ella le “hiciera ascos” a “la avanzadilla”, mientras yo  caía en barrena sin remisión… iba a peor… “callaba luego otorgaba”.

…llegó a decir textualmente que “buscaba quien pudiera darle lo que en casa le faltaba” (mas claro agua)... ante esta avalancha de situaciones yo no era capaz de hablar, de decir nada ya que, aparte de escaso hombre, era cobarde, sin recursos y además… no se reprimía en contarlo ante desconocidos o a gente muy allegada y cercana a nosotros,  le daba igual, lo hacía con total desparpajo y naturalidad, como sí nada.

Además, tengo la segura certeza que, de haber respondido yo algo, me consta que habría sido ella misma quien me habría replicado con formas muy bordes y denigrándome lo máximo posible ante l@s presentes, cuanto más mejor, su contestación habría ahondado en mi vergüenza y escarnio, el compañero/amigo/familiar no habría tenido ni que molestarse en responder… constantando y acreditando públicamente mi sumisión a ella (eso le encantaba).
Mi esposa siempre era capaz de ampliar una planta en el sótano de mi humillación… (esta frase no es mía, la escuché en una película pero viene como anillo al dedo)

Yo a lo mas que aspiraba era el momento de llegar a casa para refugiarme en mi micropito y evadirme sumergiéndome en el porno de Internet en la soledad de mi cuarto, conversaciones en bdsm en chats,  foros, etc.  que no llegaban mas lejos de echar un ratillo o darme un calentón (paja mental) con sumisos, sumisas, Amas, Amos… de carácter amistoso… que no pasaba (en esos momentos) de ser virtual, ciber…

…me documentaba e informaba sobre esos temas. Me atraían al tiempo que me excitaban, para luego solazarme y disfrutar mi vicio solitario palpando mi miembrito varias veces al día… era un círculo vicioso (nunca mejor dicho)… aunque en esos momentos ya se estaba convirtiendo en una preocupante adicción.

Tanta paja conllevaba que siguiera sin ser capaz de afrontar ni consumar mis deberes conyugales…  eso me  obsesionaba más aún, descargando la presión en la masturbación, sin parar de tocarme y cascármela. Aunque me llevaba horas y horas visionando porno en Internet (azotes, látigo, cuero, bdsm…) al final eyaculaba rápido y mal para,  insatisfecho y acto seguido, continuar palpándome de nuevo para recomenzar y buscar la plenitud, el climax no alcanzado, era la historia interminable.

…pornodependiente, adicto a la paja, el sexo me controlaba y me pervertía progresiva y vertiginosamente, me dominaba en todos los aspectos de mi vida, en cualquier momento,  el ciberporno era el paraíso para mí, un auténtico delirio, me convertí en un esclavo de la pasión masturbatoria por internet, del vicio solitario que me embargaba siendo incapaz de levantar la vista de la pantalla. Absorto, imparable, dependiente de mi ordenador y el recurrente manoseo de mi pequeño pitito…

Y es que, al ser esclavo de la paja, solo era capaz de eyacular tras tanto palparme de una forma rápida y fulminante, en la mayoría de las ocasiones  sin ponérseme dura siquiera, sin empalmarme, tenía que asumir que a mi micropene había de añadir una floja y escasa erección que desembocaba en eyaculación precoz, solo alcanzando algo de satisfacción con el tocamiento solitario… hora tras horas viendo porno, se convirtió en una adicción de la que no podía levantar la vista del monitor ni despegar la mano de mi minúsculo miembro... tras eso comenzaba de nuevo a pajearme.
Todo lo que me faltaba de hombre me sobraba de depravado… al final solo se empalmaba un poco con eyaculación poco abundante…

De inmediato descubrí que no era realmente hombre, que no llegaba a alcanzar ese nivel sino que me quedaba muy, muy… muy lejos tener el honor de ser un macho… mi evidente realidad era la de un sumiso que demandaba rápidamente un/a Am@...

En mi mujer no podía buscar refugio ya que ella no participa de este mundo bdsm, su única obsesión es un hombretón que la folle bien y la deje plenamente saciada, que compense lo que yo soy incapaz de ofrecerle y olvidarse de mí… tampoco dado mi temperamento jamás he tenido arrestos de plantearle nuestra relación o interpelarle por lo que hace fuera de casa, o a donde va… Solo soy un sumiso, casto, cornudo y cobarde.

La ubicación de la pareja estaba clara desde los primeros momentos de nuestro enlace.

Ella se sentía abandonada, rechazada, aunque no era mía la culpa de tener tan pequeño e ineficaz pene y su escaso rendimiento no escatimaba lugar ni desaprovechaba ocasión de dejar meridianamente claro el rol de cada uno en nuestra relación… y yo solo vivía para pajearme.

Coincidiendo en el tiempo, tres o cuatro veces a la semana, simplemente desaparecía sin decirme a donde iba o el tiempo que estaría fuera, sin dar explicaciones ni informarme siquiera…  por mi parte me limitaba a verla arreglarse, elegir su mejor ropa, su lencería mas picante y sexy, perfumarse e irse un día tras otro… siendo consecuente con mi cobardía y siguiendo mi línea de actuación, yo no era capaz de preguntar lo más elemental y lógico para que no pareciera que la censuraba o la controlaba, por otro lado me consumía de celos a la vez que temía y tenía pavor a la respuesta que pudiera espetarme…

Me sentía más a gusto en mi rol pasivo, complaciente, solo esperaba su vuelta impaciente y cuando ésta se producía tampoco le hacía el más mínimo reproche, ella tenía razón y yo no era nadie para censurarle nada ya que no era capaz de “cumplir” nunca… vivíamos bajo el mismo techo pero como hermanos, la realidad es que tenía miedo siquiera de preguntarle... aunque intuía, o mejor dicho, sabía la verdad pero prefería la táctica del avestruz, el no querer ver y hacer como que no pasa nada…

Yo me refugiaba en mi trabajo fuera de casa y en el ciberporno en la intimidad, en la soledad de mi cuarto… así estaba la situación cuando un 21 de diciembre a un paso de la navidad, inmersos en villancicos, panderetas, guirnaldas, zambombas, belenes, escaparates ornamentados, árboles con luces multicolores… se organizó en mi empresa  la tradicional cena con motivo de las fiestas en la localidad limítrofe… he de reconocer que tras contabilidades, presupuestos, balances, asientos, cierre del ejercicio anual, etc… merecía un respiro… olvidarme de todo… evadirme de mi situación personal.

El asequible precio  me permitía apuntarme al evento y, contra lo que pudiera parecer y ante la insistencia de mis compañer@s accedí a asistir a la celebración, cosa rara dada mi contrastada timidez sumado a que soy reacio a participar en este tipo de actos y acontecimientos… en estas reuniones siempre me encontraba fuera de lugar, excluido, marginado… ya que al final de la comida nadie hablaba conmigo (el motivo no lo sé, seré aburrido, plano, poco interesante, comentarios previsibles y tópicos…), el hecho objetivo es que nunca me integraba en ninguna conversación con los comensales que departían animadamente en la mesa mientras comían… pero cierto es que me halagaba el hecho de que me lo hubieran pedido encarecida y reiteradamente e insistido en mi asistencia, además era una evasión de mi triste, penosa e inexistente vida matrimonial…

Irónica y sorpresivamente, “la navidad” sería el detonante de mi bajada “a los infiernos”
                                                           (continuará)

No hay comentarios:

Publicar un comentario