martes, 26 de septiembre de 2017

Infidelidad consentida.... Cap 1.


Sostenía el móvil en mi mano sudorosa, mientras el nombre de Paco se mostraba en la pantalla. Mi pulgar descansó en el botón verde de llamada, listo para presionarlo. Miré desde el teléfono a mi esposa sentada a mi lado, mi corazón latía tan fuerte que estaba seguro de que podía oírlo. Sus ojos se fijaron en los míos, era difícil decir lo que expresaban. Todo lo que sabía era que si presionaba el botón de llamada, mi vida cambiaría para siempre, y cualquier amor propio que tuviera iba a desaparecer para siempre. Tenía  que escoger entre comportarme como un hombre, y hacer frente a mi esposa y ser un nuevo hombre en su vida, o rendirme al hecho de que yo la estaba perdiendo, pero trataba desesperadamente de mantenerme en su vida, y tal vez vivir la fantasía que siempre había tenido: la de ser un cornudo... Todo había empezado hacía apenas dos semanas. Mi esposa Julia se había sentado en nuestro sofá, con cara seria, y para ser honesto, un poco triste. Yo me esperaba lo peor. Habíamos estado casados ​​y felices durante diecisiete años, y estábamos bien juntos, excepto en el sexo. Julia siempre ha sido muy guapa, y siempre ha cuidado su hermoso cuerpo. Sabía que tenía mucha suerte de tener una esposa tan sexy. A todos los hombres les encantaba hablar con ella, pero ella no tenía interés en nada de eso. Ella estaba conmigo y eso era todo. Ella había dejado muy claro que no estaba interesada en nadie más. Yo, por el contrario, disfrutaba cuando ella
conversaba con otros. Me encantaba la idea de que hubiera otro hombre para ocuparse de ella. Que le hiciera correrse. Lentamente comencé a compartir estos pensamientos con ella. Ella no los entendía, pero se avino a jugar mientras hacíamos sexo hablando de gente al azar con la que se relajaría si tuviera la oportunidad. Sabía que no le gustaba hacerlo, todo lo que ella quería era tener sexo real conmigo, no verme como un cobarde que no podía defender a su esposa. Inevitablemente, aunque sólo era hablar por hablar y una fantasía, lentamente fue perdiendo todo respeto hacia mí, y ya no me veía como un hombre de verdad, sino como el quejica en que me convertí cuando teníamos sexo, pidiendo disculpas por tener una polla pequeña, diciéndole que ella merecía un hombre de verdad, que no era culpa suya que yo no pudiera satisfacerla. A medida que pasaba el tiempo, dejó de tener sexo conmigo, por completo. No hice nada por cambiarlo. Esto sólo alimentó mi fantasía de que yo no era lo suficientemente hombre para satisfacer a mi esposa, que a su vez brotó dentro de mí de forma aún más intensa. Al final nuestra vida sexual se vio reducida a que yo le daba un masaje en la espalda, y a cambio ella jugaba consigo misma, mientras me comentaba algún encuentro con los compañeros del trabajo, o que ella imaginaba que saldría una noche con alguno, mientras yo me quedaba en casa como un buen chico. Realmente sabía qué botones presionar para que me excitara. Pero así mismo, yo sabía que iba perdiendo un poco más su respeto hacia mí. Pensé que así sería nuestra vida, hasta esa tarde, hace dos semanas, cuando se sentó en el sofá. Ella me dijo que se estaba acercando a alguien del trabajo, que aunque no habían dormido juntos, ella sentía que quería estar con él. Ella no quería engañarme, así que pensé que iba a pedirme el divorcio. Que ya no me respetaba, que no podía verme como un hombre de verdad.... Estaba devastado y le supliqué que cambiara de opinión. Esto era la realidad, y en la realidad no quería perder a mi esposa por otro hombre. Hablamos durante los siguientes días y me di cuenta de que a pesar de que ella ya no pensaba en mí como un hombre para ella, como una pareja sexual, ella todavía tenía sentimientos por mí, y le dolía verme tan molesto. Seguí rogándole que cambiara de opinión. Que se quedara conmigo. Me gustaría cambiar. Detener mis estúpidas fantasías. Pensé que iba a hacerlo algún día, cada vez que lo veía en el trabajo sabía que lo quería más. Ella quería ser tratada como una mujer por un hombre fuerte. Tres días después, ella llegó a casa y me dijo que quería estar con él, que iban a salir juntos a cenar, y ​​luego reservar una habitación de un hotel.
Toda la noche me quedé despierto, llorando por mi polla, tan flácida como la tenía. La realidad que se me presentaba era un asco. Estaba perdiendo a mi esposa y en absoluto era como había imaginado. Al día siguiente hablamos. Ella me dijo que el sexo con él había sido increíble. No supo lo insatisfecha que había estado conmigo hasta ese momento. Yo estaba desesperado por mantenerla en mi vida, y así dejé escapar que si el sexo era lo que ella quería con él, entonces que sólo lo viera para el sexo, pero que se quedase conmigo. Ella dijo que era más que sólo sexo; ella también tenía sentimientos por él. Estaba desesperado, le dije que lo viera cuando quisiera. Que saliera con él; que se acostara con él, pero que no me dejara. No quería pero, de todos modos, en el fondo sabía que la perdería por él al final, aun así la quería en mi vida el mayor tiempo posible. Durante los siguientes días ella continuó viéndolo, nunca hablamos de lo que ella hacía o hablaba con él, y pensé que pronto se cansarían. Jugué al papel del marido ignorante o cobarde. Sin tratar nunca de impedir que ella lo viera, y esperando en casa hasta que ella regresaba a la mañana siguiente. Era como mi fantasía, pero sin excitación para mí. Todo eso cambió esta noche cuando se sentó conmigo y me dijo que había estado hablando con Paco, y que no quería apresurarse en nada, pero que él tenía miedo de que yo lo agrediera, o peor aún, que tratara de agredir a mi esposa, de hecho, él quería aclarar todo el asunto. No quería romper nuestro matrimonio. Fue cuando mi esposa le habló de mí,  acerca de mis fantasías. Que yo le había dicho que podía verlo, salir con él, follar, y no dejarme todavía. Paco no la creyó, él pensó que ella se lo estaba inventando todo. Fue entonces ella cuando tuvo la idea de decirle que yo le llamaría y le pediría que viniera a recoger a mi esposa y que la llevara a pasar la noche. Así que, ahora, aquí estaba sosteniendo su teléfono, listo para llamarle y darle mi bendición para salir con mi esposa. Sabía que una vez que presionara ese botón, mi vida estaría llena de una ofensa real permanente. Ese pensamiento hizo que mi polla se revolviera... Presioné el botón de llamada y miré hacia abajo el símbolo de marcación en la pantalla y por un segundo quise presionar el botón de cancelar, pero en lugar de levantar el teléfono de mi oído, me quedé escuchando el tono de llamada. Miré el rostro de mi esposa, incapaz de distinguir la mirada que tenía, el desprecio, el disgusto, la incredulidad o el dolor. O tal vez todos ellos juntos. Me estremecí cuando el tono de llamada se detuvo y una voz profunda respondió. "¿Hola?" Sabía que era el teléfono de Julia quien lo llamaba, desde el identificador de llamadas, pero ¿realmente esperaría que fuera yo al otro lado? Julia le había dicho que yo le llamaría para pedirle que la acompañara, para darle su bendición a su asunto. Para demostrar que yo no era una amenaza para él. Pero él dudaba que yo lo haría. Quiero decir, ¿qué hombre lo haría? "Hola, Paco", mi voz gruñó, mi garganta estaba seca como la arena.
-Estás hablando con Pablo, el marido de Julia. Hubo un momento de pausa; supongo que estaba sopesando la situación. "¿Sí?" dijo finalmente.
-Julia me ha pedido que te telefonee para ver si estás libre esta noche y puedes salir con ella, por favor-. No sé por qué dije por favor, pero sentí la súbita necesidad de humillarme más aún. Mis ojos se clavaron en Julia, y podía decir lo que ella estaba pensando, que todas esas fantasías patéticas y enfermizas que tenía eran mi verdadero yo. Que había tomado la decisión correcta al conseguir un verdadero hombre, y cualquier duda le había desaparecido al instante. "Bueno, estoy libre esta noche", su voz tartamudeó un poco. No creo que pueda creer realmente la situación. Después de todo, él era un hombre normal, y un hombre normal no aguantaría pedirle a otro hombre que llevara a su esposa a una cita. -¿A qué hora quiere quedar? -¿A qué hora quieres que te recoja? -le pregunté a Julia. Sus sexis labios se entreabrieron en una sonrisa victoriosa. Estaba roto, y ella había conseguido lo que quería, su nuevo hombre con mi bendición. No iba a ser una espina a su lado. No le iba a causar ningún problema, ni enfrentarme a su amante, discutir o tratar de ​​asustarlo. Creo que finalmente se alegró de que yo fuera tan patético. "A las 9:00", me dijo. "Dile que vas a reservar una habitación en el hotel para esta noche." Sentí que mi cara se ruborizaba al repetir lo que me había dicho. "Ok", fue su simple respuesta antes de colgar...
-Bueno, es mejor que me arregle, así que estáte preparado para cuando llegue para recogerme -dijo Julia, poniéndose de pie. -Voy a darme un baño caliente; ¿me traerías una copa de vino, por favor? Y reserva una habitación a mi nombre para dos, asegúrate de que sea con cama de matrimonio.
-Sí - gruñí mientras observaba su cuerpo sexy salir de la habitación. Y yo estaba permitiendo que otro hombre tomara ese cuerpo delante de mi cara, no solo eso, yo le estaba pidiendo que lo  tomara al llamarle por teléfono. Con un suspiro admití por qué. Yo no era un hombre de verdad, y necesitaba que ella disfrutara de un hombre de verdad en su vida. Con ese pensamiento mi polla comenzó a crecer y ponerse dura. Miré hacia abajo empujando mis vaqueros. Soy patético, me dije a mí mismo, y se hizo aún más difícil... Al rato estaba yo con una copa de vino en la mano, golpeando la puerta del baño, me sentí como lo que era, un criado, a pesar de que Julia todavía era mi esposa, en nuestra propia casa. Ella levantó la vista mientras se depilaba las piernas, sus pechos firmes saliendo de las burbujas del agua  como dos islas. Sus labios se entreabrieron en una sonrisa, podría haber sido mi imaginación, pero podría haber sido una sonrisa también. "Gracias", ronroneó. "¿Has reservado ya la habitación?" "Sí, ya está reservada y pagada por anticipado" dije, pensando en la llamada telefónica que acababa de hacer.  Después me agarró mi polla y poco a poco empezó a estimularla no demasiado, no quería hacerme correr. Si lo hiciera, no creo que pudiera soportar la situación de ella saliendo con él. A pesar de que estaba tan increíblemente caliente, empecé a pensar en las verdaderas implicaciones de la situación. Mi esposa quería estar con otro hombre. En lugar de detenerla, la estaba ayudando. Además ella quería dejarle claro a Paco que yo estaba al tanto. Entendí que pronto no habría manera de que Paco soportara que Julia siguiera viviendo conmigo una vez que su relación se consolidara. Y se hizo claramente evidente que yo era un completo patético y que lo que ansiaba me destruiría. Qué hombre, ¿no?

Me veía afectado por mi propia manera retorcida de pensar. Estaba sintiendo una perversa alegría ante una mala situación, que iría a peor para mí. Estaba perdiendo a mi esposa, pero eso me excitaba. Sin embargo, esto era todavía producto de la fantasía entre mi esposa, Paco, y yo. Por desgracia, dudaba que pudiera permanecer así, como fantasía, mucho tiempo. ¿Y cuando su hermana se enterase de que vamos a separarnos? Ella siempre había sentido debilidad por mí, incluso coqueteaba un poco conmigo. Ella se enfadaría con Julia si ella me dejaba por otro hombre. Claro que, para defenderse, Julia le contaría mis fantasías y cómo yo había bendecido su aventura llamando a Paco. Me sentí humillado. ¿Qué pensaría su hermana de mí entonces? Estos pensamientos seguían pasando por mi mente mientras miraba a Julia en el baño. Ella cerró los ojos y se molestó. "Deja de mirar, no creo que sea apropiado que estés aquí mirándome así. Baja las escaleras y ordena el comedor para cuando llegue Paco." Sus ojos miraban en dirección a mi erección, haciendo gestos con su cara bonita, con una mirada de disgusto. "Patético", declaró. Rápidamente me fui, mi rostro enrojecido de vergüenza mientras ordenaba el comedor. A decir verdad, era bastante ordenado de todos modos, pero siempre hay cosas que repasar, y mientras tanto sentía mi erección palpitante provocada por la visita de otro hombre y me llenaba de emociones poderosas, a pesar de que realmente esperaba que él no pisara nuestra casa...

continuará.

1 comentario: