lunes, 2 de enero de 2017

La historia de Maria Jose -4- final


-Vaya, vaya. Que haces tocándote, María José?  La putita está caliente? Ves a vestirte con la ropa interior de antes. Veras que hay también una minifalda y una blusa. Te lo pones. Repasa un poco tu maquillaje un poco y vienes al salón. Estaremos allí.
Lo hice. Estaba ardiendo, no caliente. Me vestí. Hice lo que pude con el maquillaje. Y fui ante ellos. A una señal de ella, entendí que debía ponerme de rodillas y lo hice.
-Sabes que te has portado mal puta. (me dio dos sonoras bofetada). Que no vuelva a ocurrir (otras). Sabes que tienes totalmente prohibido tocarte sin mi permiso o el de mi esposo (i otras). Mira que bien te queda este colorete rojo, te hace más puta aun. Levántate y  paséate. Y no olvides las maneas. Eres una puta. Menea ese culo y provócanos.
Lo hice. Me levante con las mejillas ardiendo y empecé a pasear. Exageraba los movimientos y e iba de un lado a otro. Ellos no paraban de silbarme, insultarme y reírse de mí. Me hacían agachar a recoger cosas sin doblar las rodillas para verme el culo… Se besaban y magreaban. Ella incluso lanzaba algún gemido. Se levantó y me ordeno desnudarla. Me hizo poner de rodillas para que le sacara los zapatos. Me los hizo lamer y restregar su talón por mis pezones. Los coloque a un lado con mimo. Me agarro del pelo y me restregaba su coño por la cara. Sin miramientos. Se dio la vuelta y su culo, también.
-Aprovecha ahora puta y lámeme bien, toda. Quiero que babees y mojes mis mallas con tu saliva. Estas ardiendo puta. Si fueras un hombre ya tendrías el rabo entre las manos pajeándote, cerda. Levántate y haz lo mismo con mis tetas. Magréalas bien con tu cara. Si osas tocarme con las manos te las corto.
Su marido se levantó, con una erección visible de sobras bajo el pantalón. Agacho mi cabeza al coño de ella y me ordeno seguir. El mientras, le desabrocho la blusa y se la saco. Me levanto la cabeza y sin miramientos me arranco la blusa a mí.
-Mira como manoseo a mi esposa. Tócate tú, como lo hago yo, con ella. Ponte más caliente aun puta. Ella es mía. Tu, perra, jamás la tocaras. Quítate la falda.
Él le ayudo a ella a sacarse las mallas y le metía mano por fuera y por dentro. Yo me saque la falda y mientras me acariciaba los pezones. Ella gemía. Se sentó en el sofá abierta de piernas y empezó a masturbarse. El, agarrándome de los pelos, me acerco la cara a su coño y me ordeno que me tocara. Que acariciara mis huevos y me tocara la celda. Que la deseara. Que me masturbara. El se reía a tope. Ella se corrió intensamente. Un poco recuperada se sentó y me ordeno que desnudara a su marido. Que lo hiciera como una puta. Que le besara y lamiera.
-Vamos cerda, mi marido no es gay. Es muy hombre. Lo notaras por ese bulto tan gordo, que tú no tienes. Pero  si que le gustan las putas como tú. Lámele los pezones. Excítale. Así. Y ahora cuando le saques los calzoncillos, quiero toda esa carne en tu boca. Toda. Y le pones esto. Como hacéis las putas.
Me dio un preservativo. En mi boca no entraba tanta polla y me daban arcadas pero note que alguien me empujaba. No podía soltarla. Al rato, me hizo ponerle el preservativo. Y él se abalanzó sobre ella como un poseso pero mimosamente. Ardía. Se tocaban, y follaban como posesos.
-No pares de acariciarte María José. Él es mi hombre. Ves cómo me hace chillar de placer? Eso es lo que tu deseas y jamás podrás hacer. Debes estar orgullosa de que el me haga feliz.
Nada más correrse su marido, ella cogió el preservativo y lo vacío en mi boca. Una vez vacío, también dejo el preservativo dentro.
-A las putas os gusta la leche calentita verdad? Saboréala y saborea el preservativo también. Está empapado con mis jugos. Así… que buena puta eres. Él tampoco te dará por el culo. Así que serás casta en todo. Solo tu boca tendrá que trabajar, cuando se te ordene. Traga ya y saca el condón bien limpito. Ahora que estamos contentos todos, vamos a redactar un borrador de tu contrato sumisión a nosotros. En él, participaras como quien eres fuera de esta casa. Sin impedimento ninguno y con tu propia voluntad. Entre los tres, lo haremos bonito. Con su firma, y una última prueba después de eso, serás nuestro.
Así, lo hicimos, charlábamos, añadíamos, sacábamos…. Y hasta que llegamos al final y firmamos. Aunque antes de ello, me preguntaron por activa y por pasiva si quería firmar y les dije una y mil veces que si. Una vez todo formalizado, me hicieron desnudar del todo. Bajamos a un sótano y allí, me ataron a un pilar redondo de la estructura. Las manos por encima de la cabeza y atrás rodeándolo.  Me vendaron los ojos. Y empezaron a atarme a cada palmo. Tobillos, pantorrillas rodillas…. Iban subiendo. Y notaba que me ataban fuertemente. No podía moverme ni un milímetro. Al rato oí que ella le decía a su esposo que fuera a la barbacoa a buscar “eso”.  Al rato note un calor intenso entre mi ombligo y mi polla. Fue eso y …notar un dolor tremendo y un olor desagradable. Un dolor que me hacía trabajar todos los músculos del cuerpo pero no podía mover ni uno. Unos segundos y estaba llorando pero note que ya  no dolía tanto. Solo note como trabajaban allí. Como si me pusieran pasta, esparadrapo… yo que se.
-María José. Con tu contrato y tu marca, que veras en cuanto sane, ahora eres nuestra para siempre. Enhorabuena y bienvenida a tu nueva vida.
PD del autor. Este relato que se ha presentado y ocurre en pocos días… supongo que entenderéis que ha durado unas semanas. En una mañana, no se aprende a feminizarse, ni en una tarde a ser una perra educada, y a la noche, marcado y aceptado. Espero que os haya gustado.

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