miércoles, 5 de agosto de 2015

La castidad no depende de una llave.

Qué es la Castidad? Una definición podria ser el comportamiento voluntario tendente a la moderación y adecuada regulación de placeres y/o actos sexuales, ya sea por motivos religiosos o sociales. Esta es la teoría sobre la que se asienta la castidad, un acto (¿innegablemente?) voluntario, como lo son todas las prácticas realizadas en el marco de una pareja, pero aun así creo que hay dos tipos de castidad bien diferenciadas, aunque directamente relacionadas: la castidad física y la castidad psicológica.
En la castidad física con un dispositivo de castidad tipo jaula se dificulta que el hombre pueda tocarse y masturbarse, pero si realmente quiere podrá burlar el dispositivo.
Es en la castidad psicológica donde el compromiso y la honestidad del hombre cobran relevancia.. Mucho más cómodo y práctico de realizar su control de castidad si es de tipo psicológico.
El hombre acepta la voluntad de la mujer de que no se masturbe ni que eyacule sin su expreso permiso. El hombre acepta voluntariamente que sea la mujer la que decida sobre su pene. Independientemente de la forma en que se controle la castidad de un hombre, el hecho de preservar las eyaculaciones del hombre sólo en momentos en presencia de su pareja, bajo su expreso permiso o por sus propias manos, desemboca en un hombre más fiel, más activo, más predispuesto y más involucrado con las actividades y tareas sugeridas. Quizás no debiera ser así, pero es la naturaleza del hombre... seguramente una mujer que tenga a su hombre 15 días sin eyacular a la espera de su permiso corrobore ésta teoría. Los hombre en buena medida se mueven por testosterona. Y deben aprender a controlar sus primitivos impulsos, requiere autodisciplina, compromiso y honestidad por parte del hombre.
Los artilugios y cinturones de castidad masculinos son objetos que se pueden introducir por morbo, como aditivo al juego, para el hombre representa un seguro control de que no se masturba y a veces lo puede necesitar. Incluso realizar la práctica del control total sin retirarlo, pero eso ya depende según gustos.
Hay que tener claro que no habrá absoluta seguridad de que él no se masturba llevando un cinturón de castidad.
Pero hay otra castidad. Una castidad que representa una abstención mucho más allá de la supuesta imposibilidad material de proporcionarse placer un hombre. Una castidad que representa un estado emocional asentado de una forma tan sólida que llega a influir y limitar directamente las acciones físicas que se puedan dar en la persona. ¿Puede llegar a existir esa situación personal? ¿Existe un estado en la persona por el cual se ha autolimitado a recibir placer exclusivamente en presencia de su pareja y bajo su expreso consentimiento? De eso no cabe duda, ya sea por autoconvencimiento o por seguir el juego de la pareja. Pero, ¿puede ese estado emocional y esa convicción personal llegar a impedirle físicamente la práctica de la masturbación, ya no de la eyaculación como tal, sino de la simple obtención de placer a sí mismo? Sí, es posible. Para tratar de explicarlo, podría resumirlo en que desde el punto de vista de una mujer, sí existe la total y absoluta seguridad de que su hombre es incapaz de darse placer, y menos aún de eyacular. Una seguridad que ningún aparato de castidad ofrece ya que ninguno ejerce tal control sobre el sujeto como para impedir la simple obtención de placer físico por cualquier medio. Una seguridad que nace de la propia convicción del hombre, siempre motivada por la acción de su pareja, una convicción que desemboca en la prueba de que sólo hay un candado más fuerte que el que pueda ponerse en la polla, y este es el de la cabeza. Uno que no puede alterarse, que no puede franquearse para tratar de recibir placer sin abrirlo o manipularlo. Un cerrojo psicológico que, frente a una posible obtención de placer, hará saltar de forma inevitable una alarma de arrepentimiento y culpabilidad en el sumiso, seguidas por la confesión sincera y humilde a su pareja. Desde el otro punto de vista, el del hombre, existe el estado emocional mediante el cual la persona renuncia voluntariamente provocarse placer a sí mismo, y eso no es nada nuevo. Pero en ciertos casos, esa "castidad" no viene impuesta por un candado material, sino por una firme convicción y un amplio deseo de guardarse para su mujer, deseo que alcanza su punto cumbre cuando esa sensación traspasa la línea que divide lo psicológico de lo físico. Ese sentimiento, ese principio en el hombre que comenzó como un simple objetivo, puede desembocar en la imposibilidad física (y hago incapié, física) de proporcionarse placer a sí mismo. La identificación del placer individual como un sentimiento incontrolable de infracción, un acto inadmisible que impediría en cualquier hombre eyacular y, en un estado superior, siquiera frotarse con unas sábanas. Asienta una base por la cual, el hombre ya no es, aunque quisiera serlo, dueño de su placer. Y es en este punto en el que se pone en duda la voluntariedad del término castidad. Quizás ese complemento material del cinturón de castidad solo sea necesario o recomendable durante las primeras etapas del proceso de castidad, cuando el hombre aún está acostumbrado a eyacular varias veces a la semana, durante su entrenamiento en la castidad y su mentalización de que no debe eyacular, después de muchos errores, poco a poco, va a tratar de pasar a un estado superior de castidad, más allá de lo material, de igual modo que estan en castidad los religiosos, pero a diferencia de ellos, practicando más sexo que nunca. Quizás... Lo que yo sé es que solo hay una castidad imposible de violar, una que no depende de la efectividad en el diseño de un aparato ni de la capacidad del hombre para esquivarlo. Una que en los momentos difíciles requiere de la paciencia, el apoyo y el incentivo por parte de la pareja, pero que sin duda da los mejores frutos. Una castidad que no depende de una llave.

1 comentario: