Aportación para el blog.
Tengo tendencia a la sumisión
sexual desde que tengo uso de razón. Mi esposa jamás se ha mostrado como una
mujer dominante, tampoco lo contrario. Con cariño y buena voluntad, durante más
de tres décadas hemos conjugado nuestras respectivas orientaciones como mejor
hemos sabido. La sumisión masculina ha estado presente en nuestros juegos
eróticos, sin llegar a despertar nunca una real dominación femenina.
Era un riesgo, pero hace tres meses tomé una
decisión. Compré una jaula para el pene, me la puse y di la llave a mi mujer. Cuando,
bajándome los pantalones, le mostré el dispositivo, mostró asombro y rubor...,
pero sabía de qué iba. Hacía algunos meses que en nuestros juegos yo le había mencionado
que lo haría..., como tantas veces había hablado de cosas que no pasaban de ser
autoexcitaciones verbales. Quiero vivir así, le dije. No sé mucho de todo esto,
dame tiempo, me respondió. Hablamos de ello un buen rato. Aceptó la llave y se
la guardó.
Tenía derecho a todo el
tiempo del mundo. Pero también lo tenía a poder palpar la efectividad tangible de
mi propuesta. A partir de aquel momento intentaba complacerla en todo,
adelantarme a sus deseos, incrementar mis implicaciones domésticas, que
percibiera que se hacía en casa lo que ella quería. Mostrándole con normalidad
y sinceridad que estaba animado, contento y feliz con la jaula puesta y con mi
nuevo comportamiento.
Tímidamente empezó a pedir
alguna cosa, a dar alguna orden. Al cabo de unos días me dijo que la estaba
malacostumbrando. De eso se trata, esto es un juego muy serio, le respondí.
Poco a poco nuestro día a día
se ha ido transformando, eclosionando la preeminencia femenina. Imposición de
tareas domésticas, regulares y ocasionales. Financiación de caprichos.
Disciplina periódica. Masajes, cremas, cuidado de uñas y pies. Control total de
mis orgasmos; restricción, estímulo y negación, los primeros arruinados. Desnudez,
delantal y plug anal para ciertas tareas. Su palabra, siempre la última en la
toma de decisiones. La jaula.
Nuestra convivencia, ya buena
y gratificante, se ha convertido en más sincera, profunda, íntima, estimulante
y divertida. Maravillosa.
La satisfacción sexual de mi
esposa ha crecido de forma exponencialmente extraordinaria... El otro día ella
me dijo: Estas vacaciones de agosto están siendo como un viaje de novios... ¡mejor
que un viaje de novios!
Es evidente que durante años
no supe explicar correctamente mi sumisión ni supe, por tanto, transmitirle los
beneficios que vivir este tipo de sexualidad y de relación interpersonal podía
tener para ambos. No podía explicarlo porque en realidad ni yo mismo conocía su
exacto funcionamiento.
El blog “controldecastidad” y
otras lecturas sobre estas cuestiones nos han proporcionado la clave que nos
faltaba: el control ‘restrictivo’ del orgasmo masculino por parte de la mujer.
Ese es el elemento esencial, la clave de bóveda de todo el edificio.
Haciendo autocrítica, ahora veo
que los períodos refractarios tras mi consabido orgasmo rompían el hilo,
dejaban el punto en la cama y la solución de continuidad arruinaba cualquier
deseo o atisbo de implantación de este estilo de vida. Pero, ¿cómo podía ella
interpretar mis expansiones sobre la obediencia y el servicio como algo más que
mera fantasía estimulante sí era yo mismo el que se olvidaba de todo una vez
finalizado el acto en el lecho? Pero, ¿cómo podía yo saber interpretarme a mí
mismo si todo era un continuo e indefinido volver a empezar?
Mi esposa está empezando a
vivir lo que nunca había imaginado. Yo, lo que siempre he deseado.
Gracias.
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