miércoles, 24 de agosto de 2016

Un gran descubrimiento.

Aportación para el blog.

Tengo tendencia a la sumisión sexual desde que tengo uso de razón. Mi esposa jamás se ha mostrado como una mujer dominante, tampoco lo contrario. Con cariño y buena voluntad, durante más de tres décadas hemos conjugado nuestras respectivas orientaciones como mejor hemos sabido. La sumisión masculina ha estado presente en nuestros juegos eróticos, sin llegar a despertar nunca una real dominación femenina.

Era un riesgo, pero hace tres meses tomé una decisión. Compré una jaula para el pene, me la puse y di la llave a mi mujer. Cuando, bajándome los pantalones, le mostré el dispositivo, mostró asombro y rubor..., pero sabía de qué iba. Hacía algunos meses que en nuestros juegos yo le había mencionado que lo haría..., como tantas veces había hablado de cosas que no pasaban de ser autoexcitaciones verbales. Quiero vivir así, le dije. No sé mucho de todo esto, dame tiempo, me respondió. Hablamos de ello un buen rato. Aceptó la llave y se la guardó.

Tenía derecho a todo el tiempo del mundo. Pero también lo tenía a poder palpar la efectividad tangible de mi propuesta. A partir de aquel momento intentaba complacerla en todo, adelantarme a sus deseos, incrementar mis implicaciones domésticas, que percibiera que se hacía en casa lo que ella quería. Mostrándole con normalidad y sinceridad que estaba animado, contento y feliz con la jaula puesta y con mi nuevo comportamiento. 

Tímidamente empezó a pedir alguna cosa, a dar alguna orden. Al cabo de unos días me dijo que la estaba malacostumbrando. De eso se trata, esto es un juego muy serio, le respondí.

Poco a poco nuestro día a día se ha ido transformando, eclosionando la preeminencia femenina. Imposición de tareas domésticas, regulares y ocasionales. Financiación de caprichos. Disciplina periódica. Masajes, cremas, cuidado de uñas y pies. Control total de mis orgasmos; restricción, estímulo y negación, los primeros arruinados. Desnudez, delantal y plug anal para ciertas tareas. Su palabra, siempre la última en la toma de decisiones. La jaula.

Nuestra convivencia, ya buena y gratificante, se ha convertido en más sincera, profunda, íntima, estimulante y divertida. Maravillosa.

La satisfacción sexual de mi esposa ha crecido de forma exponencialmente extraordinaria... El otro día ella me dijo: Estas vacaciones de agosto están siendo como un viaje de novios... ¡mejor que un viaje de novios!

Es evidente que durante años no supe explicar correctamente mi sumisión ni supe, por tanto, transmitirle los beneficios que vivir este tipo de sexualidad y de relación interpersonal podía tener para ambos. No podía explicarlo porque en realidad ni yo mismo conocía su exacto funcionamiento.

El blog “controldecastidad” y otras lecturas sobre estas cuestiones nos han proporcionado la clave que nos faltaba: el control ‘restrictivo’ del orgasmo masculino por parte de la mujer. Ese es el elemento esencial, la clave de bóveda de todo el edificio.

Haciendo autocrítica, ahora veo que los períodos refractarios tras mi consabido orgasmo rompían el hilo, dejaban el punto en la cama y la solución de continuidad arruinaba cualquier deseo o atisbo de implantación de este estilo de vida. Pero, ¿cómo podía ella interpretar mis expansiones sobre la obediencia y el servicio como algo más que mera fantasía estimulante sí era yo mismo el que se olvidaba de todo una vez finalizado el acto en el lecho? Pero, ¿cómo podía yo saber interpretarme a mí mismo si todo era un continuo e indefinido volver a empezar?

Mi esposa está empezando a vivir lo que nunca había imaginado. Yo, lo que siempre he deseado.

Gracias.

C.

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