lunes, 24 de abril de 2017

El castigo.

Relato de Andy.

El castigo


Hace dos horas y un poco más que estoy en esta posición, mi Ama me ha castigado por comprar un nuevo juego de ropa interior femenina sin consultarle, me ha dicho que no puedo malgastar mi dinero comprando más ropa, porque ya tengo muchisimas bragas y sujetadores, de hecho tengo más ropa interior femenina que masculina. No sé qué me impulsa a comprar más, siempre estoy deseando un panty nuevo, o un sujetador de un nuevo color y que realce un poco más mi pecho, es que la ropa interior femenina tiene demasiados estilos, ya entiendo por qué las mujeres están siempre comprando más y más ropa aunque tengan el ropero lleno. Bueno, el caso es que mi Ama me ha enviado a esta pared vestido o vestida, ya no sé, y me ha dicho que no puedo moverme de aquí hasta que me diga cuál será mi castigo.

En estas dos horas he podido pensar en muchísimas cosas y también estoy tratando de anticipar cuál podrá ser el castigo que mi Ama tiene pensado para mí, me he imaginado que en cualquier momento vendrá con un látigo en la mano y me azotará el trasero hasta dejarlo bien rojo y ardiendo como le gusta que esté cuando hago algo que no le gusta o simplemente cuando quiere verlo así, aunque en este momento el peor castigo es sentirme abandonado e ignorando por Ella, mi Reina, esa sensación de que pudo haber olvidado que estoy aquí, en esta posición, de pie y vestido con estas prendas y estos zapatos, es algo que me perturba y me llena de angustia, ese es uno de los peores castigos, su indiferencia me lastima, pues sé que no solo sufro yo, sino que Ella no obtiene placer de esta situación, solo es una lección para su sumiso por no contar siempre con su aprobación antes de tomar cualquier tipo de decisiones.

Ya mi mente está más enfocada en imaginar lo que sucederá más tarde que en mi cansancio y la humillación por la posición. Llegué a pensar que vendría hacía mí y me pondría un collar de cuero en el cuello cerrado con un candado y unido a una cadena con la que me conduciría hasta su cuarto de torturas, luego me pondría en el cepo, completamente inmovilizado de manos y pies, me daría muchos azotes y luego de ponerme un vibrador en mi culo, me dejaría así el resto de la noche, torturando también mi pene, bueno, ahora es suyo, con la jaula de pinchos que me puso desde que decidió castigarme por mi falta, además de las pinzas, que tanto le gustan para su sumiso, mordiendo cada uno de los pezones y la mordaza en mi boca ahogando mis quejidos ante el castigo recibido. Toda la noche estaría meditando sobre mi falta y con muchas sensaciones diferentes, excitación, dolor y frío, además de abandono y también la impotencia de no poder detener el castigo, y la humillación de estar con el culo y en general todo mi cuerpo completamente a disposición. Creo que sería una noche muy larga sin su presencia física, aunque con todos los recordatorios de su dominación sobre mí.

Tal vez mi castigo consista en enviarme a la terraza vestido como estoy a tomar el sol por algún tiempo para que el sol marque mi piel dejando las marcas del sujetador y la tanga en mi piel, haciéndome recordar mi falta cada que me vea en un espejo, además de que no podré ni siquiera quitarme la camisa en público pues todos verían las marcas de sol de mis prendas femeninas, eso sería una gran humillación.

De repente vuelvo a la realidad, oigo sus pasos acercarse a mí y su voz ordenándome que traiga las cadenas y esposas, pero no me gusta para nada lo que trae en su mano, además de las llaves de mi jaula de castidad. Con mi cabeza baja para no mirarla directo a los ojos, me dispongo a cumplir con su orden, entonces me lleva a su cuarto de torturas y me temo lo peor, me inmoviliza en una gran cruz que tiene allí y me retira la jaula, el inquilino de ésta, inmediatamente se levanta al sentirse libre de su prisión, pero no sabe lo que le espera. Con una sonrisa un poco perversa venda mis ojos y me pone las pinzas en mis pezones causando un gran dolor, luego juega con mis huevos y presiona un gran plug dentro de mi culo, pone una mordaza en mi boca y me da un sermón sobre lo que hice mal y me explica por qué seré castigado. Me dice que por el próximo mes sólo usaré ropa interior femenina y veré qué tengo demasiada pues no repetiré ninguna tanga durante todo el mes, así que no necesito estar comprando más sin su aprobación. Cuando menos pienso, comienza a masturbarme lentamente pero sin dejarme terminar logrando una gran erección por lo excitante de mi situación, pero de repente se detiene y me quita la venda de los ojos pero la mordaza sigue en su lugar, me explica que no quiere que mis gritos interrumpan este gran momento. Con horror puedo ver que lo que traía en sus manos además de las llaves de mi jaula de castidad será puesto en un lugar donde me causará un gran dolor. No sé por qué mi Ama adora ese terrible instrumento de tortura, y ahora no puedo hacer nada para evitar que cierre los afiliados y temibles dientes del anillo Kali sobre mi pene erecto. Nunca voy a olvidar su mirada y su sonrisa mientras cierra el anillo en la base de mi pene erecto, el dolor es terrible, mis ojos comienzan a emanar lágrimas de dolor, pero se detiene, agradezco que lo haya hecho, pues no creo que hubiera podido soportar tanto dolor. Se aleja de mí y me deja unos minutos pensando en lo que había pasado y recuperándome un poco del terrible sufrimiento que me causó por esos escasos segundos. Pero al regresar tiene en sus manos una bolsa con hielo que aplica directamente sobre el pene para que la erección, que no disminuyó a pesar del castigo, desaparezca y vuelve a mostrarme el terrible anillo, sonríe y me dice que el resto del día tendré que hacer todo el aseo de la casa, y además cocinar para Ella con el pequeño adorno que me pondrá como recordatorio en el pene, que si llega a tener una erección, por pequeña e insignificante que sea, me causará un gran dolor. Retira la bolsa de hielo y el pene está en su mínima expresión, entonces empieza a cerrar el anillo alrededor de la base y lo cierra con un pequeño candado guardando las llaves en el collar que cuelga de su cuello, ubicándose en medio de sus magníficos senos. Aún con el pene totalmente flácido, se sienten los pinchos penetrando la delicada piel y causando un poco de dolor, tengo que evitar excitarme, pero es algo casi que imposible cuando me enseña la ropa que deberé usar para mis oficios en la casa el resto del día, una minifalda que solo me cubre un poco el trasero dejando al descubierto las bragas, el liguero y las medias, además de una blusa semitransparente que enseña el sujetador, dentro del cual coloca un par de prótesis y cambia mis zapatos por unos tacones de más de 10 centímetros que me causarán una gran excitación y por consiguiente muchísimo dolor.

Creo que de ahora en adelante no volveré a tomar decisiones por mi cuenta, pues es sólo Ella quien decide todo por mí, qué ropa visto, incluso qué como y qué jaula de castidad de las 5 que tengo debo usar cada día, pues hace bastante tiempo que mi pene permanece encerrado, ya que solo me retira la jaula en muy contadas ocasiones y por unos cuantos minutos nada más.

Lección aprendida, me costará algún sufrimiento adicional y también humillación el haber pasado por encima de su autoridad. Seguro no volverá a ocurrir después de esto, pues una vez mi pene esté libre de ese temible anillo no le daré motivos para torturarme de nuevo de esa manera. Nadie puede imaginarse en este momento cuánto añoro que me ponga mi jaula de castidad, aunque esto represente volver a la frustración de no poder tener ninguna erección y mucho menos un orgasmo, además de no poderme tocar y al ir al baño, tener que hacerlo como una señorita, siempre sentado.


Al terminar mis labores, después de muchísimo dolor y humillación, mi Ama me ha regalado una noche de mimes a su lado en su cama. Me ha permitido dormir a su lado, me consuela con sus caricias y abrazos y me produce una sensacion contradictoria, ya que su cariño y su cercania hacen que mi pene, que sigue con ese temible anillo y sus pinchos torturándome, intente desesperadamente salir de su prision. Mezcla sublime de dolor y placer. No puedo evitar la ereccion y Ella parece disfrutarlo.  Sus caricias y mimes me dejan saber que soy valioso para Ella, su cara de satisfaccion cuando se frota contra mi pene que es suyo, demuestra cuanto esta disfrutando con mi dolor. Ella adora este anillo y yo lo soporto solo porque mi Dueña asi lo indica.  Se que sus castigos son solo para que yo aprenda a ser mejor sumiso cada día. Me dice que mañana temprano, después de preparar su desayuno volveré a la jaula, cómo ansío ese momento, aunque creo que mi sufrimiento ha valido la pena, pues Ella se muestra feliz por lograr que su sumiso aprenda una nueva lección.

3 comentarios:

  1. que buen castigo...reflexiona y aprende ...seguro!!!!

    ResponderEliminar
  2. Por supuesto q aprende. Por eso es mi sumiso. Mi hermosa sumisa castigada contra la pared.

    ResponderEliminar
  3. Excitante relato! Aunque he sufrido el dolor de esa jaula contigo! Todo sea por complacer a tu Señora

    ResponderEliminar