domingo, 12 de enero de 2020

¿Te ha gustado, cachorrito?

 Un seguidor del blog me ha pedido publicar esta vivencia suya que no relato, a ver si os gusta:

Tras un tiempo de descanso, un guadiana en nuestra esencia bedesemera, empezamos a retomar el camino suavemente, como por casualidad.
"Quiero que hoy lleves la jaulita puesta".
Y yo, sorprendido y alegre a la vez, me la pongo rápidamente.
Son varios los días seguidos de jaula, y al cabo de una semana, aproximadamente, me recibe y hay una bolsa en la mesa.
"Hoy vamos a follar ese culito, cachorro".
Y me enseña un dildo doble, con su arnés listo. No me dice de dónde lo ha sacado.
"No es importante".
Yo imagino amantes escondidos, que le regalan parte de su arsenal. Hay también cuerda, esposas, y una lengua de cuero que mi culo va a catar en breve.
Me desnudo.
"Túmbate, y pon el culo en pompa, lo vamos a calentar antes de meterle el juguete nuevo."
La nueva lengua de cuero pica bastante, y cuando los golpes se acercan a los testículos, me hacen gritar.
"Gracias, mi señora".
Me obligo a colocar mi culo otra vez a su disposición. Cada vez lo noto más caliente. La jaula sigue en su lugar, y a mí me gustaría no tenerla puesta en estos momentos. Pero no digo nada, los golpes de flogger se mezclan dando otro color a los golpes secos y picantes del cuero.
"Muy bien, mi cachorro, ya tiene un buen color".
Y con su mano experimentada me pone lubricante en el culo, y se coloca el arnés con el nuevo juguete. Es un polla gorda y curvada, como una cimitarra. Mi culo lleva mucho tiempo virgen. Pero lo abro a mi señora, y dejo que sus dedos vayan haciendo camino y extendiendo el lubricante.
Noto la gordura del juguete en el umbral de mi culo.
"Relájate, cachorro".
Y va entrando en mí. Al principio duele, pero enseguida empieza a provocar otras sensaciones, se mezcla la intensidad con el dolor con el placer con lo desconocido, voy gimiendo cada vez más fuerte, como una perrita.
Ya está toda el dildo dentro, y mi señora decide jugar con mis pezones, pellizcándolos en ese limite entre el dolor y el placer. De mi jaula sale un hilo de líquido, como un principio de tela de araña. Lo recojo y me lo llevo a la boca. Sí, a pesar mío, estoy lubricando.
Me sigue follando el culo durante un tiempo que a mí me parece eterno. Me viene a la cabeza que si al menos fuera una polla de verdad se correría dentro y se acabaría, pero este juguete no da esa opción. Las sensaciones me llevan ya a un límite de mí. Y por fin se retira.
"Muy bien, cachorrito."
Y yo acaricio el consolador tomando nota con mis manos de la gordura que acabo de sentir dentro de mí.
"Ahora quiero que me comas."
Y se quita el arnés, y se viene a mi boca, montándome con alegría.
No tarda mucho en empezar a correrse, intento beber entera su abundante corrida, no quiero que se moje la cama, y además para mí es un placer. Se corre una, dos, tres veces.
Mi polla está a punto de reventar en la jaula.
Me acuerdo de los consejos de Control, de que tengo que aprender a hacerlo y seguir relajado. Pero me resulta imposible, mi polla tiene su propia manera de actuar, y no obedece a mis órdenes.
"Ya estás con la polla dura".
"Sí, mi señora".
"Ay, mi cachorro".
Y coge la llave y me libera de la jaula. La polla, adolorida, salta de alegría.
Y ahora se monta sobre mi polla, y empieza a cabalgarme. No resisto mucho, enseguida me corro, pero ella sigue sin salirse de mí, mi polla sigue un rato funcional, y le hace llegar a un último orgasmo esa tarde de invierno.
"¿Te ha gustado, cachorrito?"

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