lunes, 25 de mayo de 2020

Mi cuñada es una cabrona. Capítulo II.

Cómo recordaréis de la semana, hace varios meses que mi esposa y yo estamos confinados, yo en castidad y ella sin follar con ningún hombre, aunque sé que ella por internet ha tenido muchas conversaciones, pero al entrar en la fase 1, la cosa ha sido diferente, y había un tio que realmente quería probar su polla. No le había querido contar nada de que ella estaba casada ni de que su esposo estaba encerrado en una jaula de castidad y que él iba a ser el corneador. Pronto lo haría, de eso estaba segura, pero mi esposa primero quería follarlo, antes de tener que decirle y explicarle nada a él por si se echaba atrás antes de catarlo.

Por eso ese día me había enviado a la casa de su hermana por la noche. Según las instrucciones de mi cuñada que me envió al whattsapp, me había tenido que quitar toda mi ropa en la entrada. Me puse delante de ella sin nada solo con mi jaula y miré su gran cuerpo curvilíneo con la lencería que llevaba puesta. Podía sentir mi polla tratando de endurecerse en mi jaula incluso antes de que dijera una palabra.

Ella me dijo que la siguiera arriba, que estaba extremadamente excitada, había estado pensando en esto durante días desde que me regaló el aro de púas. Ella iba a sentarse en mi cara y hacer que la lamiera hasta el orgasmo después del orgasmo. Cuando necesitaba un descanso, se deslizaba hacia adelante y me hacía lamer su gordito y suave culo mientras se burlaba de mi pequeña polla enjaulada. Prometió usarme hasta que físicamente no pudiera correrse más.

Observé su trasero suave, ancho y redondeado mientras la seguía escaleras arriba. En solo unos momentos, mi cara quedaría enterrada debajo de ese enorme y hermoso trasero y permanecería allí durante las próximas horas. Para cuando me dejó levantar y me envió de vuelta a casa con mi esposa, me dolía la mandíbula por horas de lamer constantemente su coño o su culo. Me dolía la polla al ser pellizcada y apretada en mi jaula durante horas mientras me molestaba y me dolían las bolas por no poder correrse mientras me provocaba y me excitaba. Sabía que después de que me enviara de regreso a casa, mi boca y lengua estarían limpiando el coño bien usado de mi esposa, independientemente de cuán adolorida estuviera mi mandíbula. Mi polla y mis bolas me dolerían aún más cuando mi esposa describió alegremente a su nuevo amante mientras la limpiaba. Qué grande era su polla, cuántas veces se había corrido profundamente dentro del coño que estaba limpiando, cuánto le encantaba. Me acercó para apretar mis bolas doloridas y me dijo que iba a ir a tomar algo la noche siguiente. Iba a llevar la llave de mi jaula alrededor de su cuello. Si él le preguntaba sobre eso, ella le iba a contar todo sobre mí, incluso le mostraría algunas de las fotos más humillantes de mí que guarda en su teléfono. Apretando mis bolas un poco más fuerte, me dijo que pensaba que él disfrutaría sabiendo que su esposo era una perra cornuda. Ella esperaba que él fuera un poco más lejos y me hiciera su perra también.

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