lunes, 13 de marzo de 2017

Cambio de rumbo. Séptima parte.

SÉPTIMA PARTE

Allí me encontraba yo, a las cinco de la tarde, sentado en un sofá del salón mientras que en frente, aparecían Lucía a un lado, y la que había sido mi tranquila novia a otro lado. Imágenes de las fotos me llegaban continuamente a la mente, y sólo acertaba a bajar la cabeza callado.

  • Siento todo esto, Javi...pero debes entender que es la única forma de que aceptes nuestras condiciones, las cosas han cambiado por aquí...y yo la verdad es que te quiero, y he hecho este esfuerzo para que estés a mi lado.

No sabía que decir, así que me quedé callado escuchando lo que me proponían. Ambas se levantaron y se sentaron a mi lado en el sofá.

  • Verás, Javi... - dijo Lucía. - Hemos estado hablando. Tu novia lo ha estado pasando bastante mal recordando tus deslices, una vez comprendió la importancia que tenían. Pero ha decidido darte una segunda oportunidad.
  • ¿Haciéndome un chantaje?
  • No seas estúpido. Aprovecha la suerte que tienes...¿realmente la quieres? - espere unos segundos.
  • Muchísimo, con toda mi alma...
  • Entonces, ¿cumplirás nuestras normas para hacerte un mejor novio y hombre? Te prometo que no será nada del otro mundo.
  • Sí, lo intentaré.
  • Nada de intentarlo... - dijo Lucía frunciendo el ceño. - debes cumplirlo...
  • Lo haré.
  • En el momento en que no cumplas, enviaremos las fotos y todo se habrá acabado, ¿lo entiendes?
  • Sí.
  • Muy bien. Vamos a empezar con las reglas de la casa...Claudita, ¿podrías traerme mi libreta?

Claudia se acercó con una libreta pequeña roja en la mano.

  • En un principio no habíamos pensado unas reglas tan duras, pero es lo mejor para tu “adiestramiento” como “macho”. - Me llamó la atención el uso de esas palabras...
  • Deberás ir desnudo por el piso, cada vez que entres por la puerta, doblarás tu ropa, tal y como haces cuando entras al cuarto de Claudita y la dejarás al lado de la cómoda. - Me pareció una locura, pero debo añadir que me puso bastante eso de ir desnudo delante de Lucía también...soy un irremediable pervertido.
  • Pero...
  • Pero nada. Calla que todavía hay unas cuantas. Sé que Claudita está enseñando a contener eso que tienes entre las piernas, pero como comprenderás, no tengo ganas de verte todo el día dando vueltas por ahí con eso colgando, intentando ponerse duro cada dos por tres. Por eso, has comprado esto...
  • ¿He comprado?
  • Te harás cargo de los gastos de tu adiestramiento, está claro.

En ese momento, Lucía se giró y apareció un aparato que no había visto nunca. Tenía forma de pene, pero era muchísimo más pequeño, de apenas unos 6 cm., con orificios delanteros, transparente, con un aro grande al final.

  • Es un cinturón de castidad, lo debes llevar en todo momento.
  • ¿Quéeee? ¿Desnudo, cinturón de castidad? Eso sí que no...
  • O eso o ya sabes. - dijo alargándomelo para que lo viera
  • Pero, cuando me vaya...
  • Te lo llevarás puesto, cariño... - dijo Claudia interviniendo, ya verás como te ayuda a cumplir.
  • Vamos, bájate los pantalones, a qué esperas... - dijo Lucía autoritaria mientras se levantaba – O mejor, desnúdate y empieza a cumplir las normas.

Claudia me vio dubitativo con el CB en la mano.

  • Vamos cariño, hazlo por mi. Sabes que es lo mejor. Vosotros deberíais ir siempre desnudos como signo de humillación ante Nosotras, ¿sabes? - Vaya como le había comido la cabeza Lucía...
  • ¿Humillación? - Sí, aquello iba pareciéndosele
  • Sí, así servís mejor. ¿Tu quieres servirme, no? Haciéndonos la vida más fácil me das comodidad y amor.

Me levanté y comencé a quitarme la ropa. Lucía no paraba de mirarme intensamente, ¿estaba disfrutando Ella con todo esto? Me quedé en boxers...

  • Vamos, nene, todo. - dijo Claudia
  • Espera que ya le ayudo...

Cuando Lucía bajo mis boxers, descubrió mi pene, erecto en sus 11 cm.

  • Muahaha, mira qué cosita, ¿de verdad? Nunca he salido con un tío que la tuviera tan pequeña, pero Claudita...
  • No lo descubrí hasta mucho después...
  • Seguro que creías que era hasta normal, y que tú no tuvieras orgasmos y el se corriera dentro, ¿eh? Mal, mal, muy mal – dijo dándole un golpecito a mi pene – esto no sirve para nada, mejor encerradita.

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