jueves, 30 de marzo de 2017

El Servicio Doméstico Capitulo 3

El Servicio Doméstico Capitulo 3


El Servicio Doméstico Capitulo 3

Luego de mi primer día como empleada del servicio doméstico en casas ajenas, me ví abrumado por lo rápido que estaban sucediendo las cosas y la forma en que había cambiado mi vida, pasando de suplicarle a mi esposa que me sometiera a sus controles, incluyendo mi castidad, a pensar que de un momento a otro había perdido el control de todo, incluso de mi propia vida, pues ya prácticamente no tenía tiempo libre entre mi nuevo trabajo y las obligaciones de mi propia casa. Además de la jaula de castidad que mi esposa me impuso de forma permanente sin poder escapar.

Fue así como transcurrió también mi primera semana de trabajos y castigos, pues las amigas de mi primera empleadora, fueron bastante crueles conmigo, ya fuera azotando mi culo o algún otro tipo de castigo, como el que me propinó una señora relativamente joven, de unos 45 años aproximadamente, que después de realizar la revisión de mis labores, encontró una supuesta mancha en una de las blusas que había lavado a mano, me hizo tener un jabón en la boca mientras me violaba con un consolador por espacio de una hora para luego tener que volver a lavar la dichosa blusa varias veces, siempre con el jabón en mi boca y el consolador en el culo, estuve a punto de vomitar y mi culo estaba completamente adolorido por el intruso que lo llenaba completamente, además del constante dolor en los huevos por la presión de la jaula. Mientras​ tanto recibí múltiples azotes en el trasero con diferentes instrumentos de castigo, correas de cuero, chanclas, cepillos de madera y hasta con sus manos. Mi humillación fue total y mi pene crecía hasta donde la jaula le permitía, incrementando mi sufrimiento hasta límites prácticamente inaguantables. Diariamente llevaba el dinero a mi esposa y alguna que otra nota que le enviaba mi empleadora de turno solicitando mis servicios para la semana siguiente y poniendo condiciones cada vez más humillantes para mí. Estuve a punto de salir corriendo, pero mi esposa me recordaba siempre que eso era lo que yo tantas veces le había suplicado y por fin estaba cumpliendo con mis fantasías y tenía razón, entonces trataba de calmarme un poco.

A la tercera semana de trabajo sucedió algo que cambiaría mucho mi situación, pues en una de las casas que tenía que limpiar conocí al esposo de la dueña. Era el propietario de un burdel de mala muerte y quiso contar con mis servicios durante las noches todos los fines de semana. Convencido de que tendría que ir a limpiar, acudí el viernes a aquel sórdido lugar, pero mi sorpresa fue mayuscula cuando descubrí que limpiar era lo que menos haría, bueno, por lo menos limpiar el lugar, pues tendría que limpiar con mi boca los penes de los clientes que frecuentaban este sitio luego de tener relaciones con las chicas del lugar, y algunos de ellos también usaban mi culo, obviamente cancelando una tarifa adicional.

Ya prácticamente no veía a mi esposa, los escasos momentos en que podía ir a mi casa, ella estaba durmiendo, yo me limitaba a dejar en un cofre el producto de mi trabajo y asear un poco antes de tratar de dormir para reponer algo de energía para comenzar de nuevo con mi trabajo, tampoco pude volver a usar mi ropa de hombre, pues casi siempre estaba trabajando, ya sea en mi casa o en otros lugares y debía hacerlo siempre con mi uniforme de mucama. Estaba ya desesperado por no poderme correr, pues mi esposa se había vuelto muy celosa con el tema de la jaula y apenas si me dejaba retirarla para asearme y depilar por completo mi pene y mis bolas, para luego volver a encerrarlo nuevamente sin permitirme ningún tipo de estímulo. Tras meses de frustración, siempre encerrado en la jaula y constantemente violado y azotado, humillación tras humillación, mi esposa recibía siempre el dinero producido por mi trabajo, el cual utilizaba para comprar algunos artículos que mis empleadoras solicitaban como uniformes nuevos, consoladores y vibradores cada vez más grandes, también implementos de restricción como esposas, cadenas y collares de perro, jaulas de castidad cada vez más pequeñas y dolorosas, pues algunas venían con pinchos en el área del glande que castigaban cualquier intento de erección, otras tenían un anillo especial en la base del pene con unos pinchos que impedían que éste se deslizara hacia atrás. También me dijo que estaba ahorrando para hacerme poner implantes de silicona en mi pecho, pues ya era tiempo de que tuviera mis propios senos. Luego de un año reunió el dinero suficiente y mi pecho lucía unas gigantescas tetas. Cuando pude regresar al burdel después de la cirugía de aumento de senos, un cliente se enamoró de mí y me contrató toda la semana para su casa campestre donde además de limpiar, tuve que servirle como esclavo sexual y recibir toda clase de humillaciones y maltratos, siendo azotado constantemente y encerrado por largas horas en una pequeña jaula de metal en la mitad del patio de aquella casa, alimentado solo con comida para perros y agua. No sé en qué momento mi esposa le entregó la llave de mi jaula de castidad y al cuarto día liberó mi pene de su prisión. Sentí mucha alegría por poder regresar a la libertad después de tanto tiempo, pero mi frustración llegó cuando mi pene no logró tener una erección. Sentí ganas de llorar pues no podría tener mi ansiado orgasmo y cuando el dueño de aquella casa me dijo que si no lograba tener una erección en 10 minutos me iba a castrar. Si no fuera porque estaba encadenado habría salido corriendo. Por mucho que lo intentó, mi erección era por decir lo menos, patética, mi pene parecía muerto y fue entonces cuando me llevó a una habitación donde me sujetó a una mesa dejando mi pene y testículos colgando, entonces procedió a amarrarlos fuertemente con una cuerda y mis ojos se llenaron de miedo cuando me mostró un cuchillo en forma de hoz y se dirigió hacia mi trasero acariciando mi pene de nuevo sin resultados satisfactorios. Luego me vendó los ojos y me puso una mordaza en la boca. Lo último que recuerdo de ese momento fue que sentí un dolor muy intenso y me desmayé amarrado en aquella mesa, cuando desperté tenía toda mi entrepierna envuelta en vendas y estaba completamente adolorido. Lloré como un bebé pues eso no era lo que había soñado, ahora era un eunuco con unas gigantescas tetas, ya no necesitaba la jaula y tampoco podría volver a correrme en lo que me quedaba de vida. Qué motivación tendría si ya no había la posibilidad de tener un poco de satisfacción, así fuera muy efímera e incierta ?

Mi esposa me recogió en aquella casa luego de aquel aterrador momento, no pronuncié palabra durante el viaje de regreso, estaba completamente abrumado por todo lo que había sucedido y ya no encontraba ninguna motivación para seguir adelante con mi vida. Tener senos en cierta forma era algo que yo había soñado alguna vez, pero ser castrado nunca había estado en mis pensamientos ni fantasías. Ya no tenía sentido seguir así. Cuando llegamos a casa mi esposa insistió en retirar las vendas en mi entrepierna para ver el resultado de mi castración aunque a mí realmente ya no me importaba lo que hiciese. Cuál sería mi sorpresa cuando al quitar aquellas vendas descubrí que mi pene y mis testículos seguían allí, todo había sido una fuerte tortura sicológica a la que me habían sometido mi esposa y este señor para hacerme creer que era cierto lo de mi castración. Me sentí muy feliz de estar completo y no voy a negarlo, por poder usar de nuevo aquella jaula que me había acompañado por muchísimo tiempo. Desde ese día adoré mi jaula de castidad y le pedí a mi esposa que nunca más le prestase la llave a nadie, que la guardara celosamente para que mi pene estuviera protegido de algún otro loco que quisiera arrancarlo de mi cuerpo y al otro día tuve un día de descanso en mis labores de empleada del servicio en casas ajenas para dedicarme a limpiar en mi casa y atender a mi esposa.

Hoy mi fantasía de sumisión a mi esposa es una realidad de tiempo completo y ella se ha conseguido un amante, me ha dicho que ya que mi pequeño pene inservible no puede satisfacerla, entonces había tenido que buscar por fuera lo que no tenía en casa, su nuevo novio era un joven de unos 22 años y bastante atlético y bien dotado, al cual tenía que limpiar luego de tener relaciones con mi esposa en mi presencia siempre, pues mi esposa quería que yo aprendiera como es que un hombre de verdad le hace el amor a una mujer.

Hoy ya sólo voy a limpiar casas de señoras solas a las cuales les hago algunos trabajos extra con mi lengua y también les presto mi culo para que puedan dar rienda suelta a sus fantasías. No volví a el burdel ni a hacer trabajos en sitios alejados de la ciudad donde tuviera que quedarme varios días, pues siempre debía estar en casa en las noches para atender a mi esposa y su novio porque al señor no le gusta tener la comida fría en las noches, ni a su novia, por lo que yo tenía que calentarla al igual que su pene.

Andy.






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