martes, 25 de julio de 2017

Memorias y forja de un cornudo casto:

Autobiografía (Historia real). Memorias y forja de un cornudo casto:

Capítulo I. Pubertad y adolescencia (Parte III y última de este capítulo)

Las sucesivas “tortillas” más la intensa vergüenza que padecía por la presencia de
compañer@s que contemplaban mi castigo con vivo interés sin perder detalle, causaban
el humillante efecto secundario de que la tímida colillita menguara más (todavía) en
público. Nada más sentarse el macho en mi pecho para la inmovilización se producía
una directa relación causa-efecto…al bajar pantalones estaba absolutamente arrugada,
propagándose como un rayo mi fama de micropene en el colegio…
…ya me iban conociendo hasta alumnos de otros cursos superiores e inferiores con el
sobrenombre de “el Mini”… hasta me saludaban con un agradable “Hola, Mini” con la
mayor naturalidad y sin ánimo de ofender (…bueno, algunos sí), el mote comenzó en
mi clase y se extendió jocosa y velozmente como la pólvora… haciéndose muy
popular, simplemente yo era el “Mini” por mi “recortada” y “escueta” virilidad, no
existía quien no supiera de mis aventuras, o desventuras mas bien… no había quien no
hubiera visto “bien ventiladas” mis intimidades en repetidas ocasiones en mi curso (… o
si eras de otro nivel o edad en el recreo, espacios de uso común o en la mismísima
calle… de mas edad, de menos, daba igual…)
Acostumbrados al show, había gente que ya ni prestaba atención, charlaban, estudiaban,
jugaban al futbol, leían cómics… iban a lo suyo dada la “normalidad” y reiterado de lo
que ocurría… y si orientaban la vista hacia mi correctivo diario era de manera fugaz e
involuntaria dibujándose en su rostro un mohín de indiferencia, desdén, hartazgo… y
censura… pero hacia mí!!!
De esas críticas miradas se deducía claramente una evidente recriminación por mi
comportamiento inadecuado y la rutinaria exhibición que hacía de mis mínimos
genitales ante quien fuera, enteramente parecía como si fuera yo mismo el causante y el
culpable de mis propios padecimientos y desgracias… como si fuera yo mismo quien
reclamara y buscara voluntariamente el castigo de la jornada… pero jamás atisbé, por
parte de esos mismos compañeros, un mínimo gesto de desaprobación ni reprobación
hacia los machos alfa que en esos momentos exprimían eficaz y animosamente mis
aporreadas bolitas.
El que lo presenciaran alumnos de cualquier edad o curso ya no era novedad…
Rezaba por que lo divertido del día se quedara meramente en un imperativo “Mini,
huevos al aire” (eso ya lo hacía obediente y diligentemente ante los alfa descubriendo
muy rápidamente “el mini” y volviéndolo a tapar si no había mucha gente o alguna
chica delante) rogando con que se conformaran solamente con guasearse y mofarse de
su tamaño ante la momentánea visión de mi cómico y breve sexo, orando a Dios para
que el lugar en que me pillaran para impartirme “el repaso de la jornada” fuera el
vestuario o el wc… ubicaciones mas discretas, que me permitían soportarlo con mas
entereza…
…pero cuando se producía en zonas compartidas, el patio, el recreo, en la calle a la
entrada o la salida del colegio donde podía haber niñas, lo sobrellevaba mucho peor
(aunque luego por las noches al recordarme desnudo ante las chicas me tocara el
aparatito con más ansias y fruición, la masturbación era mas salvaje y reconfortante)

Cada vez más, estas intensísimas y extremas experiencias las sufría de día pero las
“disfrutaba” de noche, seguía sin comprenderme a mí mismo… ¿cómo podría
entenderse que lo que mas me rebajaba y vejaba era lo que más me excitaba? Y ante las
niñas!!... pero pronto dejé de planteármelo, solo deseaba desfogarme, cascármela, que
llegara la hora de relajarme y conseguir el nirvana masturbatorio, compensar las
desventuras ocurridas en la escuela a través de consolar mi pequeño pitito a base de
“buenos meneos”… de pajearme constantemente…
Con 13 años, cada noche relajaba mi estrés y la ansiedad de la jornada tocándome el
miembrito hasta eyacular dos o tres veces dependiendo de lo impactante que hubiera
sido la “escena” de cotidiano sometimiento… pero antes revivía y revisaba
mentalmente, meditando detalladamente la situación y hechos acontecidos ese día
mientras me recreaba palpándome lenta, gustosamente mi colita… y pensaba:
“Realmente las chicas se limitan a presenciar mis castigos pasivamente pero con
regocijo y burlonamente… llevándose la mano a la boca, susurrando entre ellas,
ocultando su expresión de sorpresa y disimulando la auténtica sonrisa de complicidad
que se adivinaba en sus labios con motivo del espectáculo… admirando secretamente a
los auténticos machos alfa en ciernes realizar su ritual de dominación sobre el vencido,
derrotado y sonrojado omega (que era yo)… ellos ya con 13 años descuellan como
dominantes, configurando y afianzando su personalidad con convicción y aplomo, como
preludio de su posterior éxito social y profesional en puestos de valía en la cúspide de
la pirámide social, seguros de sí mismos, conscientes de su incuestionable hombría… se
saben predestinados al triunfo (en contraposición a mi cobarde vulnerabilidad y baja
autoestima)”
Chicos que pueden permitirse hacer ostentación de su fuerza y superioridad ante el sexo
opuesto utilizando a sumisos elementos propicios como yo, aplicando impune y
merecidamente las ocurrencias que se les pasen por la cabeza a los que no pertenecen al
círculo de “los escogidos”... o a los que no están en su nivel… en mi caso por mi
insignificante y repelado micropene que garantizaba la diversión a la vez que afianzaba
su hombría… impresionando de paso a las chicas que observan entre incrédulas,
interesadas y curiosas la evolución y el desenlace de mi humillante escena hasta el final
para mayor bochorno.
Aclaro que ya con 13 años seguía sin tener vello púbico en absoluto, sin un mísero
pelito en mi aniñado sexo, en ese momento ya, no es que la tuviera pequeña es que mi
sofoco y vergüenza se multiplicaba exponencialmente…
…así que cuando había niñas delante me debatía mas, presentando mayor resistencia y
firmeza a que me dejaran en pelotas intentando preservar mi calvito y minúsculo
aparatito de la exhibición previa y posterior ataque, pero indefectiblemente, siempre
acababa con los pantalones y slip a la altura del tobillo… el sentir la brisa fresca de la
mañana en “mis cositas” desprovistas de todo, incluso de pelo, me hacía mas consciente
de mi auténtica posición… de mi exposición a los espectadores y de mi penosa
ubicación en el organigrama escolar… preparando mentalmente mis bolas para
“recibir”…
…el “efecto secundario” indeseado es que, al defenderme con más ahínco y moverme
mas enérgicamente, mis destapados genitales se sacudían mas violentamente,

ridículamente… aunque no podía verlos (era yo el único que no tenía acceso visual al
estar sentado sobre mí pecho el alfa que normalmente me hacía la “tenaza”), notaba mi
pitín dar latigazos descompasadamente arriba en mi pubis y abajo chocando con mis
testículos al mover la cadera arrítmicamente en mi desesperado y estéril intento de
escapar, de huir… la chocante y caricaturesca situación no pasaba desapercibida ni a
las chicas expectantes ni a mis machos dominadores pareciéndoles aún mas divertida,
hacían gala de una cómplice empatía, motivándose y propiciando que se cebaran más en
mí, que pataleaba toscamente, despatarrado como un mamarracho…
Yo sabía que en presencia de chicas siempre venían luego “tortillas” y picahuevos… a
fin de impresionar mas al colectivo femenino, eso era un hecho irrefutable y certificado,
máxime si había observadoras que nunca habían presenciado anteriormente el
“espectáculo” completo, en ese caso tenían que “esmerarse” más de lo habitual… a
pesar de lo que pudiera parecer, la mirada de las chicas mas que indulgencia o empatía
con mi “delicada e incómoda” situación, transmitía admiración por lo que podía hacer el
alfa en su demostración de infinito poder e irresistible fortaleza sobre mí.
Tenía la subjetiva percepción e interna sensación de que el alumnado entero me
acusaba a mí, me culpabilizaba de todo lo que yo mismo padecía… desgraciadamente
no eran imaginaciones mías… tendido sobre el duro cemento del recreo durante el
castigo del día en pleno estrujamiento y apretón genital, entre un “picahuevos” y otro,
había dos alumnos de un curso inmediatamente superior como a unos tres metros,
estudiando historia para el examen que tenían a la hora siguiente, tranquilamente
sentados en el suelo con la espalda apoyados sobre la pared…
Displicentemente, críticamente…sin posar la vista sobre mí un solo segundo, pude
escuchar nítidamente, como me censuraban… recriminándome de manera despectiva:
“Ya está el MINI otra vez… es que no para.”
“Y lo marrano que es, como si nos gustara ver su mierdecilla pelada…!!
(Ambos rompieron a reír sin despegar los ojos de sus libros de historia)
Eso deja claro al culpable, al responsable de todo aquello que ocurría.
Mis plegarias las encaminaba a que no se enterara ningún profesor y menos un cura
(que también nos daban clases) ya que con mi fama de guarrillo en toda la escuela y que
los alfa provenían de familias infinitamente mas adineradas e influyentes que la mía,
estaba condenado y expulsado del Centro Religioso de antemano… y encima el motivo
por el que era!! Sería una lacra para toda mi vida, eso sin hablar de la reacción que
tendría mi severísimo padre, estricto militar de recto proceder… no quería ni
pensarlo… el Mini sería famoso en la ciudad entera por su expulsión del colegio mas
prestigioso de la ciudad por guarro.
Mejor no pensarlo. Esas elucubraciones y conclusiones me dejaban meridianamente
clara mi ubicación, lo respetuoso, lo obediente y dócil que había de ser mi actitud
cuando me cruzara con un auténtico macho… mi acatamiento incuestionable a su
supremacía, esta máxima me ha acompañado el resto de mi vida.
El único escaldado iba a ser yo.
La audiencia ya había decidido, sentenciado y emitido el inapelable fallo: “El Mini” es
el culpable de todo. El mini es un marrano y tod@s lo hemos visto.

Derrotado, no quedaba otra opción que la humilde exhibición de mi miembrito al
eventual público… contra mi voluntad… rendido… esperando parquedad e implorando
con la mirada, mansamente, clemencia ante lo que se avecinaba…
Como en presencia de chicas oponía mas resistencia, mi único logro es que se alargara
la situación… me tenían más tiempo con la pollita fuera… que “el calvito” se viera
bien, ese era el objetivo... a su vez, el castigo físico añadido sería más contundente…
para mayor escarnio ante las niñas.
…aunque casi al mismo tiempo y a pesar de la extrema vergüenza, la experiencia me
hacía ser ya buen conocedor de que la asistencia de representación femenina a la escena
de cuando me “aireaban” los huevos para preparar la “tortilla”, conllevaba un plus de
excitación… una posterior paja nocturna mas salvaje, placentera… cascándomela
seguramente en varias ocasiones… esa era mi oculta venganza… y lo único que
“oculto” de mi persona que quedaba en esos instantes…!!
Otra vez esa confluencia de sentimientos encontrados, esa constante contradicción de
que lo que más odiaba era lo que mas me excitaba…
Pero para los machos de verdad, este ritual de dominación/sumisón, esta demostración
de poder, suponía un escaparate, una excelente oportunidad de impactar a las chicas,
dejando patente su lugar (y el mío) en la jerarquía escolar… constatando su genética y
adn alfa… mientras, yo abochornado por estar en pelotas en presencia de alumnas y
tras un par de “tortillas” bien “cocinadas a fuego lento”… notaba como mi ya escueto
pene menguaba, se arrugaba encogiéndose aún mas para regocijo y algarabía de la
audiencia…
Al final se causaba el efecto deseado ya que, al acabar el horario escolar, las chicas
embelesadas caían rendidas a sus pies, citándose con ellos a la salida de clase para verse
o simplemente volver a casa juntos, mientras yo solo aspiraba a no ser descubierto, a
que no me pillaran de nuevo en el camino de vuelta a mi domicilio… y en la calle!!!
...y esperar la noche deseando pajearme intensa… gustosa… reiteradamente...
(Continuará – Fin de la III parte y del capítulo I)

No hay comentarios:

Publicar un comentario