La sexualidad es un reflejo del alma de cada cual. No puedes apagar o alterar tu sexualidad más de lo que apagas o alteras tu alma.
Soy una persona independiente, pero una parte de mí quiere pertenecer. Pertenecer a alguien, pertenecer a un ser querido. Ser de ella. Con la jaula me dice: “Te amo y quiero que seas mía”. Con la jaula le digo: “Te amo y soy solo tuyo”. Disfruto sabiendo que solo ella puede jugar con mi polla y que se guarda de forma segura cuando no lo hace. Quiero hacer felices a otras personas. Ser quien soy. Sobre todo, quiero hacerla feliz. En el dormitorio, su placer es mi placer. Quiero darle todo el placer que ella desea, y recibir sólo el placer que le agrada. Me encanta cuando se toma el tiempo para burlarse de mí y negarme. A veces soy débil o egoísta, pero salgo adelante porque estoy encerrado a salvo. Le agradezco guardar las llaves. Mi castidad es indefinida, sólo su deseo y no el tiempo puede liberarme. Mi castidad no es una sentencia, no soy inferior, no ansío el dolor ni la humillación. No me avergüenzo de mi pene y no quiero ser una mujer. Estoy en castidad porque me hace feliz como persona y como hombre. Por un tiempo estuve confundido acerca de mi deseo de estar en castidad. Pensé que significaba que soy sumiso y que quería que ella fuera mi dominante. Este no es el caso. No quiero obedecerla ni ser disciplinado por ella, pero sí anhelo darle todo el placer del que soy capaz y sentir la jaula alrededor de mi polla y mis bolas, como una representación de su mano amorosa. Cuando este anhelo es particularmente intenso, a veces mis fantasías se extienden al territorio BDSM, porque ofrece símbolos poderosos y formas alternativas de expresar su posesión sexual de mi polla. Pero nunca debe aplicarse de forma cruel o sádica, siempre con amor y en broma. La castidad es para el romance, no para la tortura.
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