La
vida de Maria. -Enviado por colaboración con el blog-
Nota: Amig@s, este
relato, os lo entregare por partes, con un capítulo cada martes. Es un poco largo y debo ir
adaptándolo, pues el traductor, lo hace como quiere….
Desde hace muchos
años, me llamó mucho la atención, una señora de mi edad. Es una
mujer morena. Tiene un cuerpo precioso. Muy proporcionada. De esas
en que , cuando las ves pasar, te das la vuelta. Seguro. Por la edad
que tiene, su cuerpo impresiona.
Yo, desde siempre me
había sentido y me consideraba sumiso. Quizás también por eso,
cada vez la deseaba más. No tanto sexualmente, sino más, como
sumiso. Ser el sirviente de esa Reina. Lo que más deseaba, es poder
hacer todo lo que ella quisiera. TODO.
Un día, recibí su
llamada, diciéndome que fuera a verla a su casa. Acepte la
invitación. Quedamos un día, por la tarde, en que ella hacia
fiesta. Llegue y llame. Al abrir, casi me caigo. Unos taconazos en
negro, mallas de cuero i corsé en negro. Con una amplia sonrisa,
estiro los brazos i nos dimos dos besos de cortesía. Tras hablar de
cosas banales unos momentos, procedimos a dar una vuelta por la casa.
Muy bonita. Tenía dos plantas. Al ir a la de arriba, paso ella
delante y yo, un escalón más atrás, con su culo a la altura de mi
cara. Lo miraba fijamente, sin apartar la vista. Yo estaba
poniéndome caliente. La seguí. Miramos las habitaciones. Dimos una
vuelta viendolo todo y bajamos.
Estando abajo, en
una sala, no muy grande, pero bonita, nos sentamos en una mesa.
Picamos algo que tenía preparado. Nos pusimos un vinito y empezamos
a hablar. Recordamos viejos tiempos. De que yo, de pequeño, era muy
tímido. De que aun, cuando me hice mayor, era muy inocente i las
chicas se burlaban de mí. Yo me cortaba un poco. Ella me iba
llevando por un terreno en que, no me humillaba, pero me sacaba
trapitos al sol. Luego me recordó que ya de más mayor, si alguna
vez nos veíamos, ella se daba cuenta de que me la miraba mucho, que
me quedaba embobado con ella. De repente, sin saber cómo,
directamente me dijo: “Ya ves que sigo estando buena aun . Te he
visto como me mirabas el culo en la escalera. Sigues embobado.
Jajajaja”. Yo, muy nervioso le respondí que sí. Me dijo que,
como la casa era muy grande para ella, iba a necesitar un poco de
ayuda. Pero que, como no disponían de dinero, había pensado en mí.
Helado. Me quede de
piedra. Sin reaccionar. Me dijo que si tanto me calentaba y excitaba,
me daba faena, a cambio de poder verla a ella y calentarme. Que ella
estaría siempre atenta y cariñosa conmigo. Que me dejaría ver
cosas que, tan solo su marido, ha visto, etc. Pero… que tendría
prohibido absolutamente tocarla. Yo estaba flotando. No entendía
nada. Me quede dudando. Se me pasaban mil cosas por la cabeza. De
repente y en un tono un poco más subido oí un :”Aceptas”?.
Balbucee un si, como no muy decidido… Aceptas? Me volvió a
preguntar. Si (respondí más claro) pero… yo….
Me corto y partir de
ahí, me dijo que, su marido estaba enterado. Que no aparecería por
allí, hasta que yo llevara un tiempo a su servicio. Unas semanas.
Y hasta que yo, ya confiara mucho más en ella. Que ella lo quería y
que, para mí, seria cumplir un sueño. Que lo tenía todo listo. Me
repitió: “Por última vez y sabiendo lo que te he dicho… quieres
empezar a servirme”? Si, le dije.
A partir de ahora me
perteneces y harás todo lo que se te diga y ordene sin rechistar.
Eres mi sirvienta. Mi sumisa. Mi amiga. Eres mía.
-Desnúdate, aquí y
ahora… YA.
Me puse muy rojo y
empecé a sudar frio. Ante mi duda, una bofetada me hizo reaccionar.
Lo hice apresuradamente dejando la ropa en un montón en el suelo.
-Empezamos mal,
chacha mía… Así es como voy a tener ordenada mi ropa?
Otra bofetada y me
ordeno ponerme de rodillas y arreglar mi ropa. La plegue, la puse
bien ordenada y la deje encima de una silla. Se acercó y me dijo al
oído, frotando sus pechos en mi: “ Eso está mucho mejor, nena.”
-Abra que ponerte un
nombre… mmmmm. Serás María. Y yo seré tu Señora.
Me dijo que abriera
bien las piernas y los brazos en cruz. Así me puse. Me estiraba del
pelo de los sobacos y de mi polla. Sin contemplaciones.
-María, ya te he
dicho que quiero una chacha, una sumisa… Este cuerpo de cerdo y
peludo habrá que irlo arreglando verdad? Para mañana ni un solo
pelo en polla, culo ni axilas. Tu misma.
-Sí, Señora.
-Acércate María y
mírame. Siempre me has deseado y amado en silencio. Ahora estoy
frente a ti y soy tu Señora. Te has masturbado como un cerdo
pensando en mí y viendo mis fotos verdad? Muchas veces verdad?
-Sí, Señora.
-Hazlo ahora.
Mastúrbate, mirándome. Por delante, por detrás excítate y
caliéntate para mí. Acerca tu babosa lengua y esa polla de perro
caliente a mis tetas, mi culo, mi coño pero ni se te ocurra rozar mi
ropa o te vas a casa desnudo como estas. Tomate todo el tiempo que
quieras. Ni sueñes en correrte. Cuando estés al límite paras.
Ella se iba tocando,
acariciándose. Yo me masturbaba como un mono. Cada vez que estaba a
mil, y a punto de correrme, se lo decía. Ella entonces me ordenaba
dejar mi polla un rato. Me decía que hiciera como ella. Que me
acariciara y me sobara como hacia ella. Me hacía contonear y se reía
de mi como una loca, insultándome y diciéndome lo torpe que era.
Luego otra vez a machacármela… Perdí la cuenta de las veces que
empecé y pare. Estaba a reventar.
-Para ya !!!!! .
Esta es la última vez que te tocas la polla y te masturbas. Jamás,
estando conmigo te masturbaras ni follaras. Y sin mi… tampoco.
Jajajaja. No se te ocurra correrte de hoy hasta mañana porque si me
da por ordeñarte… sabré si lo has hecho. Ahora te vestirás. Te
vas a casa y para mañana a las 10 de la mañana te quiero aquí.
Bien pelada, tal como te dije. Me has entendido María?
-Sí, Señora.
Me vestí. Me ordeno
darle un beso en cada zapato. Me arrodille, lo hice y me fui.
De camino a casa, mi
cabeza iba loca. No me podía creer tantas sensaciones ni tantas
emociones en unas horas. Pasar de ser un amigo de antaño, deseoso de
un calentón al verla algún día , a verme desnudo ante ella,
masturbándome a lo loco. Nada más llegar a casa me puse a pensar.
Le daba vueltas y más vueltas. Al final decidi que, esa, era la
oportunidad de mi vida. Cogí tijeras, maquinillas, espuma, etc. Y me
puse manos a la obra. Tengo la suerte de que tengo muy poco pelo por
el cuerpo, aparte de donde me dijo ella. Así que pensé que le podía
hacer un buen regalo de bienvenida. Me rasure cuatro pelos
malcontados en el pecho y piernas y muslos. Luego pensé en los
brazos… Si se vería mucho o no pero como tengo pocos…
Desaparecieron. Me di una buena ducha. Al salir y verme en el espejo,
empecé a pensar en ella. Me acaricie todo con ese nuevo cuerpo suave
y me puse a masturbarme como un poseso. Pero… al estar a punto de
eyacular pensé en lo que me dijo y pare. Lo hice un par de veces
más. Me fui a dormir con un ardor que me mataba. Tieso y caliente.
Con ganas de que llegara mañana, para ir otra vez.
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