Hace unos días coincidí por la noche con mi vecina Clara en el ascensor. Yo
llevaba alguna copa de más, y ella seguramente también, porque empezamos a
hablar como nunca lo habíamos hecho, y terminó invitándome a su piso a tomar la
última, cosa que acepté entre asombrado y entusiasmado. Clara tendrá unos
treinta años y es una mujer muy bonita e interesante. Me extrañó la invitación
porque a veces la he visto con un tipo que pensé que sería su novio, pero no
parecía ese el momento más adecuado para preguntar por él.
Nada más entrar se disculpó por cierto desorden y alguna suciedad en la casa.
Nada comparada con la mía, le dije y nos reímos un poco.
Tomamos esa copa, charlamos en el sofá un rato y, con mucha más facilidad de la
esperada, de repente estábamos en la cama intentando follar, no muy
brillantemente, todo hay que decirlo, pero yo lo achaqué al alcohol que tenía en
el cuerpo. El caso es que no logré pasar de unos besos y achuchones, pero ella
no le dio importancia. Yo me fui a levantar para volver a mi casa, pero no me
dejó. Luego un poderoso sueño se adueñó de mí.
Por la mañana me levanté corriendo para ir a trabajar al instituto. Ella se
despidió con un hasta pronto y se quedó dormida.
Por la tarde, llamó a mi puerta, y me dijo, bastante seria, que teníamos que
hablar. Le hice pasar y nos sentamos en el salón. Me preguntó que si tenía el móvil. Se sentó y me enseñó un código QR, me dijo que me iba a enseñar un vídeo.
—De momento, me dijo, es de acceso restringido, sólo la podemos ver mi novio y
yo. A ver si te gusta.
Me acerqué a mirar. Era un vídeo muy corto donde se me veía muy de cerca. Yo estaba en a cama feminizado y un chico me iba a penetrar por detrás. Se me veía de muy cerca, y mi cara se distinguía perfectamente. Tenía los ojos cerrados, yo sabía que era
porque estaba dormido, aunque también podía parecer que era por placer o sumisión.
—¿Y esto? —pregunté enfadado.
—Es una broma que se me ocurrió anoche, cuando me ofendiste rechazándome.
—¡Yo no te rechacé! Estaba borracho, eso es todo.
—Pues me sentó muy mal, así que preparé esto, y estaba dispuesta a colgarlo en
youtube y mandar el enlace a todo el mundo, incluido tu instituto.
—¡Joder! Es evidente que es un montaje. Nadie se lo iba a creer.
—...ummm, no sé yo. Ya sabes cómo son los adolescentes. Yo creo que se lo iban a
pasar muy bien.
—Bueno, pero lo borras y ya está. Ya te dije cuánto sentía lo de anoche.
—Sí, pensé borrarlo. Pero bah, para qué molestarse. Ahí no lo puede ver nadie, y
si alguna vez me enfado mucho contigo... pues ya sabes.
—¡Eso es un chantaje, no puedes hacerlo!
—Cómo que no puedo. De hecho, ya lo he hecho. Y la verdad es que esperaba que tú
participaras también de la broma y te rieras conmigo.
La verdad es que yo ganas de reír no tenía muchas. Ella tenía razón en lo del
instituto. Sería catastrófico que los chavales vieran eso. Sería el hazmerreir
de alumnos y profesorado.
—Yo creo que tienes que borrarlo. Y si alguien, sin que tú lo controles, llega a
esa página y lo difunde!
—Hombre, a lo mejor mi novio, pero él no sabe quién eres, y el chico que me ayudó a la broma no tiene acceso al video.
—Pero, no me penetró, verdad?
—No, hombre, es una escena que da a entender eso. ¿A que parece de verdad?
—Sí, y tienes que borrarlo —dije muy serio.
Ella me miró también seria:
—¿A cambio de qué?
—A cambio de nada. No tienes derecho a tener eso ahí.
—Yo creo que es mejor que negociemos. Y se me había ocurrido algo.
La indignación se iba apoderando de mí, pero no perdía nada por escuchar su
idea:
—A ver.
—Mira, cuando entramos en casa, me pareció ver una mueca de desagrado por tu
parte al ver cómo estaba de sucia y desordenada.
—¡Pero qué dices! En absoluto, si la mía...
—¡Calla y escucha! Si me haces enfadar otra vez, no sé qué pasará con el vídeo.
—De acuerdo, escucho.
—Eres un poco maleducado. Deberías pedir perdón por la interrupción, pero
bueno... sigo. Mi idea era que te subieras un rato esta tarde a ayudarme a
limpiar un poco el piso. Ya ves que no es mucho, y al fin y al cabo, por allí queda
algún vaso que tú utilizaste ayer.
Se me empezó a pasar el enfado, y empecé a ver la cosa como un estupendo montaje
de Clara para que yo volviera a su piso. Ya no me parecía tan mal toda la
historia.
—Bueno, no está mal. Si necesitas ayuda... para eso están los vecinos, ¿no?
—Claro. ¿entonces aceptas subir a limpiar?
—... sí. Pero tienes que borrar eso antes.
—Eso no. Tienes que fiarte de mí. Al fin y al cabo, aunque ahora borre el vídeo
de ahí, lo puedo tener en otro sitio. Así que sé realista y confía en mí.
—Vale —dije, convencido de no tener otro remedio.
Ella cerró la página y apagó el móvil.
Subimos a su casa, y nada más entrar, se volvió hacia mí para decirme:
—Por cierto, hay otra cosa. Mi novio puede ver esa página y a lo mejor te ha
visto. Desde luego, ver a un tío vestido de chica a no es nada comprometedor
para mí, pero a lo mejor podía preguntase qué hacías en mi cama.
—¿Tu novio?
—Sí, mi novio, que es un poco celoso. Y piensa que es fácil que ya haya visto el
vídeo. Pero se me ha ocurrido algo para explicar que estuvieras ahí.
—¿Qué?
—Pues decirle que eres el asistente que he contratado para limpiar unas horas
cada día. Hace poco se jubiló la señora que venía, y le extrañará que seas un tío,
pero si te ha visto feminizado con tu novio, no tendrá motivos para tener celos.
—Pero el trato no era venir cada día.
—Ya, tranquilo, pero la cosa es que cuando venga luego mi novio, te vea aquí
tranquilamente, como el nuevo asistente. Mañana, o dentro de unos días, le
decimos que te despediste y ya está.
Decepcionado porque aquello no era la broma que yo esperaba para volver a estar
con ella, íntimamente, no vi más solución que aceptar lo que me decía.
—De acuerdo.
—Así que como tienes que parecer un asistente de verdad, te voy a traer la bata
y el delantal. Vete quitándote los pantalones y la camiseta.
—¡Eh! ¿No basta con el delantal encima de esta ropa?
—No, tiene que ser realista. Además, vestido sólo con la bata y el delantal,
pega más con lo que se veía en el vídeo. Y además, sabes qué te digo. Estoy
harta de tener que explicártelo todo. Obedece en todo lo que te diga, sin
rechistar, para arreglar las cosas, o lárgate ahora mismo y vete preparando una
explicación para cuando tus alumnos vean el vídeo.
—Vale, vale, está bien.
Me quedé en calzoncillos y ella regresó con una blusa azul clara de limpiadora que me dio para
que me la pusiera.
Hice lo que me dijo. Una vez abotonada, la bata era como un vestido ajustado de
manga corta que me llegaba a las rodillas. Luego ella misma me puso el delantal,
del mismo color que la bata y con puntilla blanca alrededor, y me lo ciñó con
fuerza atrás.
—Muy bien —dijo—. Vamos a la cocina para que empieces.
Me llevó a la cocina. El fregadero estaba lleno de cacharros sucios, y la
encimera, y la vitro, la mesa... todo.
—Bueno, aquí tienes los estropajos y el jabón. Supongo que no tengo que decirte
qué tienes que hacer. Lo quiero todo limpio y colocado. La olla y esas cazuelas
seguramente tengas que darle bien con el estropajo, porque hace tiempo que nadie
las limpia bien. Pero ten cuidado con la vitro y el cristal, no quiero ver ni
una raya. Cuando termines, barres y friegas el suelo. De rodillas, eh, que lo
quiero bien limpio y reluciente.
Bueno, pensé, sólo es un rato. Y así de paso, aprenderé para luego hacerlo en mi
casa. Y me puse a ello.
Estaba ya terminando, de rodillas en el suelo, fregando con una bayeta cada
rincón de la cocina, cuando se abrió la puerta. Me volví y allí estaba Clara con
su novio, riendo los dos.
—¡Así que éste es el chupapollas!
—Sí, pero mira qué cocina ha dejado! Y es bien barato, porque le gusta hacerlo.
—No sé, no acaba de convencerme que tengas un hombre en casa tanto rato.
—¿Un hombre? Pero no lo ves. ¿de verdad te parece un hombre? A ver, levántate,
Sofía. Uy, se me escapó el nombre de mi anterior sirvienta. Con esa ropa es
fácil confundirlos.
Me puse de pie, muerto de vergüenza.
—Pon las manos atrás, como cuando me pedías perdón por hacer aquello con tu amigo en mi cama,
y date la vuelta que te vea bien mi novio.
Hice lo que me decía, girando sobre mí mismo con las palmas de las manos juntas
atrás.
—¿Te parece peligroso?
—Pues no mucho, la verdad. Y se le veía contento con su chico. ¿Tú
crees que a podría... a mí...?
Yo me puse blanco, y ella estalló en una carcajada
—A ver si resulta que va a ser peligroso, pero para mí,
—Era broma, mujer. Yo no voy a dejar que un tío, por muy criada que sea, me
chupe la polla. Pero, sabes, sí me gustaría ver cómo lo hacía con el consolador.
—Oye... —empecé a protestar.
Ella se volvió como un rayo hacia mí:
—Tú, calladito, que ya sé que te gusta, pero no estoy segura de quererlo yo.
—Que sí, mujer —insistió el novio —voy a por el consolador.
Cuando él salió, yo miré a Clara.
—El trato era sólo limpiar.
—El trato era que hicieras lo que yo te dijera sin interrumpirme. Así que no
vuelvas a hacerlo, si no quieres aumentar el castigo. Tú sígueme la corriente y
no se te ocurra complicarlo todo. En un rato habremos terminado y esta noche
borraré el vídeo. Mañana ya ni te acordarás. No lo estropees, porque tú eres el
que más tiene que perder. Ven conmigo.
Me agarró del brazo y me llevó hasta el salón. El novio llegó también con el
consolador en la mano, que me tendió. Yo me quedé con él en la mano, en mitad
del salón. Ellos se sentaron en el sofá, preparados para el espectáculo.
—¿A qué esperas? —me dijo Clara— Chupa esa polla como hacías ayer.
La miré a los ojos y vi que no tenía más remedio que obedecer. Acerqué el
consolador a mi boca y lo lamí un poco.
—¡Qué soso! —dijo él— Yo creo que tenía que hacerlo de rodillas, que es como se
chupa una polla.
—¡Ponte de rodillas y métete eso bien la boca, entero, hasta la garganta!
Me puse de rodillas sin saber a donde mirar. Clara dijo:
—Claro, le da vergüenza vernos mirar. Espera un momento.
Salió y volvió con un pañuelo, con el que me tapó los ojos.
—Me has decepcionado, me estás dando mucho trabajo. ¿A qué hora sales mañana del
instituto?
—A las dos.
— Pues a las tres te quiero ver aquí trabajando —el novio se reía al ver cómo me
trataba ella— ¡Y ahora abre la boca y empieza a chupar con ganas!
Abrí la boca, y sin ver nada de lo que sucedía a mi alrededor, me concentré
durante un tiempo interminable en chupar a fondo aquel consolador que yo
sujetaba con mis manos.
Un rato después, me dijeron que parara. Ella me quitó la venda, me dijo que
tenía la ropa en el recibidor, que me cambiara y me fuera.
—Deja la bata y el delantal en la cocina, para mañana.
Fui a decir algo, pero quise pensar que era parte de la simulación para que el
novio no sospechara. Sin embargo, cuando estaba guardando el uniforme en un
cajón de la cocina, ella apareció para decirme:
- Mi novio me ha dicho que tienes que llevar puesto este cinturón de castidad, no quiere que te pajees sin su permiso. Póntelo ahora mismo, él cerrará el candado.
Sin pensar del acojone que tenia me lo puse, y su novio se acercó y no entendí lo que pasaba hasta que oí el click del cierre.
- Mi novio me ha dicho que tienes que llevar puesto este cinturón de castidad, no quiere que te pajees sin su permiso. Póntelo ahora mismo, él cerrará el candado.
Sin pensar del acojone que tenia me lo puse, y su novio se acercó y no entendí lo que pasaba hasta que oí el click del cierre.
—Mañana aquí a las tres. Y no digas nada, ni ahora, ni mañana, a ver si no tengo
que castigarte más.
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