lunes, 25 de abril de 2016

Castidad matrimonial

Tengo la suerte de disfrutar de un matrimonio serio basado en el maravilloso estilo de vida del control de castidad. Yo amo profundamente a mi marido.
Carlos y yo nos conocimos en 1996, y empezamos a vivir juntos un año después. Quiero hacer énfasis en que Carlos no es sumiso en el ámbito sexual ni está mal físicamente (mide 1,80 cm y está bien dotado).
Algunas de las cosas que voy a contar no pasaron de la noche a la mañana. Llevamos viviendo juntos más de 17 años. Empezamos con el tema de la castidad poco a poco. Me comentó que tenia el hábito de masturbarse y yo le dije que eso era incompatible con una relación conmigo. Poco a poco fuimos representando algunos intentos de retrasar su eyaculación, no quería que al despedirse de mi se masturbara, así que fuí retrasando su eyaculación durante un día o dos, luego una semana entera, yo le exigía que se guardara para mí, le quería con el pene duro para mi en cualquier momento que yo quisiera, nada demasiado severo. Pronto descubrimos que en esto de la castidad hay que mantenerse e ir subiendo de nivel para que la cosa no se vuelva monótona. Nadie sabe dónde podremos acabaremos, pues ninguno de los dos quiere detenerse. Carlos me cedió el control por completo de sus orgasmos. El siempre me pedía permiso para eyacular. Ahora sabe que no lo tendrá nunca. Carlos se entrega para que yo consiga los orgasmos que a él le son negados. A veces llega a entrar en una especia de trance, que el describe como su propio orgasmo. Más que nada, estamos contentos por habernos conocido el uno al otro. Nos casamos en 1999, y desde entonces hemos vivido en una relación de control de castidad (24 horas al día y 7 días a la semana) (celebramos nuestro 16º Aniversario hace unas pocas semanas). La norma que acordamos vivir en nuestro matrimonio era que iba a ignorar los deseos de Carlos, y a concentrarnos en todos mis deseos, además de mis necesidades. Tampoco el número de mis orgasmos es importante, se trata de calidad. No deseamos vivir una relación BDSM, ni usar un cinturón de castidad.
El está en castidad pero hacemos cosas “normales”, de cualquier pareja como salir a cenar con amigos o ir a pasear. Aunque él me pidió usar un cinturón de castidad. Yo era reacia a que lo usara, y hemos llegado a un acuerdo y sólo lo lleva puesto en casa, cuando él quiera, pero no le permito que salga con él en la calle. Tampoco quiero que lo lleve para dormir. Ni voy a ser yo la que controle si está cerrado o no. Sólo que yo tengo una llave y si quiero usar su pene debo coger la llave para sacarlo.
En el tema de la castidad nunca interfiero en su trabajo.
Esto es, desde luego, totalmente consensuado, puesto que yo no puedo obligarle a hacer nada. El control de la castidad es un pilar de la pareja. Yo le quiero, y lo expreso mediante mi afectuoso pero absoluto control sobre él.
Aunque nunca imaginé realizar un control sobre su castidad, ahora es uno de mis mayores deseos, es mi parte favorita del control, pero no se trata de dejarlo abandonado. El recibe estimulación con cierta frecuencia, pero no puede eyacular. Eso se lo tengo totalmente prohibido. Pero le resulta imposible y siempre hay accidentes. En mi caso, nos ha costado años que él sólo eyacule una vez al mes.
El control de castidad va más allá de un simple juego sexual de provocación, pues es prolongado en el tiempo. Desde que estamos casados él está siempre disponible para mi, para cuando a mi me apetece.
Yo prefiero el sexo con penetración con Carlos una o dos veces a la semana. Siempre le hago usar un o dos preservativos, uno interior de talla pequeña para él, y otro exterior con protuberancias estimulantes para mí. Yo siempre he alcanzado el clímax fácilmente con él a través del coito, y me entusiasmo cuando le doy una palmadita en el trasero para marcar el ritmo de Carlos, siempre le digo que pare después de haberme corrido. El sale de mí, inmediatamente sin haberse corrido, y me enseña el preservativo como muestra de que no se ha corrido, y me abraza, teniendo terminantemente prohibido tocarse o hacer algún comentario sobre su frustración. Me gusta pensar que estoy compensando el balance con todas esas esposas que hacían el amor con sus maridos, y quizá se excitaban, pero sin disfrutar nunca del orgasmo. Se lo comento a Carlos refiriéndome a esto como “hacer el amor semanalmente” tal y como nosotros lo hacemos, de la misma forma que esos hombres, que probablemente veían la falta de satisfacción de sus esposas como una cuestión de escasa importancia en el acto sexual con sus esposas. Todo el evento es un puntazo psicológico y sexual, pero además tiene pequeñas connotaciones que superan al matrimonio convencional. Yo le permito eyacular dentro de mí sólo una vez al mes, para mantener esa sensación de unión e intimidad que, en mi opinión, sólo se puede conseguir de esta forma. Para sus otros orgasmos ocasionales me gusta acariciar su pene lenta y suavemente, sin llegar a masturbar, calentándole y parando hasta que accidentalmente alguna vez llega al punto de “no retorno” y, entonces, aparto mis dedos de su miembro, de forma que no disfrute de toda la satisfacción de la liberación completa. Me encanta verle poner gestos de incomodidad, manteniendo la respiración en un intento estéril de alcanzar algo más que un “orgasmo parcial”, con mi más malvada sonrisa de satisfacción. Si controlo bien los tiempos, tan sólo expulsará un par de chorritos pequeños de semen, pero sin llegar a descargar del todo. Lo hemos bautizado como “soltar un poco de presión”. Aunque como dije antes, no debe eyacular y yo le muestro mi insatisfacción por no avisarme que parara antes del punto de no retorno. Aunque eyacular forma parte de sus necesidades, no de sus deseos, y yo creo que los hombres físicamente necesitan eyacular cada pocas semanas, aunque desearían hacerlo continuamente. Ya sé que alguién pensará que es un hombre sexualmente frustrado es un hombre obediente, pero según mi experiencia con Carlos llega un punto en el que la suma de testosterona acumulada puede empezar a hacerle gruñón, malhumorado y despreocupado por esforzarse y entrenarse. Ha llegado a aguantar un mes, pero yo encuentro que una vez cada dos o tres semanas es lo que mejor funciona para nosotros. Es el punto justo en el cual el deseo se convierte en necesidad. No tengo la sensación de que abandonemos el sexo juntos mientras se repone de un orgasmo al siguiente. Al contrario, realmente estamos teniendo sexo mentalmente el uno con el otro, e incluso intimidad física, con largos juegos previos, decidiendo yo siempre el ritmo y los detalles. Me fijo en otras parejas de nuestra edad y veo como la chispa ha desaparecido de su relación. Una sospecha que se distancian sexualmente. No me refiero a que se separen o sean infieles, pero la vida ya no es la que era bajo las sábanas. Pero entre Carlos y yo, no solo hay chispa, sino también fuego. Desde luego que para mucha gente es “jugar con fuego”, pero me da a mí que a más de una pareja le encantaría vivir su relación como la vivimos nosotros. Siempre he tenido una líbido saludable pero nuestro estilo de vida ha incrementado notablemente mi apetito sexual. A Carlos le encanta el nivel de apetito sexual que he alcanzado y dice que es excitante para él estar casado conmigo. Espero no haber alcanzado aún mi cima sexual. Estoy muy contenta de poder disfrutarlo. Naturalmente sé que no estoy loca, sé que mi forma de vida no es para cualquiera, pero para mí supone realmente tener lo mejor. Algunas amigas con las que hablado, realmente prefieren el sexo oral y el sexo con juguetes. A mi también me gustan esos tipos de sexo, sin duda, pero ahora mismo creo que sería muy difícil para mí renunciar de forma permanente al sexo con penetración. Si tuviese que recurrir a Carlos para el sexo con penetración, demasiado a menudo se correría, y se acostumbraría mal. Yo amo a mi marido y la tentación de ser buena con él siempre está ahí. Realmente siento lástima por las mujeres que no quieren sexo con sus maridos. Carlos no renunciaría a más sexo y especialmente a más orgasmos, así que el confía en mí y delega en mí para ser fuerte por ambos y controlar la voluntad. Casi siempre llego al orgasmo, pero el coito con Carlos consiste básicamente en calentarle y excitarle sin perder mi autocontrol. No tengo ningún interés en penetrarle, ni en juegos de feminización forzada. No obligo a Steve a llevar medias rosas ni cosas de esas. Para mí, él es mi marido y un hombre. Eso sí él hace muchas tareas de la casa, aunque no quiero que las haga todas él.. Trabaja en las tareas domésticas por las tardes, hacer la cena, fregar, limpiar y planchar.
Me encanta que me dé masajes en los pies, en los hombros, espalda, por detrás y por delante, y después que me de placer oralmente por delante y por detrás hasta quedarme satisfecha.
Las ventajas son numerosas y tremendamente obvias. Lo principal es que funciona para nosotros dos.

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