lunes, 10 de agosto de 2015

Tareas del hogar y castidad.

Llevaba de rodillas, tratando de mantener la mirada en el suelo, un tiempo que me parecía infinito pues hoy era un gran día. Era el día en que la propietaria de la jaula iba a revisar su estado y si había cumplido con el período acordado por el contrato de que llevaría el cinturón de castidad. Sabía que sería díficil que esa revisión me condujera a tener un orgasmo, algo que me había sido negado durante varias semanas, pero en lo más profundo de mi ser aún guardaba cierta esperanza. Mientrás en mi mente estaban esos pensamientos, la propietaria seguía sentada en el sofá leyendo una revista totalmente ajena al sufrimiento que me provocaba su visión. Llevaba puesta una camiseta-pijama transparente que dejaba entrever su ropa interior. De vez en cuando mi mirada subía un poco y al ver su cuerpo escultural y sus pechos asomarse por el escote, mi pene crecía haciendo que me doliera. Eso me recordaba mi condición de “control de castidad“. Eso me recordaba que mi pene estaba encerrado en una jaula de la que no podía salir sin la llave que su dueña llevaba colgada de su cuello. - Bueno, revisemos cuanto tiempo llevas con el cinturón de castidad – decía mientrás consultaba una libreta de mano pasando hojas de la misma -. - ¡Pero si llevas tres semanas con el cinturón puesto! – me decía mientras ponía cara de sorpresa. - La mayor parte de la gente de tu edad tiene un orgasmo al día, incluso más de uno, sin embargo tu no has tenido ninguno en 3 semanas -. - Creo que no puedo dejarte escapar de ninguna forma – su cara mostraba asombro lo cual no hacía más que remarcarme que ni siquiera sabía a ciencia cierta cuanto tiempo llevaba en castidad hasta ese momento. - Bien, ¿quiero me digas cuando crees que debería permitirte masturbarte? – para mi sorpresa ella quería conocer mi opinión -. - Hoy… – mi voz sonaba apagada y débil como siendo consciente de la oportunidad que iba a disponer de poder ser liberado -. - ¿Hoy?

Por favor, no me hagas reír…- su tono de voz denotó una fuerte incredulidad. - Mañana… – conseguí murmurar -. - Sigue intentándolo… – obtuve por respuesta. - ¿La semana que viene? – mis esperanzas de verme liberado iban disminuyendo con cada intento y mi frustración crecía de forma proprocional. - Una semana…, creo que no - - ¿dos semanas? – mi voz empezaba a temblar intuyendo que el tormento de estas últimas tres semanas iba a verse incrementado más tiempo del que creía soportar. - Dos semanas….uhm….- esta vez tardo un poco más en responder pero tras unos segundos que me parecieron eternos, su preciosa cara con sus largos cabellos rubios y esa sonrisa maliciosa negó de forma rotunda mi propuesta -. - ¿tres semanas? – mi voz empezaba a denotar una ansiedad y frustración que sabía no me iba a hacer bien puesto que ella disfrutaba de verme en ese estado. - Tres semanas, eso sería duplicar el tiempo que llevas en castidad – empezó a decir – no estaría mal. ¿Otras tres semanas sin poder tener un orgasmo, sufriendo cada vez que me excitaba al ver a mi dueña en ropa interior paseándose por la casa mientras yo hacía todas las tareas de su casa? – pensaba para mis adentros sin atreverme a expresar en voz alta esos pensamientos para no empeorar mi estado -. - Lo estoy pensando mejor y esta es la forma en la que vamos a continuar – su tono despreocupado e indiferente me hacía temer lo peor - No habrá mas liberaciones ni más orgasmos para tí, nunca más, eso es lo que haremos de ahora en adelante. En mi cara, rompió la libreta en la que desde hacía un año anotaba mis progresos acerca de los períodos de castidad y siguió leyendo la revista ajena al dolor tirando los papeles al suelo para que los recogiera y siguiera con mis tareas domésticas.

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