lunes, 18 de mayo de 2015

Transformación en castidad.

Mi nombre es Javier, tengo 35 años y físicamente estoy muy cuidado, además de ser un hombre atractivo lo que me ha permitido a lo largo de los años tener éxito con las mujeres. Pero en esta historia tratare de contar como fui sometido por mi suegra, convirtiéndome en el marido en castidad de mi actual esposa. Me case con 28 años con una preciosa mujer llamada Elena. Ella es rubia de 1.70 de estatura y 65 kilos, es muy llamativa y además suele vestir con ropas que lucen su hermoso cuerpo. Ambos habíamos tenido varias parejas antes, y desde el principio de nuestro noviazgo, Elena siempre mostró un carácter dominante que poco a poco fue imponiéndose en nuestra relación y que provoco que mientras mi mujer salía con sus amigas a divertirse, yo tuviera que ir a casa de su madre a ayudarla en diferentes reparaciones del hogar, y tareas diversa, o a veces, simplemente para hacerle compañía. De esa forma ella evitaba que yo pudiera tener relaciones con otras mujeres. También es cierto que me excitaba esa situación, ya que me sentía dominado cumpliendo la voluntad de la entonces mi novia y eso era algo que siempre me había atraído.

Además su madre era una mujer que me había llamado la atención desde el primer día que la conocí y a la que mi mujer me indico que debía referirme a ella siempre como Señora y que no debía tratarle de tú. Un año después de empezar nuestra relación Elena me propuso matrimonio, hasta ese momento nuestras relaciones sexuales eran bastante escasas y siempre por decisión de ella, además poco a poco y casi sin darme cuenta yo hacia todo lo que ella deseaba, pero a pesar de ello no lo dude y acepte, estaba muy enamorado de ella. Fue entonces cuando me dijo que debía ir a ver a su madre para que ella me expusiera sus condiciones para casarnos. No lo he dicho antes pero su madre era una mujer que rondaba los 55 años, de 1,65 de estatura y 75 Kilos, por lo que tenía algo de sobrepeso, pero muy bien compensado y con unos pechos firmes a pesar de su edad. Su carácter era claramente dominante lo que la hacia mas atractiva todavía y mantenía siempre una mirada altiva que casi sin quererlo te hacia dirigir la tuya hacia el suelo. Solía vestir con mucha elegancia, ya que era una persona solvente y podía permitirse las mejores firmas. Algo que la caracterizaba eran sus tacones de aguja, tanto en botas como en sandalias, lo que provocaba que muchos hombres se volvieran a mirarla por la calle. Cumpliendo las instrucciones de Elena fui a pasar un fin de semana a casa de mi suegra para que ella pudiera hablar conmigo y exponerme sus condiciones para casarme con su hija. Al llegar Isabel ( nombre de mi suegra) me ordeno literalmente quedarme de pie en el centro del comedor. Sorprendido obedecí y entonces ella empezó a hablar. Bien Javier, mi hija me ha dicho que ha decidido que seas su esposo y me ha asegurado que serás capaz de cumplir con los requisitos necesarios para hacerla feliz. Ya llevas un año con nosotras y te habrás dado de que quiero lo mejor para mi hija. Si decides casarte con ella deberás servirla y complacerla en todos sus caprichos. Yo estaba alucinado, si bien es cierto que había percibido todas esas cosas y ya cumplía buena parte de ellas, mi novia llevaba tiempo utilizándome casi a su antojo, era sorprendente oír a mi suegra exponerlas tan claramente. Mi suegra prosiguió; si no estas dispuesto a cumplir estas premisas, será mejor que salgas ahora mismo de esta casa y te olvides de mi hija, pero si por el contrario decides aceptar, debes saber que deberás esforzarte mucho para recorrer el camino necesario para el marido que mi hija merece. ¿Qué decides? No sabia que decir, hasta el momento había accedido a todos los deseos de Elena, pero ahora me estaban dejando claro que desde ese momento que yo ante mi suegra me comprometía o subordinaba mi voluntad a la de mi futura esposa.

Estoy esperando, toma una decisión que por otra parte puede ser la ultima. Entonces no se como me di cuenta que estaba excitado, todo lo que me había expuesto Isabel y la situación habían hecho que mi miembro creciera y creo que ella se había dado cuenta de ello. Javier querido, dijo sarcásticamente mi suegra ¿sales o entras? Acepto, dije casi sin pensar y desconociendo lo que me esperaba. De acuerdo, como libremente aceptas nuestras condiciones y para asegurarnos que no nos haces perder el tiempo, firmaras un contrato en el que te entregaras a mí, desde ahora para tí seré la Señora Isabel, y vas a recibir instrucciones durante un periodo de tres meses. Si mas dilación Marta (la hermana de Elena) me acerco el papel que contenía el contrato junto con un bolígrafo, lo deposito en el suelo y me indico que me arrodillara para firmarlo. Yo lo firme sin leer, tampoco tenía más opción, las cláusulas no eran discutibles y estaba enamorado de Elena. Mi suegra se puso en pie, se acerco hasta donde yo me encontraba y me pidió el contrato, fui a incorporarme le entregé el contrato y ella volvió a sentarse. Desde ahora y hasta dentro de tres meses, llevarás un cinturón de castidad del que solo yo tendré la llave hasta el dia de la boda. Ese dia la llave será entregada a mi hija y en estos meses yo me ocupare de enseñarte a conciencia a servir a una mujer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario